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(Inspirado en un lienzo de Fausto Olivares)

Por MARI ÁNGELES SOLÍS DEL RÍO / La noche se presentía larga y oscura. Los cristales gritaban ante la brutal caricia del viento que, más que caricia, era agresión… porque las gotas de lluvia eran como lágrimas de corazones que enjugan su dolor revolviendo en las entrañas, sangrantes tras ser apuñaladas con la faca de esos recuerdos que, tal vez, quedaron sombríos y ocultos en aquel patio con olor a jazmín, con el humo del tabaco formando una cúpula de iglesia profana donde se adora al “duende” y el “quejío” de una voz desgarrada.

Mis ojos se perdían entre lienzos, dibujos y cuadros, óleos que desafiaban el paso del tiempo encarándose al olvido… mientras, el arte de Fausto me trasladó al expresionismo más sublime y, entre madonnas que “mostraban sus vergüenzas, desvergonzadamente”… la voz de Francoise me envolvía en “aquella silueta congelada virgen inmóvil, engreída… por la ventana veo el campanario de la Magdalena que hiela sus ocho facetas moriscas”… Y el silencio era un tributo entonces, un tributo al primogénito de los Olivares, allí, en su taller, rodeada de su esencia, sintiendo en mi mano la mano de Francoise, Fafa para quienes la queremos… con mi corazón jadeante como una hiena en celo en busca del arte, quise, desde la humildad, escribir un cuadro, plasmar en palabras el universo de Fausto, tan admirable y tan humano. Le pedí a Fafa un rostro, una mueca, un gesto, una faz… que antaño, Fausto pintara.

Desgarro en los centros. Grito que revienta las entrañas. Se estremecen las entretelas del alma… veo la calle sola, veo la calle sola y empedrada, y ella que también va sola con el miedo a sus espaldas. Mujer, que el horror acecha, te alcanzará cuando cruces descalza… que no hay primavera que merezca la pena si el viento no roza tus alas.

Mujer, no desafíes a la noche, vengas de donde vengas, de un burdel o de tu casa… porque hay sombras que no dejan a las mujeres convertir un mendrugo en pan, sobre todo, sin van descalzas.

Retrato de una sociedad que humilla. Que te hace gritar, mujer, que te hace gritar… no poder ir sola por tu calle porque las sombras te aguardan. Quizá algún baboso de manos frías quiso tocar tu desnudez desmemoriada, quizá fue el viento que te quitó las ropas al pasar por la posada… pero nadie supo entonces que te ganaste el respeto aunque al pasear sólo te cubra el alba.

Y gritaste tanto que nadie te escuchó… ese silencio que se engarza en las calles de piedra y permanece siglos… como si nada. En tus ojos entreabiertos se vislumbra la humillación a la que te obligaron aquella noche tan larga, aquella noche de gritos que muerden y de silencios de los que callan.

Grito de horror, qué te pasó, dime, que le dueles a mi alma. Esa boca abierta por la que se escapa el susurro de una vida que se desangra. Si en las esquinas brotaran flores, tú serías una color malva… que escenificas el dolor y el horror de una calle vacía y una mujer que sola pasa…

Grito del pueblo. Eres la voz del pueblo, a veces sumisa y siempre desgarrada; a veces firme y siempre desgarrada; a veces de silencio y siempre desgarrada…

Eres la voz del pueblo que pintó Fausto. También era oscura aquella madrugada. Y supo reflejar en ti el horror de siglos, el dolor de la tierra que nunca pasa… por ponerte un nombre, te pondría María o Magdalena, porque acaso en tu mismo barrio tu inocencia fue robada, entre los gritos de la taberna y tus gritos, mujer, que nadie escuchaba.

Así fue… la tarde lluviosa siguió azotando las ventanas. Afuera, la silueta de la piel de lagarto nos miraba, mientras Fafa y yo cosíamos los recuerdos de muchas madrugadas. Fuimos testigos acaso del tiempo que nunca pasa. Por la noche volvió el “duende” a arrebatarme el alma y, por soleá la intención, y me dormí escuchando “Me preguntan si te quiero y yo digo que ni verte. Te quiero más que a mí madre y con eso engaño a la gente”, y viendo entre brumas las siluetas de las torres de los conventos y las siluetas de las monjas vírgenes con su vida macabra…

aquella silueta congelada virgen inmóvil, engreída… por la ventana veo el campanario de la Magdalena que hiela sus ocho facetas moriscas”…

Versos pertenecientes al poema “Viento del Oeste”, escrito por Francoise Gerardin y pertenecientes al libro “En Jaén, donde…”.

Ilustración: VIOLENTADA de Fausto Olivares

Huile sur toile 65×50 (1978)

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