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Firmas InvitadasManuel J. Ruiz Torres

Buscando un paisaje para proteger

By enero 12, 2017abril 6th, 2022No Comments

 

Atravesamos el paso de Despeñaperros; vamos dejando atrás las tierras manchegas, los encinares y pinares de Sierra Morena, y casi de manera repentina, recibimos el primer envite del mar que es la provincia de Jaén. Sí, Jaén, que bien pudiera definirse como un gran mar de olivos, del cual emergen las poblaciones, los cerros y las sierras como si de islas se trataran. Un mar en el que el relieve alomado aporta la sensación de mar agitado.

Esta descripción poética de las tierras jiennenses no deja de ser un tópico recurrente, pero fiel a la realidad de un paisaje, el olivar de Jaén, muy singular, que no deja indiferente a quien lo contempla.

Seguramente, esta singularidad es uno de los avales más robustos de la iniciativa que ha llevado a la Diputación de Jaén a proponer la protección del paisaje del olivar como un Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO. La idea es buena, muy buena. Sin embargo, la mayoría del paisaje olivarero de Jaén no debería protegerse con esta categoría.

Me explico.

La UNESCO utiliza el término “paisaje cultural” para referirse al resultado sostenible de la interacción entre las sociedades humanas y su entorno, en la explotación de recursos agropecuarios mediante toda una tradición cultural. Estos paisajes culturales deberían ser ejemplo de gestión respetuosa con el medio ambiente, a través de una cultura y una tecnología decantada por la tradición. Y por desgracia la mayoría de las explotaciones olivareras de Jaén no responden a estas características. Hoy se llama olivar tradicional a algo que no existe, más que en el marco de plantación de los olivos.

La mayor parte de los problemas ambientales de la provincia de Jaén, están asociados al olivar, a causa de unas prácticas inadecuadas. En las últimas décadas cambió radicalmente el manejo del cultivo, y todas las prácticas que hacían del olivar un bosque humanizado, fueron perdiéndose. Del trabajo casi artesanal en el olivar, se pasó a la intensificación del manejo, y si bien muchos olivares tienen árboles vetustos, frecuentemente centenarios, el cultivo ha dejado de ser tradicional.

¿Qué realidad esconde el mar de olivos? En la actualidad, bajo las copas de los árboles existe una inmensa extensión suelo desnudo, desprovisto de materia orgánica, de vegetación y de fertilidad, sometido a una intensa erosión, que hace que cada año se pierdan millones de toneladas de suelo fértil. A este suelo desnudo y expuesto se suma la copa de árboles que son tratados sistemáticamente con productos fitosanitarios, muchas veces de manera innecesaria, que hacen que, en conjunto, la diversidad biológica sea mínima, con lo cual el cultivo se torna frágil, insostenible y causante de graves deterioros ambientales.

Este no es el paisaje que hay que proteger; todo lo contrario, la excelente idea de elevar el olivar a la categoría de paisaje cultural debería servir de acicate y estímulo para promover entre los olivareros toda una serie de buenas prácticas agronómicas, que harían que el olivar fuese, no solamente más sostenible, sino más rentable.

¿Qué hacer ahora? Tal y como decía antes es una gran idea solicitar y promover esta protección como Paisaje Cultural, pero debería buscarse ese paisaje. De igual manera que no todo el mar es susceptible de ser reconocido por sus valores ecológicos (puesto que existe extensiones de océano sometidas a la degradación ambiental), no todo el olivar puede protegerse por su sostenibilidad.

Para empezar, debería definirse el perfil del paisaje del olivar que debería protegerse. El tipo de paisaje que buscamos tiene heterogeneidad ambiental, es decir, hay más elementos aparte del olivo y del suelo desnudo: cubiertas vegetales, setos, ribazos o lindes con vegetación natural, majanos de piedra; sin ser necesariamente un olivar ecológico, se emplean los fitosanitarios químicos cuando son estrictamente necesarios y se optan, siempre que es posible desde el punto de vista económico y técnico, por las medidas fitosanitarias preventivas, y los métodos de control culturales y biológicos.

Este tipo de olivar, el verdadero olivar sostenible, no solo merece ser protegido como paisaje cultural, sino que es más rentable para el agricultor porque ahorra costos de producción (por ejemplo, al incrementar la fertilidad y la capacidad de retención de agua del suelo, o al aumentar el control natural de las plagas por sus enemigos naturales) y permite producir un fruto de mayor calidad. Y además, desde el punto de vista ecológico, al incrementarse la biodiversidad, este, ahora sí, bosque humanizado, puede llegar a ser un genuino corredor ecológico entre los espacios naturales de nuestra provincia.

Una vez identificado este paisaje sostenible, es cuando debe pedirse su protección.

¿Qué hacer con el olivar insostenible, que es la mayoría?

Definidos los patrones que hacen que un paisaje olivarero sea sostenible, promover entre los propietarios las medidas que deben adoptar para que sus explotaciones alcancen el nivel de excelencia sostenible que sí debe protegerse.

En mi humilde opinión, después de más de veinticinco años dedicado a la sanidad vegetal del olivar, con el acicate del Paisaje Cultural de la UNESCO, o sin él, buscar la sostenibilidad del olivar es la única alternativa del olivarero actual.

Por último, si alguien tiene dudas, el concepto de sostenibilidad se refiere a la capacidad de que nuestros descendientes se encuentren el olivar en las mismas o mejores condiciones que lo tenemos ahora. Y, ¿de verdad creemos que, por ejemplo, con la erosión actual, nuestros hijos o nietos van a recibir un olivar como lo tenemos ahora?

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