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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Permítanme entresacar algunas frases del libro “JAÉN, LA FRONTERA INSOMNE”, cuyo autor, Salvador Compán, refleja lo que podríamos considerar como la génesis de ese mantra asumido por el que hace muchos años descendimos a nuestra provincia a una categoría inferior, devaluando su belleza y su importancia. Hurtado era el gobernador de Jaén. En 1862 la reina Isabel II llegaba a Jaén y el protocolo aguardaba su visita con especial esplendor. El gobernador Hurtado recibió a la reina con estas palabras: “Señora, la provincia de Jaén felicita a SS. MM. y AA. por su dichoso arribo al límite de su territorio. Menos bella que las demás provincias andaluzas, es hoy la más afortunada por ser la primera que tiene el honor de saludar a su reina”… Cuando Hurtado habló de la menos bella de las provincias andaluzas, representaba un ejemplo más del síndrome de Homero, el poeta ciego que nunca memorizaba sus versos y sólo podía escucharlos en boca de otros…, y no sólo el gobernador arrancaba la esencia de esta tierra con su discurso apático, sino que igual reguero de inconsciencia irreflexiva puede rastrearse como una especie de falta de autoestima o de una miopía congénita desde entonces para lo propio que se enquistó en los genes de los lugareños, quizás desde el siglo XVII, y que se ha ido asumiendo y transmitiendo con la docilidad de la mansedumbre.

La rebelión hacia este contexto se ha puesto muchas veces de manifiesto. Yo diría que en los últimos 30/40 años hemos tomado como bandera nuestro oro líquido como la enseña de nuestra identidad. Jaén es el primer productor de aceite de oliva en el mundo y hemos empezado a reconquistar, a través de su perfeccionamiento y expansión, la categoría que tiene esta tierra.

Esa posición de liderazgo, como recordaba en un anterior artículo el presidente del Consejo de Cooperativas Agroalimentarias, Rafael Sánchez Puerta, “supone una gran ventaja, pero de igual modo una gran responsabilidad. España, que ya lidera la producción, el mercado y la investigación, tiene también la obligación de liderar la imagen. Los consumidores mundiales deben percibir y valorar la Marca España”, para lo que hay que ganar es la batalla de la comunicación y conseguir altos estándares de calidad, seguridad y de la confianza de los compradores porque, en definitiva, nos estamos jugando nuestro futuro”. En este aspecto se manifestaba recientemente Antonio Luque, presidente de DECOOP, “uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el sector, es que el aceite se ha convertido en una especie de commodity, dos de cada tres botellas que se venden son de marca blanca. En España perdimos esta batalla hace mucho tiempo».

En ese grado de responsabilidad, la provincia de Jaén tiene una representación esencial que le confiere el hecho de elaborar la mitad de la producción española y el 20% de la mundial. A tal fin dispone de un arma nueva que le confiere un contundente potencial competitivo. Me refiero a la IGP ACEITE DE JAÉN, (INDICACIÓN GEOGRÁFICA PROTEGIDA), reconocida en 2020 por la Unión Europea, sello distintivo de calidad que garantiza que el aceite se ha elaborado cumpliendo los máximos stándares de calidad y que cuenta con unas características que los hacen únicos, como unas variedades de aceituna determinadas, muy ligadas a un territorio bien delimitado y a una tradición asentada en el tiempo. De hecho, el principal elemento diferenciador entre los distintos sellos es el lugar en el que se obtiene  el aceite. Resulta claro que el objetivo de ostentar este distintivo es posicionar en calidad los AOVES (Aceites de Oliva Virgen Extra), con el fin de revalorizarlos y conferir reconocimiento a los procesos de producción y fabricación.

¿Está el aceite en el mejor momento de su historia?. En los últimos 20 años el kilo del AOVE ha sido pagado a una media de 2,5 euros. De hecho en 2019 el precio se hundió por debajo de esta cifra, y el precio medio del período fue de 2.80 euros. Durante estas dos décadas el precio máximo alcanzado ha sido 4.23 y el mínimo 1.74. Las referencias de las transacciones realizadas últimamente, según el sistema PoolRed, indican que la cotización media ha escalado hasta 4.40 euros y, en algunas partidas, se ha podido cifrar hasta 4.79 euros, marcando un hito histórico en la evolución del mercado del aceite. Por otro lado resulta evidente el encarecimiento de los costes de explotación que, según fuentes del sector, se han incrementado un 45%, lo que supone un contrapunto seriamente distorsionador de la mejora de los precios actuales de venta, especialmente para las explotaciones de secano.

Las estimaciones sobre la escasez de cosecha se convierte en elemento disruptivo que tendrá una especial influencia en la formación de los precios que, en los próximos meses, podría escalar hasta cotas superiores a las actuales, especialmente si se sigue prolongando la severa sequía que estamos padeciendo, y que podría incluso extenderse a la campaña próxima si subsisten las adversas condiciones meteorológicas actuales.  

Por otro lado, en este contexto, el consumo se erige como principal aliado de la defensa de los precios, por lo que es muy importante no perder de vista su evolución tanto a nivel interno como externo. El consumo mundial ha crecido más que la producción en las tres últimas campañas, según datos del COI (Comité Oleícola Internacional), especialmente en las zonas geográficas fuera de Europa. Por otro lado, como manifiesta Esteban Montalbán, gerente del Grupo Interóleo, “la producción y el consumo mundial de aceites vegetales es de 200 millones de toneladas, mientras que el de aceite de oliva es solo de 3 millones de toneladas, por lo que la potencialidad del aceite de oliva en todas sus modalidades es muy amplia, especialmente si somos capaces de aprovechar las oportunidades que se presentan en situaciones de incertidumbre y disrupción como la actual. Rusia y Ucrania producen el 50% del aceite de girasol en el mundo, siendo uno de sus usos más relevantes en la utilización de la industria agroalimentaria. Este escenario ha obligado a este sector a apelar al aceite de oliva como sustituto del de girasol, lo que supone una gran oportunidad y un gran reto para el sector aceitero”.

Sin embargo, como he repetido en diferentes ocasiones, el gran reto del sector sigue siendo  la volatilidad  de los precios. Es verdad que en su variación influyen diversos factores (climatología, producción, costes, consumo…), pero un componente esencial es la debilidad de la oferta frente al oligopolio de la demanda, aspecto en el que se ha avanzado en los últimos años, pero todavía de forma insuficiente para conseguir una total autonomía. Si la apuesta por la calidad y la comercialización transitan por el camino adecuado y requieren un compromiso firme de consolidar las metas alcanzadas, el control del mercado y la insistencia en la mecanización de las explotaciones son los objetivos obligados para conseguir una estabilidad necesaria de los precios, con el fin de acabar con la volatilidad que han experimentado históricamente.  

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