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Por ANTONIO GARRIDO / La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén ha iniciado el curso con un acto emotivo y con un personaje de categoría, uno de los grandes jienenses de los siglos XX y XXI que ha dado tanto a su ciudad y cuya trayectoria casi todo el mundo conoce, sobre todo por su profesión de arquitecto, porque a él se debe la recuperación de gran parte del patrimonio histórico local, y porque no hay nadie que cuando suena su nombre no tenga un gesto afirmativo de admiración y respeto. Naturalmente me estoy refiriendo a don Luis Berges Roldán, que ha presentado en sociedad, en el mejor marco posible, su libro “Recuerdo de una guerra”, 35 relatos y 34 dibujos de recuerdos personales de la guerra civil española en Jaén, del periodo comprendido entre julio de 1936 y abril de 1939, cuando el protagonista de tales vivencias contaba con once años recién cumplidos al comienzo de la contienda y catorce iba a cumplir a su término. La cita suscitó interés por lo que el autor y La Económica se vieron muy bien arropados. Don Luis Berges tiene 98 años, muy bien llevados, y nos sorprendió muy agradablemente con el regalo de sus palabras cargadas de verdad y sentimiento.

El director de la institución, Antonio Martín Mesa, se felicitó por el comienzo del curso 237 de la vida de la Real Sociedad Económica al servicio de la cultura, la educación y la difusión de los valores de Jaén, manteniendo el espíritu de la Ilustración, no en vano preside el salón un retrato del rey ilustrado, Carlos III. También hizo referencia al gran activo de La Económica, que son sus más de 600 socios, a los que se suman 23 colaboradores externos, todos ellos instituciones, colegios profesionales y otras entidades con arraigo en la ciudad, desde la UJA hasta el Ayuntamiento, Diputación, etcétera, para significar especialmente el apoyo de Caja Rural de Jaén, principal entidad colaboradora. Hizo un recordatorio del reconocimiento social e institucional a La Económica, a la que el Ayuntamiento concedió en 2018 su Medalla de Oro y le dedicaba la calle Bernabé Soriano (La Carrera) en la que se ubica, e hizo alusión al programa completísimo de actividades que se pone en marcha. “Gracias a todos por seguir siendo amigos de La Económica”, terminó Antonio Martín.

La presentación del personaje protagonista de la noche estuvo a cargo del miembro de la Junta de Oficiales, José Angel Marín Gámez, brillante como en él es habitual, que trazó un discurso que él llamó iconoclasta para lo que suelen ser este tipo de encargos, asumido por su amistad con Luis Berges y por haber participado en el proceso de elaboración de la obra presentada. “Este libro -relató- nos adentra en el lado humano de una historia execrable. Es una obra en la que Luis nos traslada con dibujos y palabras su extrañeza infantil de aquellos días aciagos. Evoca un Jaén que nos permite imaginar viviendas austeras con muros por donde, a veces, se derramaba el jazmín. Es un libro sin especulaciones ni decorativismo, sin concesiones lacrimógenas, hoy tan de moda”. Se refirió a la integridad del autor, una personalidad relevante, rara avis humanista en el Jaén de dos siglos y al que “su propia tierra ha tratado con sordina”, aunque, terminó, “hoy es profeta en en esta Real Sociedad Económica”.

Acto seguido hizo uso de la palabra el hijo de Luis Berges, el también arquitecto Jacobo Berges Torres, que dedicó su intervención a narrar la gestación material del libro, que tuvo su inicio cuando su autor escribió un índice con 35 recuerdos, uno a uno, con textos primero y completados con dibujos después, una tarea que constituyó un cierto ejercicio desesperado porque el señor Berges padece de una importante pérdida de visión debido a su edad. Igualmente destacó que el libro es una fuente de vivencias en primera persona y afloran los sentimientos de un niño de once años.

“Sentí una emoción terrible”

Como siempre, el final fue el que dejó un poso de gratitud y satisfacción en la sala, porque quien intervenía era el propio autor, don Luis Berges Roldán, que con lentitud pero con el corazón y la mente abiertos hacia la concurrencia, encandiló al público que le dispensó una larga ovación. Empezó diciendo que jamás pasó por su cabeza el intento de escribir sobre él mismo, pero una serie de circunstancias han hecho posible la obra que se presentaba. Todo empezó al recibir una llamada telefónica del subdirector del Instituto “Virgen del Carmen”, don Enrique Pulido, sabedor de que él había sido alumno en el origen de este centro, cuando se encontraba en la calle Compañía, y se le pidió que escribiera un artículo para la revista del Instituto de su paso por las aulas durante la guerra civil española, en el caso de que hubiera estado abierto en el periodo en que se desarrolló la contienda. Y efectivamente lo estuvo y don Luis se encontraba entre los alumnos. A pesar de todo, confesó que con el paso de 85 años de aquella página tan triste de la historia de España y de Jaén, sus recuerdos ya eran difusos e incompletos, si acaso en su memoria guardaba los nombres de compañeros como Eduardo Balguerías o Carlos Gutiérrez Aguilera, y de tres mujeres, Maruja, Isabel y Carmen, pero poco más. El subdirector le enseñó una fotocopia del libro de registro de alumnos, siguió contando, y este detalle fue esencial para abrir lo que llamó el tapón de los recuerdos porque, dijo, “sentí una emoción terrible al leer los nombres de todos mis compañeros”, y lo motivó a escribir el artículo solicitado. Pudo recordar asimismo los nombres de los profesores, algunos célebres catedráticos procedentes de la Institución Libre de Enseñanza en lo que ahora también recuerda como un Aula Abierta de Cultura, donde conoció a los clásicos, los estilos arquitectónicos, donde, en definitiva, tuvo como maestro al mejor dibujante de Jaén, don Pablo Martín del Castillo, como igualmente a don José Calle Salvatierra o a otro profesor, don Francisco, que les mostraba ya la poesía de García Lorca.

El arquitecto Berges, hijo a su vez de otro arquitecto con el mismo nombre que tiene calle en Jaén, siguió su relato comentando que todo el esfuerzo realizado para resucitar aquella etapa de su vida le devolvió la memoria del Jaén de aquellos tres años, “una ciudad pequeña convertida en retaguardia de uno de los contendientes en aquella guerra”. De paso hizo referencia a cómo la guerra civil española ha sido objeto de ríos de tinta, pero lo curioso es que quien ha hablado y escrito ni estuvo nunca ni tal vez había nacido. El caso es que empezó a recuperar imágenes y creyó que tal vez no estaba de más que sus paisanos conocieran “algo de lo que habíamos pasado y sufrido, y hechos que nunca deberían hacer ocurrido. Me puse a escribir y fui recordando rincones, acciones, cosas, algunas muy lamentables, pues los niños desconocíamos entonces el drama tan grande que se estaba viviendo”. Cuando concluyó su tarea, la enseñó a algunos amigos y familia, que juzgaron interesante su divulgación, por lo que se pusieron manos a la obra y el resultado es una magnífica edición realizada con el sello de una empresa de la tierra, Gráficas La Paz, por lo que agradeció a su amigo José Madero, este tan delicado trabajo. Para el libro primero surgieron los textos desnudos, y posteriormente, también sacados de su memoria, al objeto de hacer la obra más atractiva y completa, surgieron los dibujos, ciertamente muy conseguidos y hermosos. Una crónica sentimental, en suma, “de lo que nunca debió de ocurrir”, dijo, para añadir ya por último que ha tenido verdaderas pesadillas al resucitar “la vida perdida de mis amigos y compañeros antes de editar el libro”. Tuvo palabras de gratitud para todas las personas que le han ayudado en este proyecto, y para los asistentes a este acto. Don Luis se quedó aún en el escenario un largo rato para responder a cuantos asistentes quisieron disponer del libro con su dedicatoria. Enhorabuena.    

Foto: Presidencia del acto celebrado en la Económica, de izquierda a derecha, Jacobo Berges, Antonio Martín Mesa, Luis Berges Roldán y José Ángel Marín.

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