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Por ANTONIO GARRIDO / Siempre he defendido que hay tres instituciones intocables en Jaén, que son la Universidad, la Diputación y la Caja Rural. La primera, por derecho propio, y las otras dos al menos mientras cumplan escrupulosamente sus funciones, como ocurre a día de hoy. Diputación porque el también llamado ‘ayuntamiento de ayuntamientos’ es el mejor aliado en la defensa y promoción de las grandes fortalezas de Jaén. La Caja Rural porque se trata de un músculo financiero que se ha hecho grande en el servicio a nuestra tierra y se ha convertido, gracias a una providencial administración de sus recursos, en una imprescindible tabla salvadora para el territorio, un ejemplo ante la cada vez más acusada exclusión financiera, y un motor en marcha para apoyar el desarrollo socioeconómico y cultural de esta hermosa provincia. He contado tres, pero deberían ser cuatro, porque en la capital hay una figura, pero ya en el plano de los sentimientos, que está en el corazón de una inmensa mayoría, me refiero a Jesús de los Descalzos, que son palabras mayores, y que en el resto de nuestros pueblos se refleja en las imágenes devocionales que correspondan en cada caso.

Pues bien, soy de los que siempre han defendido, así lo he escrito decenas de veces, sin saber que llegaría un momento de peligro evidente, que para preservar a estos gigantes del patrimonio de Jaén, tenemos la obligación luchar con uñas y dientes para que nadie tenga el atrevimiento de dañar a ninguno de los pilares que sostienen el presente, pero sobre todo las expectativas de futuro de esta provincia, siempre con la espada de Damocles de unas administraciones que jamás fueron dadivosas, por el contrario se caracterizaron por su cicatería, y hasta donde alcanza la memoria, a los mayores del lugar, ocurrió con el insomnio de Franco y con los distintos gobiernos de la democracia, tanto en Madrid como en Sevilla, de hecho muchas veces hemos tenido la sensación de haber cambiado de centralismo, porque en el reparto de la tarta, lo que debería ser equilibrio territorial y convergencia para todos, se ha tornado en una tremenda injusticia, y a nosotros, a Jaén, por falta de voluntad política, siempre nos tocó estar los últimos de la fila, probablemente porque la sociedad civil no expresaba ninguna contestación ni rebeldía y a los jiennenses nos ha costado salir del territorio de la resignación, la abdicación y el conformismo.

Es necesario dejar escrito todo lo anterior para justificar que en este momento la sociedad civil de Jaén haya decidido levantarse contra un modelo de financiación para las universidades, que quiere imponer el consejero del ramo, Rogelio Velasco, en una huida hacia adelante en la que se ha atrevido incluso a insultar gravemente a la institución académica, nuestra UJA, porque en las variables y ponderaciones que ha establecido, con el patrón copiado de otras latitudes, pretende hacer tabla rasa, de tal modo que hace acopio de posibles debilidades, con un capítulo numeroso de verdades a medias o mentiras sin más, en tanto que ignora sus enormes fortalezas, reconocidas y reconocibles, todo lo cual lleva a plantear un horizonte para la Universidad de Jaén que aparece en nebulosa, no hay suficiente garantía de estabilidad financiera, o a la sumo pretenden conformarnos con la búsqueda de fondos europeos, algo que tenemos que rechazar frontalmente, salvo que constituyan un ‘ítem más’, porque ya estamos hartos de beneficencia política, de tener que acudir a programas y planes especiales por la sencilla razón de que las administraciones no se implican, y como ocurre con Velasco, actual consejero, una desgracia como otra cualquiera, parece que todo vale menos hacer el esfuerzo que corresponda para respetar la dignidad de Jaén y darle a su Universidad los fondos necesarios para que crezca y sea, como esperamos de ella, la llave que abra todas las puertas que conduzcan a un futuro de progreso y modernidad.

Es el momento de no gastar más pólvora en salvas aludiendo a un consejero que hace un año elogiaba a la UJA con todos los adjetivos posibles a la institución que solo lleva 30 años de andadura, y ahora se refugia en una clamorosa desconsideración, que por cierto desde la Plataforma en Defensa de la Universidad de Jaén y desde los centenares de adhesiones que se están recibiendo, se le va a dar respuesta, y se va a hacer en la calle, esta misma semana con una concentración, y hacia finales de mes manifestaciones en Jaén y Linares, unidos la masa social y la comunidad universitaria para decir “aquí estamos” de una manera rotunda y contundente. Ya habrá tiempo en el futuro, cuando esto pase, de pedir cuentas a quienes tienen que darla en nuestro propio ámbito, también en el seno de la UJA, pero esta es otra historia.

En consecuencia a quien hay que hacer responsable de esta situación es al señor presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, que hasta ahora, que se sepa, no se ha pronunciado, y resultaría muy decepcionante que él pusiera su firma en algún documento oficial que lastre el futuro de Jaén, sinceramente no lo creo, por eso es urgente que se moje y no nos tenga en vilo. Cierto que tampoco ha cesado o desautorizado a su consejero, que se ha ganado a pulso la antipatía de esta tierra y que ya tiene otra persona más candidata al título de “non grata” por haber creado una polémica sin sentido, que establece desequilibrios y beneficia a unas universidades en tanto perjudica a otras, entre ellas, de manera notable, la nuestra. Aunque lo tengo claro, esto no es una guerra contra ninguna de las universidades, sino una voz unánime contra una pésima decisión política, que llueve sobre mojado, pone el foco de atención sobre Jaén, faltaría más, Jaén. Siempre Jaén.

El único que desde el ejecutivo andaluz ha transmitido un mensaje de confianza es el consejero de Hacienda, “cuota jiennense” en el gobierno andaluz, Juan Bravo, una estrella ascendente como se ha visto en el congreso del PP, y que por el desempeño de sus responsabilidades también tiene mucho que decir a la hora de resolver este conflicto, porque si se deja en las manos de Rogelio Velasco no hay salvación posible. Por eso nos queda salir a la calle y reivindicar con fuerza que no vamos a permitir ninguna afrenta más hacia Jaén, venga de donde venga, y que alguien que ha puesto en contra a la provincia no merece que se le dedique ya la más mínima atención. Pero sí conviene que sepan el presidente y todo el gobierno de la Junta que esta batalla la vamos a ganar, porque ahora hay que hacer honor a nuestro himno, en expresión muy acertada de un gran visionario como fue Miguel Hernández: “Jaén, levántate brava, sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava, con todos tus olivares”. Soy un militante del escepticismo, habla la experiencia, pero esta vez tengo fe plena en mis paisanos, en su fortaleza y lealtad en la hora presente, que esta batalla la vamos a ganar, y que la Universidad, que nos trascenderá a todos, también a los políticos ineptos y a los tecnócratas que quieren implantar modelos ignorando a las personas y a las características de los territorios, porque la UJA, suelo decir que lo mejor que le ha pasado a Jaén desde los Reyes Católicos, es la única que poco a poco puede ir sacando a la provincia del lugar en donde la han situado las malas políticas, verbigracia la propuesta que contra Jaén está hoy a debate.

Y finalmente me indigna que, acostumbrados desde hace décadas a la confrontación política, al tan manido “y tú más”, el problema de ahora en la UJA, que tiene una dimensión extraordinaria, quede reducido al tradicional frentismo político, que es una manera de distorsionar la realidad y salirse por los famosos Cerros de Úbeda. Así que aviso a navegantes. Lo puedo decir de muchas maneras, pero escojo esta que me parece bastante clara y terminante: la Universidad de Jaén es intocable.

Publicado en Diario Jaén, el 6 de abril 2022

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