Skip to main content

Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Amanece, es Domingo de Ramos. La muchedumbre está en la calle. Los devotos del Señor llenan de amor las calles de una ciudad de la Alta Andalucía. Los cuarenta días han pasado y los plenipotenciarios están particularmente felices. Sus actos convocados han sido un éxito total y esperan la culminación en esta fiesta que acaba de comenzar.

El desfile de Cristos y Virgenes empapará de pétalos las gastadas rúas de la urbe. Lloran las viejas por las cancelas y en los balcones las saetas elevan las plegarias al cielo.

Todo está saliendo, según lo convenido: el cofrade mayor alardea de su buen hacer y el pecho rompe los botones del inmaculado traje. Es feliz, en su cara asoma el triunfo de su causa.

El hombre, siguiendo con sus costumbres, camina solo por las veredas de su ciudad.

La sentencia se va a cumplir y no quiere dejar en el abismo a su amigo. Vive en la parte vieja, en la ladera de un cerro semejante a otro en donde el condenado murió. Las cuestas le recuerdan la vía de dolor que tuvo que cruzar. No sabe por qué.

Lleva un año en la montaña y todavía no ha conseguido acostumbrarse a sus tradiciones; no entiende que la devoción y religiosidad no se trasladen al cuidado de los demás. Vino a buscar amor.

Está expectante, desea que pronto acabe la semana y poder escapar de la ilusión en la que se encuentra. Los días pasan y se acerca la madrugada del Viernes Santo, en la que los plenipotenciarios conmemoran la muerte de Jesús.

Ya sale el Nazareno, viste una túnica bordada en oro. La cruz que carga, también es de alcurnia alta. No lleva un madero al uso. El hombre sorprendido, acurruca su tristeza por las aceras. La ceremonia tan suntuosa no es el mensaje que su amigo quiso trasladar. Otra vez, se ha modificado a lo conveniencia de los que mandan: el pueblo sumiso sigue las órdenes.

La belleza del reo lo envuelve todo. La madrugada se alumbra con la luna llena. Los ojos del devoto se mancillan con la majestuosidad de la cruz.

El Nazareno ronda, otro año más, los corazones de los que lo miran de verdad.

Dejar un comentario