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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / La función de los bancos en la economía ha sido invariablemente fuente de controversia cuya actualidad no remite con el paso del tiempo. El enunciado básico se puede concretar en que su papel se considera imprescindible para la evolución general de la actividad económica, siendo su misión, por un lado, realizar una eficaz reasignación de los recursos económicos, intermediando en la dinámica de transferir los capitales de los ahorradores a los agentes económicos, familias, empresas y al Estado, para financiar inversiones, productividad y, de otro lado, contribuir a lograr tanto una estabilidad monetaria como financiera y a proporcionar una seguridad máxima de los sistemas de pago.

Como toda actividad, no está exenta de riesgos de diversa índole, inherentes al negocio bancario. El más característico es el riesgo de mercado que se puede traducir en la posibilidad de incurrir en pérdidas derivadas de movimientos adversos, en factores del propio mercado o bursátiles, y que pueden afectar a la integridad estructural de la entidad. Así, un cambio adverso en las variables de precios, tipos de interés, volatilidad o tipos de cambio, en posiciones abiertas sobre activos, como bonos, acciones, derivados, etc., pueden determinar el deterioro de su estabilidad y abocarlos a estados de pre-quiebra o colapso total.

La experiencia de las últimas crisis financieras, que han tenido un especial impacto en la economía global, como la ocurrida en 2008, conocida por “la crisis de las subprime o la crisis de las hipotecas basura”, que marcó una etapa de congestión general del sistema financiero, pusieron de manifiesto, la falta de una regulación más concreta y estricta que pudiera detectar seísmos financieros de esta envergadura y vías para evitarlas o al menos atemperar su nocivo impacto.

La Academia Real de Ciencias de Suecia, a la sazón la Institución que otorga los Premios Nobel anuales a los estudios destacados en diferentes ramos de la ciencia, ha resuelto conceder el de Economía a Ben Bernanken, Presidente Emérito de la Reserva Federal de EEUU entre los años 2006 a 2014; Douglas W. Diamond, profesor de la Universidad de Chicago; y a Philip H. Dybwig, profesor de la Universidad de Washington. Su trabajo de investigación ha permitido entender la importancia práctica de la regulación de los Mercados Financieros y cómo hacer frente a las crisis financieras. Igualmente han resaltado la relevancia del papel de los bancos, la necesidad de hacerlos menos vulnerables durante las crisis y cómo evitar que sus quiebras, magnifiquen las crisis financieras. “Cuando los ahorradores saben que hay un mecanismo que les garantiza sus ahorros ya no necesitan correr tanto para sacarlos”.

Por su parte, la Academia Sueca ha subrayado la gran importancia práctica del análisis realizado por los tres economistas, que establecieron los cimientos de su investigación a principios de 1980. Así mismo, ha informado que la decisión de la concesión del Premio se ha basado en tres aspectos. Por una parte, porque mejora significativamente el papel de los bancos durante las crisis financieras. En segundo lugar, porque en el ámbito económico, es absolutamente necesario evitar los colapsos financieros y, gracias a las ideas aportadas por los laureados, han mejorado nuestra capacidad para evitar las crisis y los costosos rescates que generan, y por último, por desarrollar modelos teóricos que explican por qué existen los bancos, cómo su papel en la sociedad los hace vulnerables a los rumores sobre su inminente fracaso y cómo la propia sociedad puede disminuir esta vulnerabilidad.

En realidad no podemos olvidar que el elemento base de las relaciones entre bancos y clientes está cimentado en la confianza; “no hay ningún banco en el mundo que tenga suficiente dinero para atender las retiradas de los capitales de todos sus clientes”. Por eso, la crisis financiera de 2008, puso de manifiesto que las autoridades no tenían herramientas útiles para gestionar una crisis bancaria. Así, en ese período, se aprobaron dos piezas regulatorias clave: una, de refuerzo de la solvencia y la liquidez de las entidades, y otra, de resolución de las entidades en quiebra. Este nuevo marco de resolución, tiene como objetivos básicos, por un lado, la protección de los contribuyentes –no más rescates bancarios bail-outs (pagados por el estado), a diferencia de los bail-ins (en las que los depositantes deben asumir una parte del descalabro), y por otro, la estabilidad financiera –hay que garantizar la continuidad de las funciones críticas prestadas por las entidades. En este sentido, conviene recordar que en la actualidad, el Fondo de Garantía de Depósitos, no sólo garantiza hasta 100.000 euros por titular y entidad, los capitales depositados en los bancos adheridos al sistema, sino que también tiene la finalidad de contribuir al saneamiento y reflotamiento de Entidades de Crédito en dificultades.

No obstante, en este contexto, como enfatiza Antonio Carrascosa, Director de la Cátedra de Estabilidad Financiera de la Universidad de Navarra y ex-director general del FROB, “es fundamental el refuerzo de la capacidad de absorción de pérdidas y de recapitalización de las propias entidades financieras. En algunas jurisdicciones la artillería anti crisis se refuerza con la creación de un fondo de resolución creado por todos los bancos”.

Foto: Los tres distinguidos con el Premio Nobel de Economía: Ben Bernanken, Douglas W. Diamond y Philip H. Dybwig.

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