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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Las turbulencias de las últimas semanas en el sector financiero han despertado la inquietud en los ahorradores a pesar de la rápida intervención de los principales bancos centrales del mundo, cuyas decisiones han logrado detener, al menos por el momento, las alarmas sobre un nuevo “fiasco financiero” cuyas consecuencias se dejaron sentir en forma de sobrerreacciones bajistas en los mercados bursátiles. Sin embargo las “pavesas” de este efímero incendio se extendieron por el horizonte de los balances bancarios manchando la supuesta pulcritud de sus balances, efectos que, con igual celeridad, se han diluido ante la seguridad de la contundente solidez de sus estados financieros y patrimoniales.  No obstante han levantado algunas tímidas reticencias que han afectado al alemán Deutsche Bank, basadas en su excesiva exposición vinculada a la cartera de inversión y trading (compra-venta de activos financieros al objeto de obtener ganancias), recelos que se han disipado ante los informes de los expertos que recalcan que la entidad obtuvo un beneficio histórico en el pasado año, no visto en los últimos 15 años, con perspectiva de mejora del 16% para este ejercicio.

Es verdad que las estrategias comerciales de los bancos ahora reprobados no han sido las más apropiadas, ya que no debieron invertir todos sus excedentes de liquidez en deuda estatal a largo plazo, aunque se tratara de los bonos del  tesoro americano, los más seguros del mundo, y porque además no debieron subestimar el riesgo de próximas emisiones de deuda a tipos de interés más elevados, dado que, en coyunturas inflacionarias, el vademécum de políticas monetarias dicta, sin lugar a dudas, incrementos continuados de los mismos, lo que implícitamente conlleva una pérdida latente que se hace real cuando los clientes exigen disponer de sus depósitos, como así sucedió, y es necesario monetizar la cartera generando pérdidas inasumibles.

No obstante el eco sostenido de los efectos provocados por las  turbulencias financieras en las últimas semanas, ha alcanzado la sensibilidad de los ahorradores que, con cierto desasosiego, se preguntan ¿qué debo hacer con mis ahorros en un escenario como este?. Es lógico que en este contexto puedan surgir las primeras tentaciones emocionales de retirar los ahorros de los bancos pero, en mi opinión, es necesario mantener la calma especialmente porque la exposición de la banca española a las causas y efectos que han generado los últimos acontecimientos es escasa, y porque no hay algún indicio real que amenace la estabilidad de un banco español, como han asegurado tanto el Banco de España como desde el área económica del gobierno. Y, por otro lado, si nos atenemos al contexto bursátil, el sismógrafo ideal para medir el impacto presente y futuro de los tsunamis bancarios, las aguas han vuelto a su cauce, después de algunas sesiones de excesiva sobreactuación y volatilidad, ya que en las sesiones de esta última semana las alzas en las cotizaciones han retornado nuevamente a los títulos del sector financiero.  

Como dato adicional la normalidad operativa en las salidas de efectivo se ha extendido en toda Europa, ya que de los 14 billones de euros que los bancos de la eurozona mantienen en depósitos de sus clientes, las disposiciones contabilizadas desde octubre sólo han sido el 1.5%, obedeciendo más a hacer frente al encarecimiento de los precios, necesidades particulares, y, de forma especial, al  lógico deseo de los impositores de movilizar sus capitales, en busca de mayores rentabilidades, preferentemente en deuda  o bonos de sus países, ante la escasa retribución que están obteniendo de sus excedentes por parte de los bancos, que a la inquietud o reticencias derivadas de estas últimas contingencias. Esta misma pauta han tenido las retiradas de efectivo, por lo que respecta a España, ya que la salida de depósitos de los hogares correspondientes a los meses de enero y febrero, solo se redujo en 18.000 millones de euros, de un total de 1.003 billones en diciembre, de los cuales, la mayor parte, han sido destinados a la compra de Letras del Tesoro o a fondos monetarios a corto plazo comercializados por los bancos, o a solventar otras finalidades particulares.  

En este contexto, conviene recordar la función del Fondo de Garantía de Depósitos que, para mayor tranquilidad, garantiza los depósitos, en las cuentas abiertas en las entidades adscritas al mismo, hasta 100.000 euros por titular y cuenta, por lo que es aconsejable que, en caso de que el efectivo depositado supere ese límite, se distribuya el excedente en varias entidades. Por otro lado parece adecuado mantener siempre un retén de emergencia en efectivo equivalente al gasto de 1 o 2 meses, no sólo como respuesta a alguna contingencia de esta naturaleza sino a imprevistos de otra índole; diversificar los ahorros invirtiéndolos en compra directa de letras y bonos del Estado, preferentemente a corto plazo; procurar estar informado de fuentes solventes y absolutamente seguras, son otras advertencias  a tener en cuenta. Y como información añadida es conveniente conocer que el orden de prelación en caso de quiebra de una entidad establece que los primeros en cobrar siempre serían los depositantes; seguidos por los tenedores de Cédulas Hipotecarias; en tercera posición los poseedores de pagarés y bonos emitidos por la propia entidad; en cuarto lugar los inversores en bonos subordinados y participaciones preferentes, y, por último los accionistas e inversores en cuotas participativas de capital y cocos (bonos convertibles en acciones comunes si el ratio de capital de la entidad exigido por el regulador desciende por debajo del nivel determinado).

Por último, si tenemos en cuenta que para la labor de intermediación financiera que desarrollan las entidades el factor más  decisivo e imprescindible es la captación y mantenimiento de los depósitos de clientes, deberíamos concluir que su seguridad es primordial para animar a ahorrar y para que esos excedentes se depositen en los bancos en lugar de mantenerlos “debajo del colchón”. Resulta necesario, por tanto, que los órganos de supervisión y regulación de la actividad global de los bancos estén perfecta y constantemente vigilando, tanto en lo que se refiere a los niveles de capital como a las inversiones que, dentro de la normativa al efecto, estén permitidas para sus excesos de liquidez, y estos exhaustivos controles deben extenderse a todo tipo de bancos con independencia de su tamaño, advertencia de la que deberían tomar buena nota las autoridades monetarias americanas, ya que el episodio que ha dado lugar a estas últimas turbulencias ha puesto de manifiesto que no se han ejercido con el rigor suficiente las normas obligadas para garantizar la seguridad de los ahorros.   

En ese mismo sentido  es necesario recordar  que buena parte de esa  función supervisora en la Unión Europea  corresponde a la Unión Bancaria  cuya misión primordial es garantizar que los bancos sean sólidos  para  proteger los ahorros de sus  clientes y puedan  resistir crisis financieras, como, así mismo, que la resolución de los bancos inviables se lleve a cabo sin recurrir al dinero de los  contribuyentes.

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