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Este año ha habido manifestaciones, convocadas por diversas asociaciones y plataformas, para llamar la atención sobre el despoblamiento de muchos territorios rurales -yo añado y urbanos-, denunciando el abandono que sufren y reivindicando que se implementen políticas para mitigarlo o eliminarlo.

El asunto del despoblamiento ocupa un lugar destacado en la agenda del Consejo Económico y Social de la provincia de Jaén, en cuya Memoria sobre la Situación Socioeconómica y Laboral de la provincia de Jaén dedicamos un capítulo, el 12, a analizar la situación y evolución de la población en la provincia de Jaén, municipio a municipio. En la del año 2018, recogemos textualmente: “El hecho más notable a destacar durante el año 2018 es de nuevo la pérdida poblacional que está sufriendo la provincia de Jaén (por séptimo año consecutivo), que ha visto reducidos sus efectivos poblacionales en -4.889 personas (durante el año 2017 la reducción fue de -5.475), hasta los 633.120 habitantes a fecha de 1 de enero de 2019 (desde el año 2012 se ha producido una pérdida acumulada de unos 35.000 habitantes, aproximadamente)”. Y, en el mismo capítulo 12 y en otros, como el de infraestructuras, por ejemplo, se plantean algunas medidas a las que más adelante me referiré.

Por otro lado, en Jódar, este mismo año dedicamos una Jornada a hablar del asunto. Y, el miércoles 11 de diciembre, en Andújar, en el marco de la Cátedra Blas Infante, volveremos sobre el tópico, uniéndolo al papel del cooperativismo agroalimentario y al de las políticas de desarrollo rural.

En este contexto, me parece muy acertado, por lo coincidente con algunas de nuestras propuestas, lo que plantea Eduardo Moyano Estrada en un excelente artículo publicado en octubre bajo el título: La España rural se moviliza de nuevo.

El autor señala que el problema del despoblamiento se enmarca en un doble proceso: el declive demográfico que afecta a los países desarrollados -yo diría mejor industrializados- y el irrefrenable proceso de urbanización a escala mundial. En este escenario se despueblan las zonas rurales que nutren a las urbanas. Sin embargo, este proceso no se da en nuestra provincia donde el despoblamiento afecta a núcleos rurales, pero también a grandes ciudades. De hecho, los principales núcleos de población de más de 20.000 habitantes siguen, en general, la tendencia negativa en cuanto a pérdida poblacional y, a fecha de 1 de enero de 2018, contaban con la siguiente población empadronada: Jaén 113.457 habitantes (-781 personas con respecto a 2017), Linares 57.811 (-638 personas), Andújar 37.113 (-498 personas), Úbeda 34.602 (-131 personas), Martos 24.207 (igual cifra que en 2017), y Alcalá la Real con 21.708 habitantes (-50 personas). Este asunto es, si cabe, más preocupante que el propio despoblamiento rural.

Continúa Moyano Estrada señalando que lo sorprendente es que haya municipios que no pierdan población o que incluso la aumenten. En consecuencia, conviene fijarnos en estos municipios para ver qué enseñanzas podemos extraer. En este sentido, una región a seguir es la portuguesa Idanha-a-Nova.

Convenimos con Moyano Estrada en que el problema de la despoblación se manifiesta de forma muy diversa en los territorios y que, por lo tanto, el problema del despoblamiento rural debe abordarse más con políticas cercanas al territorio (regionales y locales) que, con políticas de estado, mencionando que lo que sí debe ser política de estado es la Estrategia Nacional para el Reto Demográfico. No es lo mismo, señala, hablar de despoblación en el interior de las dos Castillas y Aragón, que en Extremadura y Andalucía. Siendo la situación preocupante en todos los lugares, en algunos territorios hay pueblos que desaparecen literalmente. Por eso, el autor distingue entre despoblamiento y abandono.

Y sobre estrategias para paliar o mitigar el despoblamiento, las que plantea Eduardo Moyano Estrada son coincidentes, en buena parte, con las que proponemos desde el CES (véase ComunicaCES, nº 1 de julio de 2019, disponible en la Web del CES: a) digitalizacion de las zonas rurales. Es necesario que en los ambitos rurales haya Internet a traves de banda ancha de velocidad ultrarrapida, de al menos 100 Mbps; b) promover proyectos de emprendimiento en el marco del desarrollo rural que aborden el problema de la desigualdad de sexo, para que las mujeres puedan trabajar y desarrollarse profesionalmente en igualdad de oportunidades con los hombres; c) desarrollar la economía colaborativa o movilidad colectiva en la línea de lo hecho en Idanha-a-Nova -el uso, por ejemplo, compartido de los coches de estas zonas dedicados a trasladar ninos, trabajadores o mayores que necesiten cuidado; d) desarrollo de una agricultura sostenible, singular y diferenciada, que posibilite el relevo generacional; e) apoyo a los jóvenes agricultores; f) una fiscalidad diferenciada, con discriminación positiva; g) revitalización y mejora del mapa de carreteras comarcales y secundarias; h) la protección, recuperación y puesta en valor del patrimonio natural y cultural; i) la gratuidad de la educación y guarderías; y j) una PAC que potencie la territorialización y el carácter social de las ayudas agrarias de los dos pilares de la PAC.

Eduardo plantea una cuestión de interés, como es que el enfoque no sea local sino comarcal: “Es más eficiente planificar las infraestructuras y los servicios básicos pensando en la escala comarcal, de tal modo que se le garantice a la población residente en cualquier municipio de la comarca el acceso a esos servicios en forma y tiempo razonables”.

En fin, en la provincia tenemos un problema de despoblamiento serio, aunque no de abandono severo. Ahora bien, si no trabajamos con políticas comarcales y regionales, adaptadas a cada territorio, podemos transitar desde lo primero a lo segundo en un corto período de tiempo.

Foto: Jaén capital perdió 781 habitantes en un año, entre 2017 y 2018.

 

*Manuel Parras Rosa, es Presidente del Consejo Económico y Social de la provincia de Jaén

 

           

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