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¿Estamos ya preparados en la provincia para dejar morir a la Cámara de Comercio de la capital?, ¿no habrá una reacción casi milagrosa de última hora, que es lo que se necesita, para impedir que se pierda sin remisión una entidad que debería ser útil y rentable para el comercio y la industria, en definitiva para las 39.000 empresas que se mueven en la provincia? Por el momento nadie ha respondido a esta interpelación, nadie se ha dado por aludido. El pasado 6 de septiembre se celebró una reunión en Sevilla en la que participaron representantes del Ayuntamiento, de la Diputación, de la Junta, del Consejo Andaluz de Cámaras y de la propia entidad cameral jienense. Se presentaron las cuentas y se dio un mes para tratar de encontrar las soluciones, pero con la intención de apoyar sí o sí la continuidad. Pues bien, ya han pasado cincuenta días. Me pregunto si es posible que haya quienes estén interesados en liquidar la Cámara, aunque sea por la vía del silencio administrativo.

El pleno, con Manuel Barrionuevo a la cabeza, el superviviente de una heroicidad que ha cumplido dos años de angustiosa espera, se va a reunir mañana por la tarde y lo que está previsto en el guión de esta convocatoria es llegar al final de la travesía, conscientes de que ya no se puede hacer más. Va a dimitir en bloque el equipo que aceptó el encargo de luchar contra viento y marea para salvar a la Cámara del naufragio. Han tenido que vencer muchos obstáculos, uno detrás de otro, incluso zancadillas. El presidente ha consumido horas y kilómetros sin importarle esta inversión de tiempo, siempre con la confianza de que se podía encontrar una vía de salida. Mañana comunicarán su triste e impotente decisión a las autoridades jienenses, a la entidad tutelante de la Junta, e incluso al presidente de las Cámaras de Comercio de España, José Bonet, que conoce perfectamente el problema.

De aquellos polvos estos lodos. La herencia recibida ha pesado como una losa. Se ha conseguido ganar algunas batallas, lo que no ha sido posible es un éxito en la guerra, en salvar la entidad. Se han ido abriendo puertas que de manera automática se han cerrado. La opción del Vivero se ha encontrado con trabas legales, la posibilidad de alquilarlo a Hacienda también ha sido un fracaso. Cualquiera de estas soluciones y otras que se han puesto sobre la mesa y se han hecho saber a las autoridades, no han cuajado. Y lo peor de todo es que los directivos, en especial su presidente, están plenamente confiados en que la Cámara es autosuficiente, que a pesar de la extrema situación tiene medios para salir adelante, especialmente si se pudiera salvar el escollo actual, y se trata de tres o cuatro millones de euros, de nuevo se tendría acceso a proyectos que dejarían mucho dinero, y, lo más importante, ayudas directas para los empresarios y comerciantes jienenses, que son al fin y al cabo, que esto nunca se olvide, las víctimas de este desagradable desenlace que está a punto de producirse.

El presidente y sus colaboradores han llamado a todas las puertas y en el desempeño de sus responsabilidades, hasta el último momento, han estado muy por encima de las instituciones representativas, que han conocido cada uno de los pasos pero no se han sentido concernidas hasta el punto de implicarse en la solución definitiva. No obstante ha habido políticos más sensibles que otros, pero a la hora de la verdad las cosas son como son, y quizá tengamos que lamentarnos de haber dejado pasar esta oportunidad. La Cámara se ha quedado in extremis con 9 de los 53 empresarios que tuvo, y en el caso de haberse logrado la continuidad por alguna de las fórmulas posibles, se hubiera vuelto a contratar a personal, porque perspectivas había para ello.

Manuel Barrionuevo no ha querido quedar para la historia, triste en esta última etapa de la Cámara de Comercio, como su liquidador, él pretendía conseguir dinero para pagar la deuda con los trabajadores, que es el capítulo más importante y el que ha provocado los embargos, sin que esto signifique responsabilizar al personal de una crisis de la que en todo caso han sido víctimas durante mucho tiempo, y han vivido y sufrido también el doloroso trance.

En fin, no nos gustaría confirmar el hundimiento de la Cámara. A la dimisión irrevocable de mañana le seguirán seguramente unos días de prórroga por si a alguien se le ocurre in extremis aportar una propuesta que remedie este revés para el mundo empresarial, de lo contrario se va a dejar morir una vía que bien organizada y dimensionada tendría que servir para crear la riqueza que los contratiempos le están negando a Jaén. Los miembros del pleno no se van vencidos, porque son conscientes de que han hecho lo humanamente posible, si acaso se van tristes y decepcionados porque a las palabras no le han correspondido los hechos, y porque en solitario, sin los apoyos que sólo pueden llegar de unas cuantas administraciones, la aventura es sencillamente inviable. Tampoco han querido sumarse a una corriente que algunos han defendido a toda costa, la de desaparecer para nacer de nuevo, que es tanto como renunciar a un trabajo, a una dedicación y a lo positivo que tiene una trayectoria de tantos años al servicio de los empresarios de Jaén. Sólo podemos añadir una cosa: si la Cámara desaparece, como jienenses lo sentiremos, no está la ciudad ni la provincia para asumir este nuevo y estrepitoso fracaso.

 

Foto: Manuel Barrionuevo, presidente de la Cámara de Comercio de Jaén.

 

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