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Por JAVIER LÓPEZ / Si para que te vaya bien en Jerez o eres caballo o te apellidas Domecq, en Granada, por lo mismo, o eres Alhambra o te apellidas García Montero, un solera reservada envejecido en barrica de izquierdas. Aunque en España para engrosar el currículo vitae es conveniente matricularse en el doble grado PSOE y UGT -es el que tiene más salidas y menor nota de corte- la evolución laboral de Garcia Montero parte del comunismo de base y se asienta en el socialismo de élite.

La suya es una evolución natural si se tiene en cuenta que, al fin y al cabo, un socialista es un comunista sin prisa. Lo demuestra Sánchez, que si bien no luce las cejas de Brézhnev comparte con el presidente soviético la mirada totalitaria. Así que resulta lógico que el converso Montero baile el agua a quien le situó al frente del Instituto Cervantes, desde donde urde el asalto a la Real Academia so pretexto de que su director no es filólogo. Si es por eso, tampoco él es poeta.

Álvaro Pombo, al calificarlo de vate mediocre, hace gala de buena puntería: es un escritor de fogueo. No todo el que encadena versos sociales deviene en Miguel Hernández. Para dar la talla como poeta del pueblo, aparte de buenas rimas, le faltan malas vivencias. Y para dar la de poeta romántico le faltan corazonadas. De ahí que en vez de escribir polvo serás, más polvo enamorado escriba tú me llamas, amor, yo cojo un taxi. Hasta mi mamá me mima tiene más empaque lírico.

Foto: Luis García Montero.

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