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El conflicto que está viviendo el Partido Popular de Jaén no solamente no amaina sino que arrecia por momentos y está dando un espectáculo muy lamentable, propiciado por dirigentes en su ánimo de mantenerse en el poder a toda costa, y poniendo a prueba la fortaleza de una organización que cuenta con un gran capital humano al que los intereses personales han convertido en simples convidados de piedra, en unos casos dañándolos en su moral hasta el punto de no participar del proceso que ahora está en marcha; en otros provocando una división interna que pase lo que pase ya ha conseguido un daño irreparable en el segundo partido en importancia en la provincia, que a pesar de todas las circunstancias por las que ha vivido desde la llegada de la democracia, no había planteado jamás una batalla como la que ahora se dirime, hay que pensar que esto fue debido a que las personas que mandaron anteriormente en el partido optaron en ocasiones por una rivalidad civilizada en lugar de una lucha sin cuartel, con las espadas en alto, con descalificaciones y exabruptos que no son fáciles de digerir. Desde fuera parece casi milagroso el retorno a la normalidad y desde luego no es factible pensar que la candidatura oficialista, con la sombra alargada de Fernández de Moya como principal garante de Juan Diego Requena, sea capaz de apaciguar los ánimos. Es incompatible con su manera de entender la política.

La fecha de hoy estaba señalada en el calendario como una remota posibilidad para que se produjera un principio de acuerdo, de hecho, en la versión que se está transmitiendo por los medios de comunicación, se indica que tras la reunión de los dos candidatos con Loles López, la secretaria general del PP de Andalucía, se ha producido un “primer acercamiento de posturas”. Pero los hechos lo niegan rotundamente, lo cual hace indicar que la dirección regional estará indignada con el panorama de Jaén, sobre todo cuando hayan leído las declaraciones de Fernández de Moya, que sigue erre que erre, defendiendo que se apliquen los estatutos del PP, esos que, lamenta, le han apartado a él mismo de la reelección, que es algo que todavía no ha perdonado, “y se deje votar a los compromisarios en el congreso”.

El candidato Requena, por su parte, en la misma línea, lo que ha dicho es que cualquier proceso de integración tendría que negociarse con posterioridad al congreso del 21 de mayo, en la convicción de que lo haría bajo su liderazgo, en tanto que Miguel Moreno, el otro candidato, vencedor en votos directos de los militantes, sí está abierto, esta es la gran diferencia, a negociar previamente a la cita congresual para ir a ella propiciando en lo posible una sensación de unidad, aunque sea in extremis y en un gesto conciliador.

Por el momento y salvo que cambien milagrosamente las circunstancias, y nada hace indicar que así sea, la situación no puede ser más extrema, además con el añadido de las impugnaciones de unos y de otros, los insultos, las descalificaciones, el pobrísimo y sectario papel de la comisión designada para ocuparse de la limpieza y organización del proceso, y una dirección enrocada peligrosamente, y que parece no estar por la labor de escuchar a los órganos superiores que tienen la obligación de garantizar que no se produzca una ruptura como la que en Jaén está ya más que certificada.

Si los que pueden hacerlo no promueven que se hagan valer los criterios democráticos, Rajoy y Cospedal deberían actuar en el partido para que una gestora lo dirija, si esto es estatutariamente posible, que supongo que sí, en situaciones extremas, porque no veo otra forma de calmar la alta tensión a la que la han llevado los personalismos y aquellos que han entendido que el Partido Popular forma parte de su patrimonio, olvidando algo que es absolutamente irrefutable, las personas tienen que pasar y el partido tiene que seguir, y no es propiedad de nadie, es de todos sus militantes. ¿Cómo explicarlo esto a los que no se quieren enterar y lo han dañado de manera irreversible?

Foto: Loles López, secretaria general del PP-A, que hoy ha intentado un acuerdo. Aunque se ha hablado de «acercamiento de posturas», las declaraciones de unos y de otros indican todo lo contrario.

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