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Insistir sobre la estrechez coyuntural por la que atraviesa el negocio bancario resulta un tanto riguroso, pero la dinámica real depara continuamente datos y referencias que afectan al sector bancario español de forma muy negativa. Al ya más que comprimido menoscabo de sus márgenes de intermediación por intereses, que tiene un especial reflejo en el deterioro final de sus cuentas de resultados, hay que añadir las enormes  dotaciones, por valor de 10.000 millones de euros, para provisiones por morosidad, realizadas con cargo a los beneficios del pasado ejercicio, lo que provocó que las estados financieros relativos a ese período reflejaran  sensibles pérdidas en la mayoría de las entidades.

En este caso me estoy refiriendo a los últimos datos publicados de los impagos crediticios de los titulares de préstamos y créditos relativos al mes de enero del presente año, según el cual la media de la morosidad escaló al 4.54% desde el 4.51% de diciembre 2020. Este ratio indica el porcentaje de créditos impagados en relación con el volumen total de la financiación concedida a clientes por todos conceptos. 

Dos aspectos inciden directamente en el incremento de este indicador. Por un lado, la propia realidad del aumento de los impagos, ypor otra la constatación de la disminución de nuevas solicitudes de financiación del sector privado español, que, según el Banco de España, provocó que el endeudamiento total en enero se situara en 1.212 billones de euros, un 1% menos que en diciembre.

En cualquier caso, los datos publicados relativos al mes de enero no recogen aún la supuesta mora derivada de esta crisis, por lo que los próximo meses, sobre todo cuando desparezcan los plazos de las moratorias concedidas por el gobierno, además de las concedidas por las entidades, será el momento en que, según todos los informes, se producirá el mayor montante acumulado de la morosidad bancaria, porque no podemos olvidar que más de 25.000 empresas se han visto obligadas a cerrar, que ya se han contabilizado 630.000 nuevos desempleados y que en estos momentos hay más de 790.000 trabajadores afectados por un ERTE.

En resumen, no parecen amainar las adversidades que deben encarar las entidades financieras españolas, especialmente si tenemos en cuenta que, según los últimos indicios, parecen estar endureciendo los criterios de concesión de nuevos créditos, sobre todo los relativos al consumo, ante el deterioro más que manifiesto que están sufriendo muchos ciudadanos en su situación laboral y financiera, aunque  todavía prevalece la predilección por los préstamos para la compra de vivienda, donde se centra el mayor grado de competencia.

 

 

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