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Por ANTONIO GARRIDO / No hay más que darse una vuelta por el centro de la ciudad de Jaén para observar de qué manera disfruta la gente con su iluminación navideña, tan generosa y atractiva este año. Lo normal es ver animadísima La Carrera, toda la zona más o menos céntrica, y no tanto, y por supuesto en la Plaza de Santa María, ante el soberbio edificio de la Catedral, jienenses y visitantes no paran de hacerse fotos para el recuerdo, circunstancia que se viene repitiendo en los últimos años. No hay que ahorrar elogios a la iluminación, lo que está bien merece destacarse y también, con la misma objetividad, lo que está mal.

Preciosa también la iluminación especial que con centro en la calle Roldán y Marín, vuelve a repetirse, gracias en gran medida al movimiento empresarial “Müy”, en lo que se conoce como “La Catedral de la Navidad”, campaña junto a la Concejalía de Promoción Económica, de María Orozco, para destacar la fortaleza comercial de la capital. Lo dicho, que el centro está animado y que esto ayuda al comercio y es muy agradable de ver y disfrutar durante todas estas fiestas.

Por otro lado no sé si recuerdan que el próximo domingo, día 11 de diciembre, se cumplen cinco años de la inauguración oficial del Museo de Arte Íbero, una ocasión en que la Junta de Andalucía quiso tirar la casa por la ventana, y bien que lo merecía tras una espera de más de veinte años, hasta el punto de que Susana Díaz consiguió la presencia del Rey Felipe VI en el acto montado por todo lo alto. La Consejería de Cultura quiso hacer del momento una fiesta, un baño de masas para tratar de convencernos de su continua atención al territorio. La ciudad le siguió el juego y allí estaba el todo Jaén. Hay una verdad incontestable, objetiva, y es que la espera había merecido la pena en el sentido de que se ha creado en la ciudad un espacio museístico de una gran categoría, asimilable a los mejores que puedan existir, bien es cierto que en varios años el único logro que el anterior gobierno andaluz podía exhibir en la capital era este Museo y el Centro de Salud de Expansión Norte, dos obras que se eternizaron y que llegaron a exasperar a los jienenses. 

Y en el caso del Museo Íbero, tan bonito, tan especial, tan singular, porque lo es, con el añadido de que abría sus puertas con una exposición temporal y que para poder disfrutar de su exposición permanente había que esperar, según se decía, hasta el año 2021, en el mejor de los casos, y a la vista está que se quedaron cortos, muy cortos, porque el año 2023 llega en unos días y ni está ni se le espera, por mucho que la nueva Junta repita hoy día que las conversaciones con el Ministerio en Madrid van por muy buen camino y blablablá. En fin, aquella puesta en escena de hace cinco años fue una mentira, tal vez piadosa, que nos tragamos los jienenses con tal de recibir la nueva infraestructura cultural. En su descargo hay que decir que al menos no se cerró el edificio tras la muestra temporal inaugural y que el Museo Íbero está teniendo vida de forma continua y es el escenario de muchas actividades relacionadas con la cultura que tienen lugar en Jaén, pero es obvio que no es un Museo. Por lo pronto, y a la espera de su finalidad última, esto es lo que hemos ganado, un enorme espacio para la cultura.

Todo lo demás, incluido el anuncio de que será un museo de la red estatal, que puede que sea cierto, por ahora es solo un deseo. Queda decir que tanta publicidad se hizo con la inauguración, hace cinco años, que llegan visitantes deseosos de conocerlo y se llevan una decepción impresionante porque anhelaban encontrar algo diferente. Si no fuera por las actividades que alberga, y menos mal, ya sería un edificio fantasma. Al menos eso hay que reconocerlo, se le da vida y se nos hace más corta la espera. En Jaén otra cosa no, pero estamos acostumbrados a esperar, ya han sido cinco años, pero me temo que serán todavía algunos más.

Cuando llegan estas fechas la solidaridad de Jaén se desborda, hay que proclamarlo así porque es una de las fortalezas de esta tierra, y ello a pesar de las duras condiciones que han impuesto las sucesivas crisis que se han cebado con nosotros y permite que lo estén pasando tan mal un gran número de familias, y si no que le pregunten a las instituciones humanitarias, aunque parece que hay quienes prefieren no quedarse en esa foto fija porque es molesta, incómoda e inquisitiva.

Pero a lo que íbamos, en estos tiempos la capacidad de respuesta es arrolladora, da igual que se trate del Banco de Alimentos, que obtiene una enorme respuesta en su Gran Recogida, como si se trata de la captación de voluntarios, porque hay muchos jienenses actuando como tales; sin olvidar la respuesta que ya reciben Cáritas o Cruz Roja, que están volcadas en paliar el angustioso estado de necesidad y de hecho llegan donde no suelen hacerlo los poderes públicos y con mayor diligencia; o instrumentos como las asociaciones vecinales, como las cofradías de la ciudad que hacen visible su entusiasta colaboración. Y mucha gente más, por fortuna.

Y no nos olvidamos del comedor de San Roque, que se ha ido adaptando a la realidad social y han estado dando estos últimos días multitud de cenas, para muchos jienenses que las reciben en sus propias casas para no verse en la vergonzante situación de ponerse a una cola, y para la riada de inmigrantes que, aunque menos que otros años, ya están entre nosotros a la búsqueda de un empleo en la aceituna, que si lo consiguen y con salario justo, será casi un milagro.

Gracias a la población de Jaén, especialmente a todos esos que dan lo que no les sobra, gracias a esa legión de paisanos, conocidos o anónimos, que permiten afirmar desde la esperanza que Jaén, en el peor momento, aún resiste gracias a su matrícula de honor en generosidad.  

Por último, hoy se pone fin a una nueva edición del Festival de Otoño, la joya de la corona de la programación cultural del Ayuntamiento, por las actividades que encuadra y por su duración, desde el pasado septiembre. El cartel, que ha tratado de satisfacer todos los gustos, ha sido bueno y la respuesta del público, especialmente los fieles, no ha dejado lugar a la duda.

El Festival de Otoño, que ha conocido su 23 edición, nació por una apuesta de la entonces concejal de Cultura, Cristina Nestares, -con el inestimable impulso de Diego Martínez en la dirección- que lo hizo posible llamando a todas las puertas, incluyendo sobre todo el apoyo de la iniciativa privada, que ha sido providencial para mantenerlo vivo y en un plano competitivo. Tras ella llegó a la Concejalía Francisca Molina Navarrete, que mantuvo el decidido empeño e impulsó su continuidad, renovando el compromiso de las empresas para la supervivencia del certamen y logrando asimismo el concurso de la Diputación, que igualmente se viene mostrando muy sensible con este empeño cultural hasta el punto de ser la principal institución patrocinadora.

A continuación el reto fue recogido por la nueva responsable del área en el Ayuntamiento, Isabel Azañón, que continuó la estela de sus antecesoras y realizó un gran trabajo en la organización de esta actividad. No es fácil sacar adelante un evento de estas características en el que el Ayuntamiento lo único que pone es su infraestructura y mucho trabajo, porque se sabe obrar el milagro para que el Festival siga en todo lo alto y logrando en época de dificultad, sobre todo económica por parte del Consistorio, que el nombre de Jaén permanezca vinculado con una programación de altura que le da prestigio a la tarea desarrollada por el equipo del Patronato de Cultura. En la actualidad y desde hace varios años el responsable es el concejal de Cultura, José Manuel Higueras, que también le ha impreso su sello, manteniendo lo esencial, algo en lo que siempre insiste, pero abriendo el acontecimiento a nuevas corrientes. Higueras es un gran trabajador, una mente en permanente creatividad, y el programa ofrecido ha contado con actuaciones relevantes y en conjunto ha sido un Festival muy completo, con espacio también para valores de nuestra tierra. El broche de oro lo pone esta misma noche la actuación de la soprano Ainhoa Arteta. Enhorabuena al Festival de Otoño, ya ven, quedan cosas de las que podemos presumir.

 

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