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Granadinos y almerienses nos vienen ganando la partida; con tesón han conseguido que hasta que la alta velocidad llegue a sus ciudades se les reintegren las comunicaciones ferroviarias que tenían y que eran razonables. Para ambas ciudades –“hambre que espera hartura no es hambre ninguna”- como dice el refrán popular, se trata de un periodo transitorio y pese a esa halagüeña expectativa, se han esforzado en recuperar su Talgo, lo que dice de una parte de la actividad reivindicatoria de sus ciudadanos y de la sensibilidad de la Administración Pública competente; me alegro de todo ello, primero porque tienen una sociedad civil más viva que la nuestra y en segundo lugar, porque parece que les hacen un poquito caso; pintan algo.

Dicho lo anterior, volvamos a la paramera jiennense. El paso de caravanas es cosa de otro tiempo y desde que Prado y Palacio nos sacó de las líneas principales al tiempo de nacer el tren a finales del XIX y el centralismo sevillano de los 80 del siglo XX nos dio el golpe de gracia con el acceso de Brazatortas, Jaén en ferrocarril es el pito del sereno.

Esa y no otra es la realidad que unos pocos llevan o llevamos denunciando mucho tiempo. Frente a tal situación no hay político del tiempo y signo que sea, que no haya prometido algo en la materia para hacer justamente lo contrario de lo prometido. Álvarez Cascos, a bombo y platillo a principios del siglo XXI, prometió la “velocidad alta” (obsérvese el fraude) que es un sucedáneo del AVE y que uniría Jaén con Alcázar de San Juan para llegar a Madrid. Dieciocho años después no llega ni a Las Infantas y recordemos que ha habido dos gobiernos de cada partido en el intervalo.

Esto es lo que Jaén puede esperar de la clase política que tiene y a la que vota y -aunque he hablado de Cascos- podría recordar también las promesas y los incumplimientos del PSOE, eterno ocupante de la Junta y asiduo de la Moncloa, donde para esto, como para otras cosas, a Jaén ni agua.

Y en la falta de agua se incluyen también minucias como la de suprimir paradas innecesarias -¡ay Mengíbar Artichuela! y otros pueblos de la mancha- que acortarían el tiempo; o mejorar el material rodante y sus prestaciones; total, a Jaén desde Madrid se tardan más de cuatro horas, que ya eran superadas en el pasado siglo por el “platanito”, que esté en gloria.

No es mejor la comunicación con Sevilla, la capital de Andalucía, que se gasta una pasta en ferrocarriles sobre los que tiene muy limitadas competencias, pero para Jaén, nada, ni un euro. Aquí llevamos suspirando algo tan simple como un buen enlace en tiempo y frecuencia por lanzadera con Córdoba que nos reincorporaría al mapa ferroviario español y europeo, del que estamos ausentes. Resulta lamentable que ni eso, que tiene fácil remedio, se consiga. Por supuesto, el ferrocarril a Granada por Martos y Alcalá fue, en el mejor de los casos, una broma de Zarrías y hoy la mitad del trayecto está convertida en vía verde, iniciativa loable de la Diputación, si a cambio se ofrecieran soluciones alternativas.

Hasta aquí ya Jaén ha recibido ofensas suficientes por parte de todas las Administraciones y de todos los colores políticos en materia ferroviaria. No hay más que examinar la hemeroteca de los treinta últimos años, si no más.

Donde se traspasan los límites de lo intolerable es en la tomadura de pelo que supone que la construcción de menos de una docena de kilómetros de nueva vía dure más de una docena de años; intolerables los defectos del material rodante, que raro es el día que no tiene alguna incidencia –por no decir grandes problemas- e inadmisible la ausencia de cualquier tipo de servicios a los usuarios en el interior de los escasos convoyes que parten o llegan a Jaén, en cuya situación llevamos muchos años.

Recientemente algunos ingenuos pensaron que íbamos a recibir de rebote unas migajas con motivo de que la operadora va a atender la petición de granadinos y almerienses y coloca un Talgo de Madrid a Granada y Almería que necesariamente debe pasar y hacer una parada técnica en Linares-Baeza. De entrada dijeron que no; avergonzados y en periodo preelectoral, el gobierno ha usado el recurso que mejor conoce: la rectificación; parece que el Talgo parará en Linares.

¿Esta ciudad, que bastante tiene sufrido ya con Renfe, no era digna de recibir los pasajeros de su comarca para embarcar o desembarcar del Talgo que casualmente pasaba por allí? ¿Tampoco aquellos otros que habrían de ir de Jaén, casi una hora de mal camino de hierro para tomarlo? ¿Por qué? ¿Estamos en un gueto? ¿Tendrá la culpa el pobre de Juan Fernández?

La respuesta es simple: porque en los despachos donde se manda en la materia han decidido que ¡a Jaén ni agua! ¡a Linares, menos! Y sobre todo, no querían la parada del Talgo, hasta que han rectificado, no sea que con estos jienenses y linarenses se malacostumbren y pretendan que siga pasando el Talgo cuando resuelvan el compromiso electoral y temporal que tienen adquirido con Granada y Almería. Esa es la pura verdad. Por ello, la “satisfacción” que han mostrado algunos con la rectificación ministerial no es de recibo; hay que seguir luchando por la igualdad; es decir, que el Talgo siga operando hasta que llegue la alta velocidad, incluso para los marginados ferroviarios de la provincia de Jaén. Tendríamos, al menos, Talgo para rato.

En esta materia no es que “Jaén merece más”, lo que da por supuesto que algo tiene; sino que Jaén, como Teruel, existen y que los votantes y los contribuyentes de Jaén no son tenidos en cuenta ni en Sevilla, ni en Madrid, ¿ni en Jaén?

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