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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Alberto es un gran devoto de Joan Margarit, poeta que obtuvo el Premio Cervantes en el año 2019. Margarit ha sido una de las grandes voces poéticas del siglo XX. Sabiendo armonizar sus dos lenguas maternas: el castellano y el catalán. Pues, queridos amigos, no nos olvidemos que el gran tesoro de nuestro país es su variedad lingüística. Y, a pesar de los vientos en contra, muchos quieren arrebatarnos esta riqueza. Tanto los de un bando como los del otro.
Margarit decía, también, que la poesía y la música acaban con la muerte. Por eso nos recomendaba que buscáramos la belleza en cualquier situación o acontecimiento. Aclarando que de lo cotidiano se obtiene lo más hermoso.
Alberto es un devoto de los poemas del autor catalán. Y, como poeta que también es, ha hecho caso de todas sus enseñanzas.
Nuestro amigo, que ya está jubilado, todavía piensa en sus correrías madrileñas. Cuando, al acabar las clases en la facultad, cogía el metro con dirección a Malasaña a escuchar algún concierto o algún recital de poesía. Se acuerda de la primera vez en la que participó en una lectura con unos de sus primeros poemas.
Esta lectura le abrió la puerta del círculo poético de la capital de España.
Ahora, aquí en esta capital de provincias, la suya, no entiende la existencia de ese clasismo literario, que hace que muchos poetas no puedan ser escuchados.
Él, inocente, pensaba que este tipo de conflictos se daban en otras situaciones propias de las relaciones que surgen entre los habitantes de la ciudad.
Todo esto, los choques entre ciudadanos por cualquier cuestión, lo pudo  observar la otra noche al leer un cuento de un autor del norte de España, Pedro Pérez. Además de la belleza de su prosa y de la agilidad con las que las imágenes se transportaban a su mente, lo que más le sorprendió fue el contenido mismo de la historia: en un barrio humilde, donde todas las etnias se mezclan, trabajadores con dificultades para llegar a fin de mes, había una gran división entre los mismos, a consecuencia de las prestaciones sociales concedidas por el estado.
Aunque salió contento con la lectura, no pudo dejar de sentir cierta intranquilidad en lo más profundo de su alma
Él vive en un barrio sencillo, en el esqueleto de una ciudad que fue y, quizá, ya no vuelva a ser.
La convivencia, en principio, es buena. Pero a veces, cree oír tambores de guerra.
Si entre los humildes, hay discrepancias, la división puede resultar letal.
Alberto acaba de levantarse. Esta mañana no va a salir. Abrirá, nuevamente, algún poemario de Margarit.
Mientras, un gorrión se posa en el alféizar de la ventana. El sol parece que no tiene ganas de salir por el este.

MLPA

Foto: Una imagen de Joan Margarit.

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