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No descubro nada nuevo si enfatizo en considerar las futuras pensiones como uno de los retos más importantes a los que deberán enfrentarse los jóvenes de ahora.  El déficit endémico y progresivo   que desde hace unos años presenta  el  Sistema como consecuencia  del tremendo cambio demográfico que afecta,  no sólo a nuestro país sino  a la mayoría de países,  provocado  por  la mayor longevidad de la población y por  la insuficiencia de los ingresos por cotizaciones,  ponen en serio peligro para las generaciones futuras las justas y lógicas  aspiraciones  de alcanzar una pensión suficiente para cubrir con desahogo las necesidades de vida, sobre todo si tenemos en cuenta que  a   la reducción generada por las referencias a considerar  para su cálculo, que de entrada ya supondrán una merma en torno al 35% con respecto a los topes  actuales,  debemos unir la  pérdida de poder adquisitivo que les supondrá en el futuro al tener limitada la revalorización sólo al 0,25% hasta 2050.

Con independencia que desde diferentes instancias se esté urgiendo al Gobierno para que replantee el  sistema   ya que las medidas implementadas hasta ahora, preferentemente  centradas en retrasar la edad de jubilación y variar los períodos  de cotización,  deben  completarse en  la nueva edición,  ahora en estudio,  del Pacto  de Toledo, donde todos los agentes implicados puedan establecer  un nuevo acuerdo , desde diferentes foros,   se sugiere continuamente  a los trabajadores  que deben  asumir, sin más demora, la necesidad de efectuar un ahorro gradual complementario que les permita incrementar su pensión de futuro.

Un estudio realizado por el Instituto BBVA de Pensiones a personas de edades comprendidas entre 18 y 65 años,  pone de manifiesto  que sólo el 27% de los encuestados  ha asumido el hábito de ahorrar  parte de sus ingresos actuales  para destinarlos  a complementar   su pensión  lo que, por otra parte, puede traducirse que este problema  no ha calado suficientemente en la población afectada.  Sin embargo, parece bastante evidente  que unos de los mayores impedimentos  que encuentran los asalariados estriba en  que  sus actuales ingresos no les permiten detraer cantidad alguna para destinarla a ese fin  y, por otro lado, que el momento de la jubilación  queda aún bastante lejos, aunque  reconocen que,  en muchos casos,  sufrirán aprietos  para mantener su actual nivel de vida precisando que, al menos, necesitarían una pensión media  de 1.300 euros para atender  sus necesidades. La complejidad del Sistema Español de Pensiones  de la S. Social  impide,  de otro lado, una mayor información  a los trabajadores que les permita conocer  con antelación la estimación de la pensión que correspondería a cada uno  cuando llegue la fecha de su jubilación.

Las últimas modificaciones que se quieren adoptar como la posibilidad de rescatar los planes de pensiones  privados a los 10 años de su constitución o estimular  el ahorro a largo plazo van, en mi opinión,  en la dirección adecuada, a pesar de encontrar no poco rechazo entre  algunos expertos y las entidades financieras,  pero resultan netamente insuficientes.  La incentivación de los planes de pensiones a través de las empresas  o la implementación de un plan de pensiones mixto que combine el actual sistema de reparto con el desarrollo de un sistema de capitalización con participación empresarial, aportarían una mejora del PIB y del empleo  y,  según ICEA, permitiría mantener el sistema público sin necesidad de incrementar cotizaciones o reducir la tasa de sustitución.  Aunque la mejor forma de equilibrar el sistema  sería, según  todos los cálculos, que el paro bajara al 6%. ¿Cuándo será  posible?

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