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Me gusta asomarme al balcón y ver la música de las nubes moviéndose por el cielo.

Las vistas son muy hermosas: las sierras morenas vigilan los prados de la campiña.

Las macetas me encantan, la afición la heredé de mi abuela y la comparto con mi madre, que me guía sabiamente para que las flores lleguen a buen término y no fallezcan ni en las heladas del invierno ni en los calores del verano.

La orientación del balcón mira al noreste, lo que me posibilita poder disfrutar de las amanecidas y ver el sol salir por las montañas. Siempre madrugo.

Ahora estoy observando el estado de las flores y es óptimo; el rosal ha sido capaz de soportar la embestida del invierno y las rosas atraviesan las rejas del balcón. Las rosas colgadas en el aire, son el mejor signo de que la primavera ha llegado.

Es el balcón, uno de mis lugares favoritos del apartamento, para llegar hasta él es necesario atravesar un corredor en el que está ubicada la librería: el itinerario visual de flores y libros es un antídoto que alivia el alma.

La otra tarde mi madre, subió a ver a las niñas. Es curioso, cómo las abuelas muestran sus afectos de una manera más efusiva a los nietos. No recuerdo ver a mis padres liberándose de sus emociones con nosotros. Pero lo que sí sé es que, nunca van a dejar de querernos.

La costumbre de sentarnos cerca del umbral del balcón la seguimos conservando. Mientras escuchábamos un poco de música y con una copa de vino entres las manos, me ha referido los momentos de mi niñez en la terraza de mi abuela: de los colores de las flores y de mi pasión por ella. El recuerdo de lo que pasó genera en algunas personas un estado de melancolía permanente. Sé, que mi madre sueña siempre con sus padres.

Pienso en que está en una época en la que irá ordenando sus pensamientos. Nuestros padres, son los primeros en la pirámide de la vida.

Llegará el tiempo en que lo seamos nosotros. Los míos se están preparando.

Sin embargo, la vida siempre concede una tregua: la alegría de ver a sus nietas es la flor que los sostiene, todavía queda mucho tiempo para que se vayan.

Nos asomamos al balcón, en las copas de vino, las rosas se miran.

 

 

 

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