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La Justicia de Irlanda ha absuelto a un hombre acusado de violación al aceptar como justificación, entre otros argumentos, que la víctima llevaba “un tanga con un lazo por delante”…

Hemos pasado de la minifalda al tanga, alguien podría pensar que es un avance en los argumentos utilizados dentro las decisiones judiciales y en las deliberaciones de los jurados a la hora de justificar que no ha existido una violación, pero en realidad los hechos demuestran que no sólo no se ha avanzado, sino, todo lo contrario, que hemos retrocedido. La situación es clara, quedarse atrás y con el mismo tipo de razonamientos cuando la sociedad ha cambiado y avanzado de manera decidida hacia la Igualdad, es estar más lejos de la realidad, no dentro de ella, y la consecuencia también es directa: hoy, al igual que ayer, lo que prevalece en la investigación de la violencia sexual (y de la violencia de género de manera global), es el cuestionamiento de la víctima en lugar de la conducta del agresor.

El razonamiento a la hora de llevar a cabo las investigaciones de los casos de violencia que se ejercen sobre las mujeres en cualquiera de sus circunstancias y contextos, parece partir de una estrategia clara y común, con independencia del rincón del planeta en el que se realice. Y en lugar de investigar los elementos denunciados desde una posición científica y tomando como referencia la denuncia, como se hace en cualquier otro delito, lo que se hace en violencia de género es seguir los siguientes pasos:

1. Cuestionar la palabra y la credibilidad de las mujeres para poner en duda los hechos denunciados.
2. Ver qué elementos de “honorabilidad”, “respeto”, “consideración”, “honradez”… tiene el hombre denunciado para así cuestionar con más fuerza la palabra de la mujer.
3. Identificar los beneficios que puede obtener la mujer a través de la denuncia de ese hombre, bien desde el punto de vista material o como “venganza” por situaciones vividas. De ese modo se confirma la hipótesis primera basada en que no hay que dar mucho crédito a la palabra de las mujeres, dispuestas a cualquier cosa con tal de salirse con la suya, tal y como marca el mito de la “mujer perversa”.
4. Analizar la conducta de la víctima durante los hechos denunciados para utilizar cualquier elemento en su contra, bien sea llevar un “tanga con un lazo por delante”,“una minifalda”, “un escote generoso”o haber ”consumido bebidas alcohólicas”.
5. Estudiar al comportamiento y la historia de la víctima para traer al presente situaciones del pasado que vuelvan a cuestionarla a ella y a exculpar al agresor.
6. Si, finalmente, todo ello es insuficiente y no da resultado, entonces, a modo de plan B, se recurre a los mitos sobre el agresor y se dice que actuó bajo el efecto del alcohol o de alguna sustancia tóxica, que padece algún problema mental, o se echa mano de un argumento más posmoderno, muy de moda en la actualidad, y se dice que se trata de un “hombre malo”.
Lo hemos visto en la sentencia de Irlanda, pero lo vemos también en el caso de “la manada”, en el de Juana Rivas o en tantos otros.

El resultado final afecta a la investigación a través de todos los sesgos, prejuicios y estrategias aplicadas, lo cual conduce con gran frecuencia a la impunidad de los agresores y a criticar a las mujeres con independencia del resultado de la sentencia. Ellas siempre son malas y perversas con independencia de que ellos sean inocentes o culpables.

Se imaginan que desde los Servicios de Urgencias se dijera que una persona no sufre neumonía porque acude a la consulta poco abrigada, o que es imposible que a otra persona le duele la cabeza porque entra con unos auriculares conectados al móvil… Sería inadmisible, y si lo hicieran tendrían consecuencias por malpraxis profesional, sin embargo, cuando este tipo de razonamientos de traslada a la Justicia y a la investigación criminal en los casos de violencia de género parecen admisibles.

No es casualidad que los acontecimientos vengan caracterizados por esos elementos y que ocurra en cualquier lugar del planeta, pues en todas las sociedades la cultura que define las identidades, las relaciones interpersonales y da significado a la realidad es el machismo. Y la violencia contra las mujeres forma parte de ella, tal y como recoge la OMS cuando muestra que el 30% de las mujeres del planeta sufrirán violencia por parte de su pareja o expareja en algún momento de su vida, y como reflejan los informes de Naciones Unidas al revelar que cada año unas 45.000 mujeres son asesinadas en el contexto de las relaciones de pareja y familiares.

Todo ello es un tongo a los Derechos Humanos y la convivencia. Y debemos ser conscientes que si no se hace algo para evitarlo, se está haciendo para que continúe este engaño del machismo y toda su violencia presente y futura.

 

*(Recogido del Blog «Autopsia», de Miguel Lorente Acosta, autorizado por su autor para enjaendonderesisto).

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