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QUIERO A JAÉN, ME DUELE JAÉN…Lo primero que deseo que quede claro es que quiero a Jaén, me duele la ciudad y durante más de cuarenta años tengo la sensación de haber estado predicando en desierto, porque tanta denuncia no llegó a calar, no hubo terreno fértil que recogiera tanto mis propias impresiones como las que tuve que trasladar y salieron de la boca de los más diversos personajes. Al mismo tiempo no pretendo que este alegato se convierta en una censura y causa general a todos los políticos y a todos los responsables públicos con que ha contado Jaén. En efecto, como en todo, ha habido grandes excepciones que confirman la regla, y pese a que la situación general de la capital no es la que nos gustaría, no sería justo dejar de reconocer muchos esfuerzos, luchas, reivindicaciones, personas que cumplieron con su deber o se excedieron, a pesar de que los resultados, en algunos casos, no les acompañaran.

Al poco tiempo de llegar a Jaén me enganchó para siempre esta ciudad. No entré llorando, lo hice muy feliz y con el tiempo Jaén me lo dio todo. Tampoco espero salir llorando, entre otras cosas porque opté por quedarme hasta que Dios quiera. A pesar de las adversidades de las que he sido testigo durante tantos años, tuve mucha fe en las posibilidades de recuperación de la capital, siempre y cuando se dieran las debidas condiciones para ello, que son las que se siguen resistiendo, y a lo que es bastante probable que haya contribuido la propia manera de ser de los jienenses, el victimismo y la apatía que son herencia de siglos, una resignación mal entendida que cuesta mucho desterrar.

Pues sí, enamorado de Jaén, así me siento, de una ciudad que a pesar de su mala suerte con muchos de los que han sido sus dirigentes, en tantas ocasiones ha dado ejemplos con sus enormes fortalezas, empezando por su gente, los jienenses de todas las épocas, también la de hoy, que son el principal activo. Orgulloso de su riquísimo patrimonio, de la Catedral más bonita de España, del Centro Cultural de los Baños Árabes, el Castillo de Santa Catalina, de la capitalidad mundial del aceite de oliva, de la ambición manifestada reiteradamente en la organización de su Expoliva, en la ventana abierta a las oportunidades que es su Centro de Congresos y Exposiciones, por supuesto la Universidad que tiene que ser y ya se empieza a percibir, el motor del cambio; de la dinamización de la cultura que es bien visible con una agenda cada vez más cargada en cantidad y calidad; un movimiento vecinal cada vez más dinámico y comprometido…en fin, sería interminable la relación de escenarios y situaciones que invitan a seguir confiando en una ciudad que es como un diamante en bruto, porque lo tiene todo, aunque, al mismo tiempo, tantas cosas le falten. Siempre suelo decir, dirigiéndome sobre todo a los responsables públicos, que deben tener clara una idea, un sentimiento, una sensación, y es la de que las personas pasan pero la ciudad permanece, es por la ciudad en consecuencia por la que merece la pena hacer todos los esfuerzos y mover todos los recursos, por ella y por su progreso, porque nuestros hijos y nietos tengan en ella el mejor futuro posible.

Asistí el pasado 17 de junio a la manifestación de la plataforma “Jaén merece más”, para apoyar y arrimar mi hombro, modesto pero muy convencido, por sumar en la reivindicación que despertó tanta ilusión colectiva, de que ha llegado la hora de Jaén, que ya no hay lugar a la resignación, al miedo o la indiferencia. Jaén es nuestro, es de todos, los políticos son nuestros servidores, y hay que exigirles con buenos modos, pero al tiempo con toda rotundidad y sin rodeos, que han de decidir: con Jaén o contra Jaén. Ir contra Jaén ha sido tantas veces a lo largo de la historia plegarse a intereses mezquinos, entre ellos los de los partidos políticos a los que en gran medida les debemos el lugar que venimos ocupando desde hace años en todas las estadísticas, y tantas veces nos responden con triunfalismos, brindis al sol, cajas destempladas o simples palabrerías…los datos no admiten duda, somos lo que somos. Cada vez estuve más convencido de mi presencia en la manifestación pacífica por las calles de Jaén, sobre todo cuando desde la organización se pidió expresamente que no hubiera banderas, ni símbolos, ni siglas…Por supuesto que no voy contra los partidos políticos, que son organizaciones perfectamente regladas, necesarias y con una misión entendible en democracia, no es la política lo que no me agrada, sino el partidismo, que son cosas diferentes.

¿Hay o no motivos? Nos lo está demandando Jaén, esta maravillosa ciudad a la que ya no podemos defraudarla más. Y como he escrito en muchas ocasiones y ahora lo vuelvo a repetir porque es mi convicción de siempre, somos los jienenses los que tenemos que ganar las batallas, no necesitamos ni debemos permitir el ‘gratis datum’ o el ‘gratis et amore’, queremos, necesitamos por nuestra propia satisfacción y autoestima, que el pueblo jienense tome la iniciativa y logre, paso a paso, todo lo que se proponga, con un sentido de la responsabilidad y de la medida, pero sin olvidar en ningún momento que el nuevo tiempo que se demanda para Jaén tiene que ser imparable.

HARTOS DEL DESAFÍO CATALÁN. Me quito la boina, es un decir, y me meto en terreno movedizo de política nacional. ¿Cuántos años llevamos los españoles soportando el desafío de los independentistas catalanes? Primero con el impresentable de Arthur Mas y después con su sucesor Puigdemont, que es aún más extremista y radical que su antecesor, que ya es decir. Parece mentira que esta panda de indeseables esté al frente del gobierno de la comunidad catalana en la que juegan con los intereses de España, con socios como otro miserable como es el tal Oriol Junqueras. Estos y otros más declarados enemigos de España y que están haciendo todo lo posible y hasta lo imposible por encontrar la puerta de salida, que de buena gana le daríamos muchos españoles si no fuera contrario a la ley que nos hemos dado todos, y por respeto a los millones de catalanes, muchos de ellos andaluces y jienenses como nosotros, que no se merecen la encrucijada en la que les quieren meter unas cuantas personas que han  conseguido sembrar la cizaña del odio y que han engatufado a muchos catalanes de buena fe, o se supone que lo son, haciéndoles creer que la secesión será el remedio a todos sus males, y no saben que en esta batalla, de haberla, no habría otro ganador que el estado español, que es el que tiene todas las fortalezas. Y porque si consiguieran la independencia tendría que ser a todos los efectos. Coincido plenamente, al menos en este caso, con José María Aznar, “antes que España se acabará rompiendo Cataluña”.

Me van a permitir este desahogo desde Jaén porque una gran mayoría de españoles estamos sumamente hartos de tantos años de pulso por parte de estos desalmados que tratan de buscar todas las artimañas para burlar la legalidad, aun a costa del ridículo más espantoso en el que están cayendo. Me indigna que en este momento verdaderamente crucial, donde han puesto sobre la mesa su última palabra, el referéndum del 1 de octubre, algunos todavía estén hablando de la necesidad de dialogar. Es posible que haya habido momentos, pero en este caso está claro desde el principio que dos no pueden dialogar si uno no quiere y además deja cualquier salida a expensas de que se cumplan escrupulosamente sus propuestas. Estos chiflados, que han emprendido un viaje a ninguna parte, nos quieren amargar el verano a todos los españoles y a las instituciones del estado las ponen un día sí y otro también ante la espada y la pared. ¿Diálogo?, ¿frente al delirio?, ¿frente a la esquizofrenia política?

Basta de tibieza, han llegado a una situación en la que han traspasado la totalidad de las líneas rojas, y la última era la convocatoria del referéndum y las declaraciones de los cabecillas del independentismo en su huida hacia adelante. El Gobierno de España no se puede dejar amedrentar por quienes, como la presidenta del Parlamento catalán, Forcadell, ha dicho que no cree que el Gobierno aplique el artículo 155 de la Constitución y que suspenda la autonomía. Es decir, encima se ríen de la capacidad de respuesta de la soberanía española y tratan de echarle un pulso permanente.

Por cierto, esto es lo que dice el Artículo 155 de la Constitución Española, que tan aludido es en estos días: “Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución y otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general”. “Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autonómas”.

En efecto, como se está comentando en la mayoría de los medios de comunicación, y es cierto, este artículo es lo bastante ambiguo para que se puedan hacer interpretaciones en el sentido de hasta dónde se puede llegar para imponer la autoridad del Estado y que los inspiradores de esta aventura secesionista tengan claro que España utiliza todos los mecanismos que la legalidad pone en sus manos, incluidas la decisión de los tribunales y, por supuesto, que para eso están, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para garantizar que unos profesionales de la perversión de la política no se pueden salir con la suya y que no se les va a permitir ni un disparate más. El independentismo radical ha llegado a lo máximo, tal es su locura y su deriva, que concejales de la CUP han llegado a plantear en el Ayuntamiento nada menos que la expropiación de la Catedral de Barcelona y algunos extremistas hasta les han reído la gracia, menos mal que el plenario les ha chafado semejante monstruosidad.

Lo dicho, ya no es hora de otra cosa que no sea actuar con contundencia, ya está bien de aguantar y hacer creer que las razones de Estado son más débiles que el clamor de unos cuantos descerebrados que han prometido el maná a los catalanes. Desde Jaén, pensando en tantos paisanos y bastantes familiares en las tierras catalanas, incómodos por la humillación a la que se les quiere someter, pensando en tanta gente de todas las regiones que marcharon a Cataluña para ganarse la vida y también para hacer grande a esa región, me indigna y me subleva la cantidad de despropósitos, uno tras otro, como se vienen sucediendo en años de angustia, de radicalidad y de desafío irracional. Ya está bien. Por esta razón me parece normal que todos los españoles, por los medios que sea, incluso desde mociones en los ayuntamientos y en las demás instituciones, basta ya de complejos, animen al presidente del Gobierno y a las Cortes Españolas, a que cumplan con su deber. Ha llegado la hora de plantarse ante los que quieren mancillar nuestra Patria, España. Con la ley, pero sin miramientos, el tiempo del diálogo ya pasó, a no ser que quieran abdicar de sus desvaríos, pero esto no va a ocurrir, estos están poseídos por un veneno muy peligroso y casi letal. Confiamos en que pierdan estrepitosamente esta batalla y que los buenos catalanes, que los hay, sufran en esta disparata situación en los que los han metido, lo menos posible. Lo dicho, España es lo primero. Lo demás se lo están buscando los enemigos declarados de nuestra nación y que lo son también de todos los que defendemos con uñas y dientes su unidad.

TODO LO DEMÁS, MINUCIAS…Es fácil entender que con todo lo dicho con anterioridad el resto de los asuntos del día en Jaén son minucias, cuestiones de orden menor, sobre todo porque no hay nada nuevo bajo el sol. Los penúltimos enfrentamientos entre socialistas y populares, o al revés, igual da, tienen que ver con el Museo Íbero y con la planta de Dhul, que sigue dando que hablar después de muerta. Lo del Museo Íbero es de traca, mientras el alcalde trata de llevar a la reunión del día 11 una propuesta de síntesis para armonizar, algunos parece que tratan de hacer polémica con todo lo que se mueve, cuando por una vez deberían esperar, sentarse el martes que viene y tratar de ser constructivos, que hagan el favor de dejar de lado las diferencias y se puede abrir por fin el Museo que Jaén espera. En cuanto a la planta de Dhul, el Ayuntamiento no tendrá que pagar algo más de un millón que le reclamaban y al que se comprometió en su día, pero claro esto era de haberse cumplido los planes. El gobierno local ha aprovechado para restregarle a los socialistas este episodio de la frustrada planta de Dhul, una de las últimas iniciativas de los Ruiz Mateos, donde consiguieron engatufar a todos los próceres socialistas, desde Zarrías a la alcaldesa Peñalver, prometiendo el oro y el moro, pero que finalmente se quedó en una operación de imagen frustrada y con una intrahistoria que da idea del escaso pudor de la política con tal de apuntarse tantos. La planta de Dhul, y por desgracia no es el único ejemplo, simboliza una política de tirar hacia adelante con tal de no darse por vencidos, aun a costa de tener que recordar ahora la gestión tan artificiosa de aquellos días de vino y rosas. Ahora las sirve a unos y otros para sus ajustes de cuentas. Ni siquiera son conscientes de que ambos partidos deberían ser prudentes porque de fracasos si no están empatados poco les falta. Pues nada, que sigan…

Por lo demás, en el ámbito político, he leído estos días que le ha salido un competidor para las primarias en el PSOE provincial a Paco Reyes, se trata de un “sanchista”. No creo que llegue la sangre al río, Reyes no puede caer así por las buenas, pero es curioso al menos estar en la ventana y ver cómo se dirime políticamente la estrategia entre los susanistas confesos y los que eran o se incorporan a la disciplina del nuevo aparato de Ferraz. Y no menos interesante será la traslación de este nuevo tiempo a los ámbitos locales, empezando por la batalla de Jaén, que hay quien avanza ya que va a existir.

Fotos.-

1.-Imagen de la manifestación del pasado 17 de junio convocada por la plataforma «Jaén merece más».

2.-Manifestación españolista por las calles de Barcelona.

3.-Acto de colocación de la primera piedra de la que iba a ser planta de Dhul en Jaén.

 

 

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