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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / En estos tiempos tan calurosos, en los que es difícil poder dar tu opinión sobre cualquier cuestión, para evitar que alguien se sienta ofendido, es cuando es más necesario echar mano de la lectura. Y, en especial, de la poesía.

Leer a poetas como Miras, Solís y Cañada Castellano, cada uno con su particular estilo, es una forma refrigerada de combatir la canícula, que este año va a obtener matrícula de honor, aunque a algunos esto les suponga un asalto al castillo inexpugnable de su ideología.

Doce días llevo solo en mi piso. Las niñas y su madre con buen criterio han emigrado a las tierras menos hostiles de la costa. Menos mal que mañana ya regresan. Y anhelo que lo hagan, pues si no me voy a volver loco. El silencio en estas tardes, en otras épocas para mí tan necesario, es como una flecha que se clava en mi pecho.

Necesito escuchar los pasos de mis hijas, sus voces, y, sobre todo, ver cómo corren por ese pasillo interminable que les descubre tantas aventuras que, en ocasiones creo poder entender. Julia y Emma son la nueva vida que, seguramente, nos harán mejores personas a Natalia y a mí.

La soledad, tan necesaria a veces, se está convirtiendo en una montaña difícil de escalar. Pero también, ha sido una prueba muy necesaria, para saber lo importante que es la familia. Y, ciertamente, en esta reflexión caben los diferentes tipos de familia que se configuran. Los únicos requisitos son el amor y el respeto.

Estoy seguro que mientras escribo estas líneas, las tres están paseando con sus abuelos por el paseo marítimo. Julia, la mayor, ha alzado su mirada y se ha encontrado con el castillo que corona un cerro y, con seguridad, ha querido subir al mismo. El año pasado, ya me advirtió de su deseo, y esta vez nadie habrá podido impedírselo. Querida Julia, haz siempre lo que te propongas. Guardando, por supuesto, el debido respeto.

A esta improvisada excursión, no tengo duda, ha invitado a su hermana Emma. A las dos las veo subiendo la cuesta empedrada de acceso a la fortaleza, con el sol casi ocultándose en el océano y la bandera de la torre moviéndose rítmicamente al compás de un viento sereno de levante. Carrillo bien podría inmortalizar esta visión de una tarde de agosto en un lienzo. La creatividad de los artistas es la flor que curan nuestras almas.

Queridas, aquí os espero. Pronto llegará la noche. A veces, es muy necesario imaginar que escribes que el propio acto de escribir. Al cobijo de la luz de la lampara, voy a soñar que escribí el poema que siempre quise escribir y que, finalmente, lo conseguí. Creedme, esto es más hermoso que hacerlo de verdad. Pues mientras sueñas, tus deseos van de la mano de otros poetas, amigos tuyos, que quieres que lo consigan. Y yo a esto lo llamo poesía.

Miras, Solís y Cañada Castellano ya han conseguido plasmar en sus libros los poemas más brillantes.

Si la poesía se utiliza bien, es el camino más bonito para la amistad, para el amor.

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