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La renta disponible neta hace referencia a  los fondos de los que efectivamente dispone cada persona individualmente o en el conjunto de la unidad familiar para hacer frente a sus gastos o ahorro. La procedencia de ese efectivo puede generarse bien por sus retribuciones salariales, una vez deducidas sus obligaciones tributarias, o por otros ingresos de diversa índole. Obviamente esta renta disponible puede ser utilizada para sufragar el consumo de bienes y servicios o, en su caso, para acumular un ahorro o invertirla en activos inmobiliarios, financieros o de cualquier otra naturaleza.  

Uno de los aspectos más destacados al que las familias deben destinar buena parte de esos ingresos corresponde a la vivienda, tanto si se trata por el pago de una financiación hipotecaria por compra de un inmueble como si corresponde al alquiler de la misma. En términos generales se considera que la persona o la unidad familiar no debería destinar más del 40% de su renta neta mensual para este gasto,   especialmente si solicita una financiación a una entidad bancaria para compra de una vivienda, porque el banco priorizará este requisito para acceder a autorizar la operación.

La economía de un país requiere un pujante y sostenido nivel de consumo, ya que gracias a la actividad económica que genera permite mantener el empleo y crear nuevos puestos de trabajo. Esta dinámica se está produciendo en nuestro país permitiendo que el PIB crezca a niveles muy positivos y genere una reducción  importante de los ratios de desempleo. Sin embargo todo parece indicar que la sostenibilidad de la potencia de la demanda, ha necesitado que las familias hayan tenido que tirar de sus ahorros o apelar a la financiación ajena para sufragar sus necesidades e inversiones en el corto plazo, por lo que no puede extrañar que la tasa de ahorro de las familias haya marcado a finales del pasado año su mínimo histórico situándose en el 4.9 de su renta disponible (aunque en el primer mes de este año ya se haya recuperado hasta el 5.4) y que el saldo vivo de los créditos para la adquisición de bienes de consumo escale hasta los 89.836 millones de euros en el primer trimestre de este año.

Por tanto, no puede extrañar que el Banco de España esté emitiendo señales de alerta en relación con la evolución de los niveles que está alcanzando el crédito al consumo, ya que, además de provocar una mayor morosidad, que se ha incrementado con respecto a 2015 en 1.26 puntos, advierte, por otro lado, de la sobrecarga financiera que se está generando en las economías familiares, especialmente en las familias que viven de alquiler y, dentro de este segmento, en los más jóvenes, que son, además, los que perciben salarios más bajos debido a la escalada del precio que se está produciendo en los últimos meses en algunas ciudades.

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