Skip to main content

Por IGNACIO VILLAR MOLINA / El Banco Central Europeo realiza una encuesta trimestral para pulsar la actitud de los bancos de la Eurozona y medir su disposición estratégica sobre los criterios de análisis y concesión que las entidades aplican a las solicitudes de financiación de sus clientes. Según este sondeo, referido al último trimestre de 2022 y las expectativas para 2023, la evolución de la financiación a hogares y empresas en los últimos meses se ha endurecido claramente, confirmando la tendencia de los tres trimestres anteriores.

Así mismo señala que las causas que inciden sobre esta contracción del crédito bancario son imputables tanto a la oferta de financiación por parte de las entidades como a la demanda referida a los segmentos de hogares y empresas. En el primer caso la evolución a la baja responde al aumento del riesgo percibido por las entidades financieras, fundamentalmente por el deterioro de las perspectivas macroeconómicas y, en menor medida, por el incremento de los tipos de interés. En el caso de los hogares, el encarecimiento del crédito junto al deterioro del presupuesto familiar provocado por la alta inflación y la pérdida de poder adquisitivo, son las causas que inciden en la menor apelación a la financiación.  

Los datos aportados por este estudio señalan que esta situación no se limita sólo a nuestro país, sino que la tendencia de aplicar mayor rigor a los criterios de concesión crediticia, se extiende a todo el ámbito de la UEM (Unión Económica y Monetaria), igualmente afectado por similares causas que las señaladas para España.

Concretamente en nuestro país, si nos atenemos al análisis de las dos principales partidas del balance de los bancos españoles, depósitos y créditos del sector privado, podemos advertir el destacado grado de dependencia que guarda su posición de liquidez para moderar o acelerar las estrategias de su actividad crediticia, y porqué los bancos están retrasando la remuneración de los ahorros de sus clientes. En  2010, el conjunto de los grupos bancarios españoles consolidados, tenía prestado al sector privado, hogares y empresas, 2,21 billones de euros y, por el contrario, los depósitos de sus clientes ascendían a 1.47 billones, de tal forma que los bancos habían tenido que recurrir a los mercados para recabar los recursos necesarios para atender a sus solicitudes de financiación. Sin embargo, la situación en estos momentos es la contraria. El volumen de crédito es prácticamente el mismo que hace 13 años y, sin embargo, los depósitos han crecido un 55%, hasta 2.28 billones, lo que significa que mantienen una posición de liquidez sobre su cartera crediticia en  torno a 100.000 millones de euros. Por otra parte, no podemos olvidar que ese exceso de recursos, junto a las oleadas de liquidez del BCE, y las amortizaciones y devoluciones de los préstamos y créditos en vigor, son más que suficientes para atender las nuevas solicitudes, especialmente si tenemos en cuenta, como hemos señalado anteriormente, que en una etapa contractiva de la actividad económica, la demanda de financiación cae claramente porque tanto hogares como empresas aplazan planes y proyectos por la incertidumbre del momento y por el incremento de los tipos de interés. Si bien la opinión de los bancos a ese freno obedece a que “no hay economía suficiente en este momento para absorber la liquidez  bancaria”, o, lo que es lo mismo, “no existe demanda solvente”. No olvidemos que los dos aspectos básicos que valoran los bancos para acceder a la financiación de sus clientes, tanto de los hogares como de las empresas, pasan por medir la absoluta seguridad del retorno de los capitales prestados en los plazos acordados (recuerden que se considera que un hogar no debe destinar más de un 40% para el pago de la totalidad de su endeudamiento financiero, incluido las tarjetas de crédito ), y, cómo no, la obtención de un margen suficiente que le permite mantener su nivel de beneficios.

En este escenario de holguras de recursos resulta más claro entender que los bancos puedan prescindir, al menos por ahora, de entrar en nuevas “guerras de captación de recursos de clientes”, aunque algunas entidades anuncian ya que para el próximo verano podamos ver el retorno de la retribución del ahorro.

Por otra parte, es proverbial la especial atención que caracteriza a los bancos en su faceta de vigilancia del análisis de las coyunturas económicas, por las consecuencias que pueden derivarse para la estabilidad tanto de la situación financiera de sus clientes como por  el grado de efecto que pueden repercutir en sus estrategias comerciales y a su actividad de intermediación, que pueden tener especial reflejo en sus cuentas de resultados. Estas coyunturas exigen una acomodación inmediata que se traduce en un mayor rigor en al análisis de las nuevas solicitudes de financiación de sus clientes, en las que se incluye, además de la estabilidad laboral y financiera del presupuesto familiar o de las empresas, el destino de los fondos y sus posibles complicaciones posteriores.  

Pero no es solo la proverbial cautela de los bancos, otras instituciones notables, BCE, BM, FMI, cuando atisban cambios coyunturales que pueden afectar de una forma manifiesta a su actividad, instan a extremar las precauciones, especialmente en lo que se refiere a la concesión de nueva financiación, a reducir el reparto de dividendos, y a incrementar el nivel de provisiones para robustecer su músculo ante posibles incrementos de las insolvencias, incluso, a someter a test de stress las nuevas demandas de financiación para medir el grado de respuesta que tendría el cliente para soportar un endurecimiento de la situación económica, o un recrudecimiento de los tipos de interés.

En este aspecto hay que considerar que las secuelas esperadas de cada crisis no son del mismo calibre. Si tomamos como referencia la crisis inmobiliaria-financiera de 2008, cuando los capitales pendientes de pago de muchas hipotecas sobrepasaban el valor real en esos momentos del inmueble hipotecado, no es, ni mucho menos comparable, con la situación actual cuya magnitud se reduce porque los valores inmobiliarios han recuperado una valoración equilibrada a sus cargas hipotecarias, y los hogares y las empresas gozan de una holgura de ahorro superior a los préstamos pendientes de pago. Sin embargo, no olvidemos que al inicio de 2022, lo que parecía una recuperación económica a toda velocidad,  tras la pandemia, se esfumó como consecuencia de los efectos de la guerra de Ucrania, que provocó una inflación desbocada, lo que desquició totalmente las previsiones más optimistas.

En cualquier caso, si las precedentes consideraciones nos pueden ayudar a entender las decisiones estratégicas de los bancos como sociedades que deben velar como primera y última misión por cuidar su estabilidad y sostenibilidad, en una coyuntura de beneficios tan desahogada como la actual y con viento de cola para los próximos meses, deberían aprovechar para hacer signos suficientes para mejorar su reputación ante sus clientes presentes y futuros. Si las vueltas a la tuerca de las comisiones tenía sentido en momentos en que el margen financiero no daba la medida necesaria, tampoco tiene sentido mantener a ultranza su voracidad estratégica, ya que, en todo caso, está generando argumentos más que suficientes para  justificar la reciente decisión del ejecutivo de gravar con un nuevo impuesto los beneficios obtenidos por el margen de intermediación de intereses y comisiones cobrados.

FOTO: La evolución de la financiación a hogares y empresas en los últimos meses se ha endurecido claramente, confirmando la tendencia de los tres trimestres anteriores.

Dejar un comentario