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Seguimos instalados en el último lugar (cómo no) en inversión pública entre las provincias andaluzas. Los datos aparecen en un informe elaborado por el Círculo de Empresas Andaluzas de la Construcción, Consultoría y Obra Pública (Ceacop). La inversión fue el pasado año para toda la provincia de poco más de 122,5 millones de euros para infraestructuras, cuando lo que se considera mínimo para las características de Jaén y para amortiguar en lo posible el desempleo en el sector, no debería bajar de los 200 millones de euros al año entre las diferentes administraciones. Con los datos conocidos, Jaén se mantiene en la última provincia andaluza en inversión de obra pública. Tomen buena nota.

Como viene reiterando Ceacop, “si la Administración no reactiva la inversión, nunca se desarrollarán las infraestructuras que son necesarias para que la provincia converja con el resto de la región”, insistiendo en que “es un daño no sólo a la actividad y supervivencia de las empresas y los empleos que dependen de estas obras, sino a la misma ciudadanía, a la que se le está negando unos servicios públicos, en las mismas condiciones que el resto de los ciudadanos”.

Las administraciones a mi modo de ver, suspenden todas estrepitosamente. Mi pregunta de hoy es por tanto, ¿de esta manera queremos que la provincia de Jaén progrese, sin inversiones? Me indigna como ciudadano cada vez que veo que un político, me da igual sus siglas, defiende con ardor las obras que hace “su” administración en favor de Jaén, como si tuviéramos la obligación de agradecerlo e incluso de sacarlos en procesión.

Entrando en los datos del informe del Círculo de Empresas citado, que cada año nos da esta mala noticia, por él sabemos que la inversión en obra pública en 2020 ya era menor en un 8,5% con respecto al año anterior, que también estábamos a la cola de la inversión en Andalucía. Hay más, Jaén es la segunda provincia que menos fondos ha logrado para infraestructuras, exactamente un 7,1% del total, y figuramos entre las cuatro con evolución negativa en el año covid, si bien un retroceso por debajo del que ha experimentado la comunidad en su conjunto (-14%) como consecuencia, se dice textualmente, “del varapalo del gobierno central, quien ha reducido un 63,6% la inversión”. Por otra parte se aclara que la disminución de la obra pública en un 8,5% se produce como consecuencia de la menor actividad tanto de la Diputación como de la Junta de Andalucía. Tampoco queda ahí la cosa, porque los ayuntamientos jienenses se posicionan como los menos activos de Andalucía. El de la capital aparece con 1,5 millones de euros inversores. La Junta destinó a Agricultura, 11,7 millones, igual cantidad para Salud, 10,8 millones a Fomento y 8,6 millones a Educación y Deporte, todo ello en la provincia. El gobierno central se despachó, y ahí va todo, con 31,3 millones de euros. Por lo que se refiere a la Diputación es verdad que es la segunda más inversora de Andalucía al adjudicar 23 millones en obra pública, pero el desembolso desciende prácticamente a la mitad respecto al año anterior, 2019.

Este panorama es el que hace lamentar a Ceacop el “agravio comparativo” en el desarrollo y posicionamiento de infraestructuras de Jaén respecto al resto de Andalucía, y el que Jaén “vuelve a ocupar, un año más, las últimas posiciones en el reparto presupuestario”. A tenor de todo lo anterior y como la situación de Jaén se ha hecho crónica y no decimos que no los haya, pero no se ven por ningún sitio, ni se traducen en mejores expectativas las tareas de los responsables públicos, es por lo que hay que preguntarse, ¿qué es lo que nos pasa en Jaén, es que somos más tontos, es más fácil convencernos con cualquier cosa? Y de inmediato respondo que no, simplemente que seguimos padeciendo peores políticos en todas las administraciones y que, para más inri, están siempre en la pelea, pero no para ver quién hace más sino para ver quién hace menos, parece que de eso se trata, aunque cueste llegar a una conclusión tan pesimista. Esta es una de las razones, de las más poderosas, para pedir la intervención de los colectivos de la sociedad civil, que luchen para revertir esta escandalosa deriva de Jaén, aunque traten de vendernos todo lo contrario.

Parece mentira pero hay que neutralizar aún el peso de siglos de conformismo y resignación, los mismos argumentos que sirvieron a la clase política de antes y de ahora para conocer sobradamente la idiosincrasia de esta tierra y ponerse a su altura: aquí no pasa nada, aquí nadie se mueve, el pueblo de Jaén es sufrido y parece que esa era la senda a seguir por los siglos de los siglos. Hasta que “Jaén Merece Más” hizo acto de presencia y empezó a suscitar recelos, especialmente en los acomodados, porque la sociedad civil con su rebeldía cívica venía a incomodar y a abrir los ojos a este Jaén que o espabila o lastra por completo su futuro para siempre. 

Los problemas de Jaén, la situación de nuestra provincia, el olvido histórico de los gobiernos, todos y de todos los colores, es tal, que si estuviéramos concienciados le hubiéramos perdido el miedo a no sé qué, porque me cuesta entenderlo a estas alturas del siglo XXI. Pero también sabemos por experiencia que en Jaén todavía nos queda tiempo y energías para desperezarnos del todo, después de tan prolongada siesta que sin solución de continuidad enganchamos al victimismo y el derrotismo, en vez de sustituirlo por el protagonismo activo y la acción. La clave es no pararse, no desfallecer, esta batalla la tiene que ganar la ciudad de Jaén y en lo que pueda trascender de ella, la provincia. Todavía, con los datos aportados, reales como la vida misma, habrá quienes nos acusen de estar vendiendo catastrofismo. Los que actúen así se engañan ellos mismos, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.

 

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