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El ejecutivo comunitario ha presentado su informe anual sobre los desequilibrios macroeconómicos de nuestra economía, en el que pone de relieve que, a pesar de la fuerte recuperación, el PIB ha crecido un 9% desde 2013, aunque precisa que este ejercicio se producirá una desaceleración, y aun admitiendo que la economía española continúa una senda de fuerte y sólido crecimiento,  advierte que no ha superado   totalmente los efectos de la crisis, por lo que debe encarar aún retos de muy alta consideración.

Entre los desafíos más significativos que menciona, cabe destacar la alerta relativa al uso generalizado de los contratos temporales, uno de los registros más elevados de la UE, muchos de ellos de muy corta duración; la necesidad de establecer un exhaustivo  control sobre los objetivos fiscales del Estado y de las comunidades autónomas, control que debe extender sobre la deuda pública  y privada, por el alto nivel de vulnerabilidad que genera y los  efectos negativos sobre la productividad provocada por la precariedad laboral.

Cabe preguntarse en este punto si el modelo de crecimiento seguido en los últimos años por el actual gobierno ha sido el más adecuado, y si los avances conseguidos, a pesar de los desequilibrios comentados, podían haberse mejorado.

Un interesante artículo de Fernández Sánchez, economista senior de Funcas, respalda el camino seguido hasta ahora que, en su opinión, basa   en los siguientes puntos. El crecimiento durante esta fase de recuperación  no se ha apoyado sobre el endeudamiento privado sino, al contrario, se ha producido al mismo tiempo que familias y empresas han reducido significativamente su posición deudora. De otro lado, resalta que la composición del crecimiento es más sólida tanto desde la perspectiva de la demanda como de la oferta. Así la inversión en bienes de equipo ha representado el 18% del incremento de la demanda nacional real en los tres últimos años, frente al 9% entre los años 2000 y 2007. Igualmente hace especial hincapié en la mejora de las exportaciones sobre el PIB, que se incrementa un 8%, y del crecimiento de nuestra cuota de mercado sobre las exportaciones mundiales, lo que permite asegurar la continuidad de esta positiva evolución. 

Finalmente, a diferencia de etapas anteriores, no se ha producido un deterioro de los costes laborales unitarios relativos, lo que ha permitido recuperar competitividad, lo que explica la intensidad de la creación de empleo.

Sin embargo, como advierte el informe de la Comisión Europea, persisten  deficiencias estructurales que comprometen nuestra capacidad de seguir mejorando el nivel de vida de los ciudadanos.  Aparte de las recomendaciones específicas señaladas en ése informe, relativas al empleo y al control de la deuda tanto pública como privada, es necesario seguir insistiendo sobre la cualificación de la mano de obra, donde arrastramos un déficit importante en comparación con nuestros socios europeos, sobre la mejora de la productividad y, especialmente, prestar la máxima atención a los problemas de  sostenibilidad del sistema de pensiones.

 

 

 

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