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Por ANTONIO GARRIDO / He perdido la cuenta de los años que llevo conociendo a Juan Rubio Fernández, sacerdote y periodista, pero desde luego son muchos y ha habido tiempo suficiente para conocernos bien, forjar una sólida amistad, en el sentido aristotélico, como él mismo me diría: “Sin amigos, nuestra existencia siempre estará incompleta”, y creo por tanto conocer tanto sus enormes fortalezas, como también, por ser humano que es, algunas debilidades, qué le vamos a hacer, empecemos a tirar la primera piedra…

He dejado pasar los días para dedicarle lo que solo pretende ser un mensaje de ánimo de una mano amiga, después de unos hechos desafortunados, no puedo decir otra cosa, que tuvieron lugar en la parroquia donde Juan ha sido titular, Lahiguera, en una ceremonia de primera comunión donde el vídeo tan difundido deja ver que el sacerdote no se encontraba en las mejores condiciones posibles. No solo ha pedido perdón a la feligresía y al Pueblo de Dios, sino que ha renunciado a su tarea y comunicaba su deseo de ponerse en manos de profesionales. Ha habido quienes han arremetido contra él sin piedad, sin un mínimo de compasión y de misericordia, porque seguramente desconocen que atraviesa por un delicado estado de salud y que la depresión le ha sumido en una deriva que no se le puede desear a ningún ser humano.

Cierto es que también, y creo que en mayor número, estoy viendo que personas de muy diversa condición, desde todos los lugares, incluidos feligreses y vecinos de Lahiguera, se manifiestan en su defensa, valorando por encima de todo los activos, todo lo bueno que ha hecho en siete años, y dejando bien sentado que en la vida, que da muchas vueltas, y ninguno estamos a salvo de las caídas, solo se debe ser intransigente con las malas personas y con sus actos, no con los errores, por muy escandalosos que resulten, más si trascienden a los grandes medios de comunicación.

A Juan Rubio lo conocí cuando iniciaba su ministerio en Villacarrillo primero y después en la encantadora Sierra de Segura, donde hizo una labor admirable, pues aparte de atender el culto, se hizo presente en el servicio de la persona humana. Recuerdo la valentía de sus comentarios titulados El Yelmo, haciendo tambalear los cimientos de una sociedad tan pasiva y resignada. Un cura periodista y escritor resultaba incómodo para algunos que querían circunscribirlos a las sacristías, pero bastantes sacerdotes jóvenes han contribuido a abrir los ojos a la realidad sobre todo en núcleos rurales. Es el caso de Juan Rubio, al que en Linares le cogió la dramática crisis de Santana y se mojó a fondo.

En el año 1997 recaló en Diario Jaén, fichado por Esteban Ramírez, y desde entonces no se ha despegado del periódico provincial. No obstante desde 2007 y durante siete años fue llamado a dirigir el seminario de información religiosa Vida Nueva, donde definió las realidades de la Iglesia española con un sentido abierto, apasionado y crítico. Durante esa etapa conoció bien a la Iglesia jerarquía y a la de a pie, incluidos los entresijos del Vaticano. En sus múltiples viajes se relacionó en Argentina con el hoy Papa Francisco, con el que ha mantenido algún contacto posterior y es un firme defensor de las claves de este Pontificado. Su estancia en Madrid le sirvió también para publicar casi una decena de libros, entre ellos “La viña devastada”, sobre los cambios en el Papado, o “El fin de la era Rouco”, en torno al controvertido cardenal. Hace unos años volvió a su tierra y desde entonces no ha dejado de trabajar con su habitual dinamismo, como hombre de pensamiento, y no hay tantos que lo ejerzan, un gran escritor y con un enorme bagaje. De hecho en este momento se encuentra elaborando una vasta obra que esperamos pueda culminar con éxito para hacerle justicia no solo como escritor prolífico sino como uno de los grandes autores del siglo XXI en nuestra provincia.

Juan Rubio es sacerdote, pero también es persona culta, crítica, ávido lector, que no se casa con nadie, y gusta de llamar a las cosas por su nombre. No es exactamente un verso suelto dentro de la Iglesia, pero no es nada complaciente ni acomodaticio, por el contrario es inquieto y a veces hasta inquietante, atrevido y provocador en la búsqueda de respuestas a las preguntas de cada día, permanente buscador de la verdad donde ésta se encuentre, leal y noble, y sobre todo fiel a sus principios. No es extraño por tanto que haya recurrido a Fernando Pessoa para definir su lema ante la vida: “No el placer, no la gloria, no el poder; la libertad, solo la libertad”, tal fue su poder de persuasión que lo hice mío. Aunque el verdadero rasgo personal de Juan es su cercanía con los verdaderamente necesitados, conozco a mucha gente que en momentos de dificultad solo ha encontrado la mano abierta de este cura, primero en la Sierra de Segura y luego por todos y cada uno de los destinos que se le han encomendado. A esos nadie les ha dado publicidad, pero yo sé unos cuantos, algunos de ellos muy recientes, haciéndose presente donde podía ser útil, no solo como sacerdote, sobre todo como persona, como ser humano, en resumidas cuentas le he visto fajarse donde verdaderamente se conoce la altura de una persona, ante los dramas humanos, y siempre su respuesta fue inequívoca, servicial, cercana, urgente. Esto es lo que me ha hecho no solamente quererlo sino también admirarlo por su bondad evangélica.

Tras su regreso de Madrid el obispo don Ramón del Hoyo le confió tareas pastorales que hizo compatibles con su apasionante vocación de comunicador. El tiempo y la experiencia, su carisma, la capacidad de trabajo, le han hecho ser un jienense de largo recorrido del que se sigue esperando mucho, por una actividad febril entregada a su tierra. Él mismo se ha presentado como un flanêur (en francés, paseante o callejero) por la vid de la Iglesia y el mundo, “con esa mirada puesta en esa línea que divide el azul del cielo del azul del mar, mi imagen de la eternidad donde poder encontrar la luz”. Se le podía aplicar y lo hago hoy que seguramente lo necesita en su interior, lo que un día escribió su admirado Lolo, a quien dedicó un precioso libro, de lo mejor que se ha escrito sobre el beato linarense: “Cada uno tenemos un Dios que pasea apaciblemente por dentro y fabrica luceros personales, florece sonrisas y marca dulces senderos”. Cuídate, mejórate, y aquí te esperamos con este texto de los Proverbios: 24:16: “…porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará: los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia…” Pese a los embates de la vida tenemos que seguir resistiendo, querido Juan, no nos queda otra.

Foto: Con Juan Rubio (a la izquierda), al que presenté en una conferencia en La Económica.

21 Comments

  • Aurora Sánchez Murcia dice:

    Bueno, yo no conozco personalmente a este sr,pero mi. Opinión es que no somos quienes para juzgar a nadie, ha cometido un error, ha pedido perdon y yo no conozco sus circunstancias, lo cristiano o mejor lo humano, pues el Jesucristo historico fue profundamente humano es rogar a Cristo Jesús que le ayude, así se lo pido yo

  • Luis María dice:

    En estos momentos es donde los amigos son más necesarios

  • Enriue Cabezudo Melero dice:

    Antonio: Gracias por este artículo y sobre todo por ser buen amigo de tus amigos. Eres buen samaritano

  • Juan Antonio dice:

    Gracias Antonio, seguro que tus palabras ayudarán a Don Juan en estos momentos.

    Don Juan, el salir mal «en una foto» no hace feos a personas tan bellas como tú. Ni el mirar con los prismáticos al revés hace más pequeños a gente tan grande. Ánimo un abrazo grande.

  • Concepción González Sánchez dice:

    Como vecina del pueblo de LaHiguera sólo puedo alabar su labor como sacerdote ; siempre tendiendo una mano al necesitado. Lo considero un hombre culto e inteligente que llama a las cosas por su nombre.
    Han sido muy crueles con el , solo han atacado como lobos y no se han acordado de ofrecerle un hombro donde apoyarse ahora que lo necesita tanto.

  • Antonio Luis Marmol Jimenez. dice:

    No tirare la primera piedra y aun menos al parroco de mi pueblo.Que en mayor o menor grado de culpa hay que ponerlos en los altares.Somos dificiles de adoctrinar y de convencer , pero desde mi mas humilde saber , lo primero es : reconocer la culpa , querer rectificar y despues cumplir la penitencia .Todo ello lo deberiamos grabar a fuego EN NUESTRAS Y VUESTRAS NORMAS DE VIDA.

  • Francisco Diaz Cabrera dice:

    Mucha fuerza en ESTOS momento Juan.
    Cuidate mucho.
    La verdad yo no soy de Iglesias y seguro que algunos Les extrañara que comente en Este asunto, pero veo que algo debo de comental.
    Debo de sacar la Cara por Juan ya que aparte de SER del mismo pueblo y de conocernos desde pequeñitos solo he sentido hablar Bien de el, por donde ha ido pasando a lo largo de Toda su Carrera, haciendolo cada vez mas grande.
    Y decirte que cuides de esos Buenos amigos que de seguro no son pocos y TU Eres de saber cuidar de tu amigos. Mucha fuerza y cuidate Juan.

  • Gilberto García y López dice:

    Don Juan, mi Amigo y Hermano Sacerdote, ha cometido un error en un momento transcendental, Misa de Primeras Comuniones, pero cuando un error se comete no se elige el momento; se comete y ya está. Tiene, en mi opinión, muchas circunstancias atenuantes; pero carecen de valor frente a su carta de disculpa y solicitud de perdón, tanto a su feligresía como al pueblo de Dios y su renuncia, para ponerse en manos de profesionales.
    El asunto queda zanjado: Él pide disculpas y nosotros tenemos que perdonar, cristianamente hablando. Como él nos ha perdonado nuestras iniquidades y delitos en confesión.
    El que hizo y difundió el video tiene una falta aún mayor; no solo mancilló el honor de una buena persona y buen Sacerdote, sino que también repercutió en la misma Iglesia. Seguramente no recuerda el pasaje del Evangelio, donde Jesús mismo dice: «El que esté libre de pecado, tire la primera piedra». O aquel otro, donde se nos hacer notar que vemos antes la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
    Ánimo, mi Amigo y Hermano, los que le queremos rogamos al Espíritu Santo Paráclito, que es Bueno, para que lo restablezca y nos haga ver su sabiduría y fuerza por su boca y ejemplo. Dios Nuestro Señor le Bendiga.

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