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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / En los últimos días los bancos españoles están presentando sus cuentas de resultados. Este estado financiero destaca una considerable mejoría general con respecto al ejercicio precedente e incluso en algunos casos, supone las mayores ganancias históricas de alguna entidad, especialmente impulsadas por un crecimiento a doble dígito de los márgenes típicos bancarios. Estas comparecencias sobre sus estados de rentabilidad son necesarias para conocer la situación del sector y la valoración individual de cada entidad. La banca ha tenido en los últimos meses un aliado inesperado en la inflación ya que su reciente escalada ha obligado a los bancos centrales más importantes del mundo a tomar contundentes medidas de política monetaria, entre las que destaca la relevante subida  de los tipos de interés, que ha favorecido sustancialmente el margen financiero de los bancos, dando lugar a cerrar una década en la que los efectos de la reducción inédita de los tipos oficiales, que incluso han marcado registros negativos, ha incidido muy negativamente en sus cuentas de resultados.

De acuerdo con la opinión de la AEB, los bancos, como cualquier otra empresa, deben ser rentables para ser sostenibles. La vuelta a niveles sólidos de beneficios representa una importante normalización de la situación del sector, ya que ello contribuye a fortalecerlo para  mantener una función fundamental en la actividad económica como motor de la financiación privada para hogares y empresas y cuya robustez patrimonial, por otro lado, es un factor fundamental para consolidar la estabilidad financiera de un país.

En cualquier caso es necesario extenderse sobre los aspectos que configuran el destino que tienen los excedentes netos del resultado de su actividad y para entender por qué los recursos generados son esenciales para la economía española.

En primer lugar, una parte esencial de los beneficios se destina a reforzar su capital propio. La norma exige que por cada 100 euros de activos en riesgo (fundamentalmente créditos y préstamos) las entidades deban inmovilizar 12 euros en capital de la máxima calidad para hacer frente a posibles situaciones de insolvencias. La fuente principal para dotar esta exigencia de manera orgánica es por medio de los beneficios consolidados no distribuidos a sus accionistas.

En segundo término, las exigencias reguladoras de su actividad previenen la necesidad de efectuar provisiones adecuadas adicionales para hacer frente a las situaciones morosas de su actividad crediticia y, especialmente, en coyunturas  recesivas o, incluso, cuando la actividad económica muestra signos de estancamiento que pueda afectar al  holgado desenvolvimiento de los presupuestos familiares o a la actividad de las empresas.  

Por otro lado, en un tercer apartado, de forma muy destacada, se dedican a fortalecer sus niveles de liquidez para continuar ejerciendo su actividad de intermediación crediticia, y los beneficios son, entre otras procedencias adicionales, una parte fundamental para dotar la fuente de recursos necesarios  a coste cero ya que, otras  opciones recurrentes -depósitos de clientes, emisiones de deuda corporativa o de otra índole, préstamos en el mercado interbancario, ampliaciones de capital …- conllevan un coste adicional que erosiona su cuenta de resultados.

En cuarto lugar no podemos olvidar que como sociedades anónimas que son el capital, y por tanto, la propiedad, en su mayor parte, es de los accionistas que esperan una retribución  adecuada a la actividad económica que desarrolla su sociedad. Es lógico, por tanto, que la  estabilidad patrimonial  y el reparto de un beneficio sean factores fundamentales que influyan en su valor liquidativo y que sirvan de referencia a sus accionistas, y a los nuevos inversores,  no sólo para seguir confiando en su capacidad operativa sino también para continuar generando un excedente que permita retribuir a los posibles acreedores de sus diferentes  emisiones de deuda en cualquiera de sus modalidades.

Los bancos españoles mantienen en torno a 6 millones de accionistas minoritarios y la retribución esperada por los mercados está fijada en el entorno del 40/50% del  beneficio operativo neto.

Como quinto destino, están obligados a contribuir a las arcas públicas mediante el pago de los impuestos previstos para este sector que alcanzan el 30% del beneficio neto, superior al  nivel medio que pagan los bancos europeos.

Por último, y como sexto objetivo, las entidades bancarias españolas tienen que seguir siendo parte de la solución de los problemas económicos que puedan afectar al entramado socio-económico del país, poniendo a  disposición de los mismos la posibilidad de una adecuada financiación para paliar sus necesidades financieras transitorias.

Ya hemos destacado anteriormente que si la actividad de intermediación del sistema financiero es imprescindible, igual de importante es mantener su estabilidad para evitar que la falta de este factor pueda llegar a convertirse en un riesgo para la actividad general y real de un país. Así la AEB destaca que un sector financiero sólido y resiliente, capaz de ofrecer de manera eficiente y eficaz todo tipo de servicios, que actúe de forma responsable en la financiación de la economía real e impulse la prosperidad, es la meta compartida por reguladores y bancos. La crisis financiera de 2012 fue el detonante para crear la figura del  supervisor europeo, cuya función es ejercida desde 2014 por el Mecanismo Único de Supervisión, incluido dentro del sistema dirigido por el Banco Central
Europeo  y en el que participan las autoridades supervisoras nacionales como el Banco de España. En definitiva, dado que los bancos ofrecen sus servicios a la sociedad, la regulación desarrollada al efecto es exhaustiva y la supervisión estricta.

Y, por otro lado, no olvidemos que buena parte de los beneficios que obtienen algunos bancos españoles se generan por su actividad internacional, lo que exige, si cabe, una mayor eficacia  en el desarrollo de su gestión, cuyo dato más relevante es su cuenta de resultados, para mantener su notoriedad, valoración y atractivo, ante los mercados, inversores y clientes.   

Por último debemos considerar que la consolidación del sistema financiero es un factor fundamental dentro de un amplio marco de atractivos que pueden influir en la imagen que España proyecte al exterior para atraer la inversión foránea. Además contar con un alto grado de estabilidad, tanto económica como socio-política, a lo que contribuye de forma especial la consistencia del sector bancario. No olvidemos que España es la 14ª economía mundial en términos de PIB, que ocupa el número 11 como país más atractivo para la inversión extranjera directa y el puesto 14º como exportador de bienes y servicios comerciales. Así mismo está considerado el decimotercer país del mundo con mejor reputación global en el mundo, según el Country Rep Trak.

Foto: Asociación Española de Banca.

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