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Se cumplen cinco años de la reunión celebrada por el pleno de la Cámara de Comercio de Jaén en el que dimitieron todos sus miembros poniendo fin a una etapa iniciada con toda ilusión en el mes de julio de 2014, en la que tomaron posesión de sus cargos, ilusionados, a pesar de las dificultades que sabían de antemano que iban a encontrar, rodeados entonces de algunas de las principales autoridades jienenses, la mayoría de las cuales ya pasaron a ser historia.

Era la crónica de un final anunciado. Pese a todo había que lamentar la insensibilidad de Jaén ante la desaparición de un instrumento útil para prestar ayuda a las empresas, generar riqueza y colaborar a hacer capitalidad. El grupo de valientes, con un capitán excepcional como lo era Manuel Barrionuevo, al menos podían tener la satisfacción de haber hecho todo lo humanamente posible y que estuviera en sus manos, para salvar la entidad cameral con tanta historia detrás, con sus desaciertos clamororos, que fueron la fuente de los problemas, pero también con sus grandes y sonados logros. Merecía más apoyo y unir todas las fuerzas para lograr mantenerla. Los que optaban por liquidarla, sin más contemplaciones, ganaron esta batalla, en lo que constituyó en su día, en octubre de 2016, un triste episodio final de soledad y decepción. Quien perdía era Jaén y en realidad solo se trataba de un suma y sigue.

Refresquemos la memoria. Cuando el PSOE gobernaba la Junta le dio la espalda por completo a la Cámara de Comercio de Jaén, no hubo voluntad política para salvar su difícil situación y quedó en un estado agónico y a un paso de su desaparición total, como así ocurrió. El Partido Popular, que entonces estaba en la oposición, empezando por sus responsables en Jaén, en las reuniones que mantuvieron con los empresarios que trataban de mantener la institución contra viento y marea, ofrecieron todo el apoyo; después, cuando se constituyó la nueva Junta, llegaron mensajes que llamaban al optimismo, pero el tiempo transcurrió y aparte de algunas reuniones más protocolarias que otra cosa, no se movió ficha para devolver a la ciudad de Jaén un instrumento que demandaba y que se perdió por una serie de circunstancias adversas, entre ellas una pésima administración de los recursos económicos que fue una losa, es cierto, pero la administración tutelante, la Junta de Andalucía, no cumplió con su cometido, hizo dejación de su responsabilidad y de esta manera contribuyó a que la Cámara se estrellara y dejara tirados a cientos de empresarios que se habían acostumbrado a utilizar sus servicios, y por supuesto a sus trabajadores.

Hoy recuerdo la historia de este fracaso, especialmente como reconocimiento al grupo de empresarios que hace ya más de dos años fueron convocados por el “espíritu de la Cámara”, que llamaron a su iniciativa “Renacer” y que asumieron la tarea de tratar de recuperar, aunque fuera “in extremis”, una institución con 135 años de historia, borrada literalmente del mapa. La anterior Junta tenía claro que apostaba por su desaparición pero no sabía cómo hacerlo legalmente y mantuvo a la entidad en un limbo, el caso es que esa posición crítica pero inamovible, que se limitaba a asfixiarla, la dejaba aún con vida y en su agonía se había producido esta reacción de un grupo de empresarios que siempre confiaron en las posibilidades y la utilidad de este instrumento para beneficio de alrededor de 37.000 empresas de su ámbito de influencia. Y la decisión que tomaban era la de no rendirse y seguir instando a las administraciones, en especial a la tutelante, que es la Junta de Andalucía, para que tratara de buscar fórmulas para relanzarla. Al frente de la iniciativa estaba, como no podía ser de otra manera, el empresario de Sierra Mágina, Manuel Barrionuevo, con una voluntad sobrehumana y que se ha dejado la piel en el empeño, aunque a día de hoy presiento que ha perdido toda esperanza, a pesar de que algún consejero recientemente no haya dado aún la batalla por perdida.

El grupo “Renacer” ha ido viendo que todas las puertas se iban cerrando, muy buenas palabras, eso sí, pero objetivamente ninguna actuación en firme para recuperar algo que necesita Jaén y es lamentable que las empresas, que no son responsables de lo ocurrido con la trayectoria final de la entidad, hayan pagado las consecuencia de una situación en la que unos fueron culpables de una nefasta gestión y otros simplemente se dedicaron a mirar hacia otro lado en vez de cortar por lo sano y salvar un instrumento de tanta importancia para los empresarios y los emprendedores. Es más, viendo hoy la situación general por la que atraviesa Jaén, la desidia que muestran las administraciones, ya tengo más claro que si lo que le ocurre a la Cámara de Comercio de Jaén pasara en cualquier otra capital andaluza ya veríamos cómo se las arreglaban para remediar el problema, por gravoso que fuera, y lo es, porque hay de por medio un puñado de millones de deuda, y para cerrar el caso hay que tener el coraje de adoptar una decisión política y no castigar a todo un territorio por la actuación de unos pocos que, dicho sea de paso, se fueron de rositas, y casi aplaudidos por el Jaén oficial.

Aunque la crisis cameral estalló en el año 2010, fue en julio de 2015, cuando el fragor de la batalla estaba en su punto más álgido, un grupo de empresarios, en un alarde de entusiasmo sin parangón, por lo que se trataba, emprendieron la aventura de tratar de salvar la entidad cameral. Manuel Barrionuevo, un ejemplo de heroicidad, de tenacidad, de aguante de desplantes y de humillaciones, pero con mucha ilusión, con el recuerdo permanente de su amigo y presidente Ángel Martínez Villén, abanderó la lucha sin cuartel en la que entre fracasos y algún que otro rayo de esperanza, llamó a todas las puertas posibles, sin desfallecer, explicando su convicción de que a pesar de las inmensas deudas, del conflicto de los trabajadores que tanto han hecho para salvar la entidad a costa de grandes sacrificios económicos, de todas las dificultades habidas y por haber, si se quería, se podía, utilizando el patrimonio aún en manos de la enfermiza Cámara. Decenas de reuniones en Sevilla, en Jaén, en las entidades bancarias, en el Ayuntamiento, en la Diputación, en la Junta…nadie le puede restregar a Barrionuevo que no hiciera todo lo humanamente posible y más. Hasta el agotamiento de ver que ya parecía claro que algunas puertas, imprescindibles para la búsqueda de una solución definitiva, habían optado por cerrarse del todo. Y a otra cosa. De esta manera se empobrecían los recursos que deben estar siempre en una capital que se precie. Más en los momentos actuales donde, por la situación que ocupa Jaén en todas las estadísticas, es de suma urgencia sentar las bases para la recuperación del tejido productivo que está tan debilitado por los estragos de la crisis y también porque han faltado en el peor momento los medios adecuados. Para el progreso y el desarrollo de Jaén todos los sumandos son necesarios, y la Cámara podría ser providencial, si existiera.

Parece que la Cámara, ella por sí misma, pero con los trabajadores con tantos años sin percibir sus salarios, no merecían una oportunidad, como la ha habido en otros casos. Por las razones que sea aquí faltaba decisión, de ahí que en el nuevo despertar ilusionado que surgió “in extremis” hace al menos dos años pretendiera volver a intentarlo, retomar las conversaciones con la Junta, con el Consejo General de Cámaras, con quien hiciera falta, con tal de recuperar y relanzar lo que nunca debió ponerse en peligro. Eran, son, personas a las que les duele su tierra y que han pretendido rescatar de la agonía a una institución histórica. También en parte como homenaje a los trabajadores que a pesar de la gravísima situación y de su impotencia, viendo cómo se les iba esquilmando poco a poco, realizaban su tarea con dignidad y a pesar de todo esperando que en algún momento se obrara el milagro. Fueron desfalleciendo.

La anterior Junta dio a la Cámara por liquidada con sus empleados dentro. Ante este horrible panorama solo quedaba como última providencia que esa misma administración, ahora en otras manos, las mismas que habían prometido una solución inmediata, fuera lo bastante sensible para devolver a Jaén su Cámara de Comercio, que es su dignidad y un instrumento potente para ponerlo al servicio de esos empresarios a los que les estamos pidiendo, y más tras esta grave crisis sanitaria por la pandemia, que ayuden a levantar esta ciudad a la que con tanta dureza se ha venido castigando.

Por cierto, el Defensor del Pueblo instó “a quien corresponda” a restituir la Cámara jienense, pero nadie se dio por aludido. Esto me permite hacer la pregunta en alta voz de para qué sirve esta figura, si la mayor parte de sus sugerencias o recomendaciones no son tenidas en cuenta por los órganos ejecutivos. Se ha perdido la eficacia de la institución, que queda muy bien para que sepamos que existe un negociado de quejas, pero que a la postre no tiene potestad para llegar al final. No me extraña que Jaén, que llegó a ser una provincia que se comunicaba con la Oficina del Defensor andaluz, dejara de hacerlo. Queremos órganos que sirvan, no que estén para que parezca lo que en realidad no es. No lo digo por la figura del Defensor, me refiero a los efectos prácticos de sus dictámenes. En fin, no sé si “Renacer” y lo que significa ha arrojado ya la toalla. Es relativamente fácil por los poderes aburrir al colectivo más combativo, basta con el silencio  o el «vuelva usted mañana o el año que viene». Mi percepción es que esta historia se ha terminado, aunque me alegraría mucho de estar en un error. Sí sé que si esta situación, insisto, en vez de darse en la olvidada Jaén fuera en otra capital de provincia, igual ya estaría resuelta. Esto es lo que pintamos en el mapa.

Foto: Toma de posesión, en julio de 2014, del último pleno de la Cámara de Comercio, con la asistencia de autoridades en el acto. Ese pleno se vio abocado a la dimisión en octubre de 2016, se cumplen ahora cinco años.

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