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Antonio Garrido Gámez. Periodista, primer secretario del Consejo de Administración y Consejo Social de la UJA

Foto: Artículo de mis veinte años primero en el Consejo de Administración y después en el Consejo Social, un recuerdo inolvidable.

Treinta años es mucho tiempo, el suficiente para haber visto crecer a nuestra Universidad, alegrarme de sus éxitos, no es casualidad que tenga vocación permanente de estar en la Champions, y espero que sean muchas las satisfacciones que nos depare en el futuro, a pesar de que la política nos ponga a prueba y la apuesta financiera no se corresponda con la ambición de los órganos universitarios para que la UJA cumpla sencillamente con la finalidad para la que fue creada en la ley de 1 de julio de 1993, prestar servicios al territorio “como instrumento de transformación social que desarrolle y oriente el potencial económico, cultural y científico de la sociedad de la provincia de Jaén”. Fue un momento para la historia de Jaén recibir con entusiasmo el acuerdo de nuestros políticos representantes en el Parlamento andaluz, que estuvieron a la altura de las circunstancias, en especial quienes actuaron como ponentes. Pues bien, tuve el privilegio de pertenecer al órgano social de la Universidad de Jaén desde el primer día que se constituyó en el año 1994, se van a cumplir pues treinta años, ya que fue posterior al reconocimiento oficial de la institución y fuera constituida una comisión gestora. Viéndolo ahora con el paso del tiempo me reitero en mi impresión de siempre, la Universidad ha sido lo mejor que le ha pasado a Jaén, yo suelo exagerar tal vez a la hora de acotar fechas y suelo decir que esto es así al menos desde los Reyes Católicos hasta hoy.

Foto: una reunión entrañable, celebrando todos juntos el camino para hacer grande a nuestra Universidad de Jaén.

No hay empresa más grande, sobre todo mirando al porvenir y aunque sus beneficios ya son percibidos por la sociedad jienense, y nos hemos acostumbrado a ella como si existiera de toda la vida, es cierto que aún la valoraremos más a medida que pasen los años, pero su existencia y su pujanza entre nosotros imprime carácter. Al hablar de la Universidad siempre hay que recordar los pasos previos, el Colegio Universitario, el Seminario de Estudios Universitarios del Instituto de Estudios Giennenses, y actuaciones como la de la Diputación, siempre dispuesta, desde el principio, a ser la mejor aliada de estas aspiraciones, incluyendo a dos buenos presidentes desde este punto de vista como fueron Juan Pedro Gutiérrez Higueras, tras la guerra civil, y Ramón Palacios Rubio, ya en la década de los 70. Y todos los presidentes de la etapa democrática que se han volcado con la institución, es decir, Leocadio Marín, Cristóbal López, Felipe López, Moisés Muñoz y Francisco Reyes.

Foto: En esta imagen aparezco presidiendo una reunión del Consejo Social, por delegación, siendo rector Manuel Parras.

En efecto, en el mismo año de su constitución quedé vinculado a la Universidad de Jaén al ser elegido por el Parlamento andaluz, por unanimidad, miembro de su Consejo de Administración, creo que se lo debo a mis buenas relaciones con Antonio Pascual, que conocía mi empeño y dedicación hacia esta conquista, tal y como está recogido en las hemerotecas. Fui su primer secretario y continué ya en su Consejo Social, veinte años en este órgano de relaciones de la Universidad y la Sociedad, con sucesivas reelecciones, hasta que alguien me vetó, porque quiso pagarme, de esta manera tan poco elegante, mi independencia profesional. Es lo que tiene la política, por eso huyo en estampida cuando la huelo. Pero nunca fui persona de adhesiones inquebrantables ni hice genuflexión ante nadie como algunos políticos de la tierra, más de uno, han creído merecer. En mi larga etapa tuve el honor de presidir por delegación de los presidentes de turno el pleno del Consejo, una prueba de confianza hacia mi fidelidad y compromiso. Por supuesto, mi dedicación a la UJA ejercida durante esas dos décadas de forma totalmente altruista.

Foto: Primer Consejo de Administración, con Antonio Trujillo como presidente, y yo como secretario.

Qué ilusionantes los inicios en el Consejo de Administración donde había que inventarse la tarea. Empezamos por el principio, la convocatoria para la elección de los signos distintivos de la UJA. Mi recuerdo en este momento va dedicado al primer presidente, Antonio Trujillo García, que fue providencial para la puesta en marcha de la institución, haciendo dúo con otro personaje de referencia, Luis Parras Guijosa, que era el encargado de moldear este gran proyecto jiennense. Ambos hicieron fácil lo difícil. En el caso de Trujillo era un empresario que se había jubilado de Cervezas El Alcázar, donde fue director general y aunque natural de Badajoz, se entregó al servicio de Jaén a través de cargos como la presidencia de la Cámara de Comercio. Algunos, entre los que me cuento, alentamos su designación en un célebre encuentro en la fábrica de cervezas, y Domingo Moreno puede dar buena fe de ello. Trujillo tuvo a bien proponerme como secretario y aceptado por el pleno del Consejo empezamos la andadura, ilusionante y plena, en la que, aunque modestamente, estábamos contribuyendo a abrir una gran puerta a la esperanza de esta tierra.  

Siempre le estaré agradecido por este apoyo que nos permitió unos años de entusiasmo para colaborar en la medida de lo posible a que la Universidad creciera sana y contara con todo el respaldo que era vital desde el primer momento de la sociedad jiennense. Recuerdo horas interminables de reuniones, viajes a los pueblos de la provincia para que los alcaldes conocieran de primera mano lo que suponía la llegada de la institución universitaria y el apoyo que se demandaba, en fin, aquella tarea fue impresionante, y la valoro como un antes y un después, me ocurre como con la llegada de la democracia, es una sensación permanente de felicidad por lo nuevo, y en el caso de la Universidad, porque era un instrumento que iba a cambiar la vida de mucha gente, como se ha demostrado desde el año 1993 con la salida de tantas generaciones UJA que son el orgullo colectivo de esta tierra.

Cómo no recordar a personas entrañables como lo fueron en aquel primer momento los miembros en representación de la comunidad universitaria, el propio Luis Parras, y con él un señor tan competente y al que todos teníamos un cariño especial, el secretario general, José González. Además de ese gran gerente que fue Juan Hernández, junto a la presencia de dos pesos pesados de la institución, Pedro Alejandro Ruiz Ortiz, y por el cupo de Linares, Patricio Lupiáñez. Además había representación de alumnos y del Personal de Administración y Servicios. Del ámbito institucional tenían silla en el Consejo la entonces delegada de Educación, Aurelia Calzada, junto al presidente de la Diputación, Cristóbal López Carvajal, y el alcalde, José María de la Torre. Y luego estaban los intereses sociales, en los que yo me incluía al ser designado junto con Francisco Mateas y Fernando Hermoso, por el Parlamento de Andalucía. Los demás nombres fueron designados por la Junta de Andalucía o eran miembros natos por su pertenencia a determinados colectivos. Me estoy refiriendo a personas tan conocidas como el propio Antonio Trujillo, Esteban Ramírez, José María Sillero, José Luis Siles, Mariano Rodríguez, Lorenzo López Guijosa o José Luis Ruiz de Marcos. En total 25 miembros.

También quiero dedicar un afectuoso recuerdo a la presidenta y presidentes que siguieron la senda iniciada, la diligente Ana María Quílez, que le imprimió al cargo su impronta, y después dos grandes empresarios, primero Enrique Román y ahora Francisco Vañó. No quiero dejar de nombrar a los secretarios, en primer lugar a María del Carmen Jiménez, que me sucedió, y más tarde Vicente Oya Rodríguez, Manuel Anguita Peragón, ambos fallecidos, y ya últimamente Mercedes Valenzuela. Para ellos mi reconocimiento porque todos han sumado para consolidar este ingente logro.

Pero sobre todo quiero resaltar la apuesta de un político que ya no lo es, jiennense además, con el que su tierra estará en deuda permanente, Antonio Pascual Acosta, el consejero de Educación en el momento crucial y que salvó todos los obstáculos, que los hubo, para sacar adelante la ley, imponiendo el criterio frente a los sectores, que sigue habiendo hoy, de que sólo haya unas cuantas universidades y florecientes, frente a los que defienden, y yo lo he hecho personalmente en los plenos del Consejo Social, la virtualidad de instituciones académicas como la de Jaén, cercana a la gente y exponente de la igualdad de oportunidades, un hecho plenamente consolidado.

A propósito de las tensiones financieras de la UJA, que casi siempre han existido, aunque no hayan sido noticia porque los rectores, de una u otra forma, han visto satisfechas sus necesidades, a falta de ese modelo de financiación que es esencial y que al fin ha visto la luz, aunque falte mejorarlo para su adaptación a la realidad, he buscado en mi archivo un episodio que ocurrió hace 26 años, en 1997, cuando el entonces rector, Luis Parras Guijosa, se vio obligado a reclamar a Sevilla un reparto más equitativo de los fondos, porque, qué tendrá Jaén, siempre nos llegaban las migajas. En aquella delicada situación yo era el secretario del Consejo de Administración con el presidente Antonio Trujillo, y nos negamos a aprobar el presupuesto del ejercicio. El entonces presidente de la Junta, Manuel Chaves, le jugó una mala pasada a Jaén y su entonces consejero, Manuel Pezzi, declaró: “O hay más subvención o no se puede salir adelante, por lo que tendrán que ajustar su presupuesto y esperar al del próximo año”. ¿Y saben cuál era el problema? Que en un solo curso la población universitaria había pasado de 8.000 a 16.000 alumnos. Por lo visto pretendían que muriera de éxito.

Foto: Un acto de reconocimiento a algunos de los que estuvimos apoyando a la UJA desde el principio.

Luis Parras, aunque debía obediencia a la Junta, se mostró reivindicativo y exigente, porque intuía que podía derivar en situación crítica. En aquella oportunidad ya publiqué un artículo titulado “Universidad: palabras…”, lamentando el engaño, la extrañeza de que quienes políticamente la crearon se volvieran tan cicateros y no vieran esta perversión. De hecho se conocieron prórrogas presupuestarias que dejaron secuelas irremediables, menos mal que los buenos gestores pudieron ir enmendando la dura adversidad. Hubo reacciones de la sociedad, pero en aquellos momentos, 26 años atrás, el clamor popular aún estaba virgen, seguíamos viendo pasar la vida con nuestra natural indolencia, complejo de inferioridad y la santa resignación.  Y eso que se desconoce un hecho relevante que ocurrió en el proceso de creación de las tres nuevas universidades: Jaén, Huelva y Almería. Alguien con el máximo poder informó a Antonio Pascual, me cuentan testigos presenciales, que la de Jaén podía peligrar. El político jiennense no lo dudó ni un momento, sería por encima de su cadáver. Así se escribe la historia.

Por todas estas razones y muchas más, hay que cuidar y mimar a la UJA, que es en realidad la principal empresa tractora de la provincia, ahora que está tan de moda esa denominación, y ya no se va a permitir que las veleidades de la política, los intereses de los grandes, el mercadeo, etc., la pongan en peligro. Es fácil de entender en consecuencia que quien esto firma diera el paso al frente para apoyar en primera fila la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Universidad de Jaén, que no ha sido una acción oportunista ni política, porque gobierne ahora el Partido Popular, ya tuve la oportunidad de demostrarlo con igual contundencia cuando la Junta estaba mandada por los socialistas. A algunos se les llena la boca con el sagrado nombre de Jaén, pero se pliegan a los dictados de sus partidos.

Mi enhorabuena a la Universidad, con sus cuatro rectores a la cabeza, Luis Parras Guijosa, Manuel Parras Rosa, Juan Gómez Ortega y Nicolás Ruiz Reyes, cuatro personas distintas pero unidas por un proyecto que tiene que ser la tabla de salvación de Jaén. Cuando paso por la UJA y veo sus modernos edificios, ese Campus que da envidia y sobre todo esos miles de alumnos y profesores que le dan vida, siento alegría y orgullo como hijo de esta tierra, también porque mis hijos se han formado en ella.

Y nada deseo más que esta Universidad que aspira a ser universal pero al tiempo localista, términos perfectamente compatibles, cumpla al pie de la letra la finalidad para la que fue creada, implicación en el desarrollo de esta tierra y la complicidad de tantos jienenses como habitantes hay, porque esta conquista es de todos y tenemos la obligación de conservarla y, si preciso fuera algún día, ojalá que no, defenderla hasta con uñas y dientes porque además de imprescindible es donde se juega el futuro de esta provincia.

Foto de portada: A esta fotografía le tengo un cariño especial. Estoy con el gran hacedor de la Universidad de Jaén. Desde Ideal, medio del que era responsable, nos volcamos todos para apoyar esta conquista histórica. Mi relación personal con Antonio Pascual fue magnífica, siempre le estaré reconocido por la apuesta que hizo por su tierra,.

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