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Creo que es un acierto la medida adoptada por el Ayuntamiento, de común acuerdo de las concejalías de Juventud y de Seguridad, previa consulta a colectivos que forman parte de la Mesa de la Juventud, para prohibir el macrobotellón que cada año se convoca por estas fechas, al que se ha venido denominando Fiesta de la Primavera, con cuyo pretexto se han venido reuniendo en cada cita miles de jóvenes, en lo que en realidad debería llamarse más bien fiesta del alcohol, porque bastaba darse una vuelta por el recinto cada vez que tenía lugar una cita de estas características, para contemplar que el protagonista principal de la misma era el alcohol en todas sus variadas presentaciones.

Por supuesto que hay que hacer otras consideraciones para ser totalmente objetivos. Hay también muchos jóvenes, diría que una minoría, que no consumen bebidas alcohólicas y que van de acompañantes para sumarse al ambiente. También hay jóvenes con la edad suficiente para saber lo que hacen, a pesar de conocer sus peligros, y toman esta decisión de acudir al macrobotellón con todas las consecuencias. En este caso, si lo desean, pueden consumir alcohol donde les plazca, siempre y cuando no se causen perjuicios y escándalo público, como sucedió en la pasada Nochevieja en la zona de San Ildefonso, que presentaba un aspecto verdaderamente demencial. Cierto también que a los jóvenes no solamente hay que prohibirles que se reúnan para consumir alcohol, sino que el Ayuntamiento está obligado, y parece que en ese ánimo se está, de promover otro tipo de actividades de ocio que llenen su tiempo y las reuniones en torno al alcohol no constituyan la única alternativa posible. La mayoría de los jóvenes en realidad lo que han hecho, y es esto lo que tenemos que combatir, es copiar actitudes de los mayores, que tendemos, por inercia, a celebrarlo todo con una copa en la mano, y, claro, este es el mensaje que les hemos transmitido y por tanto tenemos mucha responsabilidad en sus comportamientos.

Con todo si valoro positivamente la decisión municipal no es por fastidiarle la fiesta a los jóvenes a los que les gustaría asistir, sino por una razón de mayor peso. Lo que denunciamos a voz en grito es la cara más preocupante de estas convocatorias, el gravísimo problema creciente de la participación de menores, que nos debería sonrojar a todos como sociedad empezando por sus propios padres. Es alentador comprobar que las mismas autoridades que no han ejercido su responsabilidad ante el riesgo de estas incontroladas macrofiestas, hayan tenido la valentía de combatir la que seguro va a ser una campaña, sobre todo en redes sociales, porque para muchos jóvenes se trata de una medida drástica e impopular.

 

Es positivo que los mismos que han tolerado otros años estos eventos o que han reducido sus efectos a un simple problema de orden público, decidan pasar a la acción. Jamás entendimos que la Junta autorizara la barra libre para que los municipios tuvieran sus botellódromos, porque se trataba de una huida hacia adelante, conformar a los jóvenes en lugar de hacer para ellos campañas y actuaciones comprometidas para llenar su tiempo libre con otro tipo de alternativas, que es la única manera con que las administraciones pueden ganar legitimidad ante la población juvenil, promoviendo proyectos útiles que les puedan resultar ilusionantes.

 

Es una vergüenza social ver en cada concentración de estas características a centenares de niños, porque son eso, que se empiezan a familiarizar con el alcohol y que muchos de ellos terminan en los servicios sanitarios, aunque cada año las autoridades hablan de “normalidad” y se ocultan los datos reales de verdadero calado, lo más que se ha hecho es denunciar la ingente cantidad de basura que deja tras de sí la noche de juerga. En fin, siempre estaremos con los jóvenes y apoyando el uso de su libertad en el caso de los que son mayores, pero siempre que sea posible alzaremos la voz para manifestarnos en contra de que desde las administraciones se facilite el acceso de los menores a estas peligrosas concentraciones, para meterlos en una espiral de gravísimas consecuencias para la salud. En resumen, no estamos en contra de que se celebre una fiesta de la primavera, pero sí a que bajo este paragüas se hagan concentraciones masivas, sin vigilancia ni control, a las que hay que poner coto por un sentido estricto de responsabilidad y porque un Ayuntamiento que se precie no puede estar de espaldas a la evidencia de un enorme problema social. En este caso sí se puede decir que el que evita la ocasión, evita el peligro.

 

(Foto recogida de la Asociación Aljama)

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