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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / El rally inflacionista se está convirtiendo no sólo en uno de los principales problemas para la economía del país, sino que está provocando varios focos de polémica y debate en los foros económicos en torno a los aspectos derivados de su origen, consecuencias y, especialmente, sobre la oportunidad y cuantía de las medidas que las autoridades monetarias están aplicando para tratar de reducir sus efectos perniciosos. Estas discrepancias comprenden desde la etiología del fenómeno inflacionista, que unos achacan a un “shock de oferta” o , como defienden otros, si está impulsado “por la demanda acumulada de los consumidores”, o, incluso, si sólo se trata de una inflación de costes. Y, por otro lado, si esta dificultad tiene un carácter temporal o va a seguir formando parte de las amenazas que acechan a la actividad económica por un período más prolongado. Sin embargo el aspecto donde la controversia alcanza un mayor grado, como hemos destacado, es en las medidas que el BCE está implementando para frenar la clara tendencia alcista de la inflación y, concretamente en los que respecta al ritmo y cuantía de los incrementos de los tipos de interés.

Dada la vital importancia que los niveles de los tipo de interés tienen para la actividad económica y, por ende, para los hogares, empresas y estados, no resulta nada extraño que en este punto se libren los episodios más destacados, sostenidos por muchos economistas e instituciones que consideran excesivos las subidas habidas hasta ahora y, especialmente, la relativa a la última adoptada por el BCE, aumentándolos de una sola tirada 75 puntos básicos, con la perspectiva de que en las próximas reuniones de octubre y diciembre todavía debamos admitir añadidos, por cuantía todavía por determinar, en cada una de estas sesiones.

No cabe duda de que los bancos centrales han optado por asignar una prioridad absoluta a frenar el ritmo alcista de los precios y, consecuentemente, están centrando su intervención en aplicar sin paliativos la medicina que aconseja el vademécum monetario para estas situaciones, que no es otro que subir, hasta donde sea necesario los tipos de referencia. Así la Reserva Federal ha efectuado, hasta ahora, 4 subidas y anuncia que terminarán el año entre el 3 y el 4%, mientras que el Banco Central Europeo lo ha hecho en dos ocasiones fijándolos en el 1.25 %, después de la última subida del 0.75% aplicada en la última reunión del día 8 del presente mes también urgido, además de por las inclemencias inflacionistas por la depreciación que está contabilizando el euro, lo que está creando otra fuente de inflación importada adicional a las causas ya contabilizadas, según algunas fuentes económicas en las que hay que incluir las de nuestro propio gobierno.

Por lo que respecta a nuestro país, son muchos los que sustentan criterios que consideran que el ritmo y los importes aplicados son inadecuados por las nocivas consecuencias que generan para la economía porque pueden acelerar una recesión inmediata y más severa de lo necesario, y, de otra parte, por su incidencia en las posibles restricciones de créditos, el incremento de los tipos reales que aplicarán los bancos a los nuevas financiaciones y a las revisiones de las hipotecas pactadas a tipos de interés variables que, igualmente, drenarán mayor capacidad adquisitiva de los salarios adicional a la que ya les ha reportado la subida de la electricidad y las gasolinas, y la de la cesta de la compra, contaminada ya por la escalada de la energía, lo que está suponiendo aportar 2.5 puntos al nivel de inflación.

En este contexto debemos insistir en la repercusión que esta serie de alzas de los tipos tiene en las economías familiares y en el mecanismo que propicia que estos movimientos alcistas de los tipos tengan un especial reflejo en los registros que sucesivamente va marcando el EURÍBOR, referencia, especialmente en su versión a 12 meses, a la que están supeditados la mayor parte de las revisiones de los préstamos hipotecarios a interés variable.

Como hemos explicado en varias ocasiones, el EURÍBOR es el Tipo Europeo de Oferta Interbancaria, y en términos generales se refiere al precio, que según el plazo, los bancos se intercambian préstamos entre sí en el mercado interbancario. Estos mercados son tan abiertos, (se caracterizan por no existir barreras de entrada de carácter legal ni trabas para el funcionamiento del libre mercado donde los precios se fijan y se determinen por la interacción de los oferentes y demandantes), que suelen anticiparse a la evolución del tipo oficial real. Así en agosto ya los mercados descontaban las próximas subidas oficiales, lo que determinó que el euríbor a 12 meses terminara en el 1,249% de media, el mayor en una década. En septiembre continúa la senda alcista, ya que ha superado el 2%, con una media del 1,9%.

La cuestión más inmediata no es otra que plantear hasta qué punto puede seguir la escalada actual de los tipo oficiales y, por tanto, su reflejo en el euríbor. Hasta ahora hemos asistido a un rosario de fallos en las predicciones de numerosas instituciones, analistas y economistas, previsiones erróneas que pueden estar justificadas por la complejidad de las directrices que está siguiendo la inflación, especialmente sobre la valoración que el BCE había efectuado sobre su horizonte temporal. Al final las apuestas parecen coincidir en la mayor permanencia de los altos niveles de los precios lo que, como hemos señalado anteriormente, obligará a la autoridad monetaria a incluir nuevas subidas de los tipos oficiales cuya cuantía no resulta fácil de enunciar, si bien las apuestas se encuadran en que el euríbor finalizará entre el rango del 2.3-2,5% para este año y el 3% para el próximo 2023. Sin embargo, según mi criterio, estas oscilaciones estarán muy condicionadas por la evolución de las magnitudes económicas básicas que se registren en los próximos meses, especialmente las relativas a la propia inflación y al crecimiento económico, es decir al PIB.

En este escenario y en virtud de la patente indefinición de la permanencia de esta coyuntura inflacionista y sus consecuentes subidas de tipos, la recomendación más adecuada a los titulares de préstamos hipotecarios, especialmente a interés variable, debería pasar por revisar el tipo total actual para obrar en consecuencia, sobre todo si supera el 2.5-/3%. Así resulta obligatorio efectuar una prospección del mercado, empezando por su propia entidad, para poder optar a la mejor oferta. En cualquier caso la decisión deberá sustentarse no sólo en el nuevo tipo a pactar con la entidad, bien mediante renovación, o subrogación en otra diferente, sino también en los costos adicionales que puedan producirse como comisiones de cancelación o desistimiento, gastos de notaría y registro, u otros gastos inherentes a la operación, como los relativos a desembolsos por la contratación obligada de nuevos seguros u otros productos exigidos por la entidad.

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