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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Administrar eficientemente los recursos económicos permite alcanzar las metas y objetivos planeados ya sean a corto o largo plazo. Esta finalidad no sólo interesa a las familias sino que, igualmente, se convierte en la referencia deseada por empresas e instituciones. Habitualmente los recursos necesarios para conseguir este propósito dimanan de las propias disponibilidades: ingresos de diversa índole, más comúnmente salariales, en el caso de los hogares, fondos propios de un empresario autónomo, o de los socios en el de las empresas en forma de capital social. Sin embargo, en numerosas ocasiones los recursos propios pueden ser insuficientes para atender a la actividad económica personal o empresarial por lo que resulta necesario recurrir a otras fuentes ajenas para que nos proporcionen los fondos convenientes, es decir, apelamos a una financiación ajena de naturaleza privada, bien de otras personas, bancaria en el caso de las entidades financieras, o de otros intermediarios de los numerosos que existen en los mercados financieros: (comercios, Bigtech, Fintech, Neobancos…, incluso grandes superficies o comercios).

En resumen, la financiación hace referencia al proceso por el cual una persona o entidad consigue recursos ajenos para poder llevar a cabo sus proyectos, pagar servicios, o realizar diferentes tipos de inversiones. No obstante, esta forma de obtener dinero suele conllevar la obligación del cumplimiento de las condiciones acordadas, tanto relativas al propio reembolso del efectivo más los intereses pactados, como al período de devolución convenido por ambas partes. En cualquier caso antes de acudir a estas fuentes, es preciso conocer qué tipo, entre la enorme variedad que incluye el término “financiación, se adapta mejor a nuestras necesidades y, especialmente, a nuestra capacidad de pago.   

En consecuencia, el destino de los fondos solicitados y el plazo de devolución se constituyen como los aspectos fundamentales para determinar el tipo de financiación más conveniente y, por otra parte, para conseguir el costo más económico y permitir un período de pago que facilite una devolución puntual y apropiada a la capacidad real de pago del deudor, ya sea de índole particular o empresarial. En este supuesto valga como ejemplo que el proceso de financiación de aplazar una compra en un comercio a corto plazo, es muy diferente al de comprar un coche, en el caso de particulares; o, en el de una empresa, solicitar fondos para la campaña de elaboración de un producto de temporada a adquirir la maquinaria necesaria para elaborar el producto.

Sin embargo, a pesar de la enorme confluencia de situaciones que habitualmente requieren de un proceso de financiación, podemos establecer una serie de particularidades generales para agrupar diferentes situaciones de esta índole, según atendamos a sus características más destacadas. Así deberíamos tener claro cuando debemos solicitar un crédito o un préstamo ya que siendo operaciones financieras cuyo fin es facilitar recursos al solicitante su tratamiento es totalmente diferente. En consecuencia estaríamos ante una financiación mediante un crédito cuando el prestamista pone a disposición del deudor una cantidad límite que puede ser utilizada de una sola vez o en varias disposiciones e, incluso, que en el transcurso del período del contrato, generalmente un año, existan momentos en que puedan registrarse alternancias de saldos en contra o a favor del titular. Esta facilidad permite que el titular del crédito solo pague los intereses pactados por los días y cantidades reales que ha estado dispuesto. Así mismo esta modalidad, aunque también puede ser utilizada por particulares si se dan las circunstancias concretas requeridas, es usualmente utilizada por las empresas cuya operativa puede dar lugar a períodos en que las necesidades de recursos puedan compatibilizarse con otros en que la cuenta presente saldos a su favor. Otra cosa será la modalidad de financiación mediante préstamo ya que en este caso el prestamista concede un importe determinado que es dispuesto en su totalidad por el deudor en el momento de la firma del contrato y cuya devolución, junto con los intereses devengados, habitualmente se produce mediante el pago de una cuota mensual acordada. Operación típica de financiación de compra de bienes de elevado importe: coche, maquinaria, bienes de equipo u otros de parecida índole, a plazos desde 2 años hasta 6/8, o un máximo de 30 como es el caso de la financiación hipotecaria.

Otro aspecto diferencial esencial entre crédito o préstamo, radica en las garantías que el prestamista pueda exigir en uno u otro caso. Habitualmente la valoración por parte de la entidad de aspectos tales como la situación financiera del solicitante, del tipo de financiación, destino del importe solicitado, plazo de devolución propuesto, serán determinantes para requerir algún tipo de garantías adicionales, requisito que suele ser más habitual en el proceso de concesión de un préstamo, ya que cuando se trata de un contrato de crédito habitualmente éste se hace atendiendo fundamentalmente a la valoración financiera del solicitante, ya sea particular, autónomo, pyme o gran empresa, aunque en algunas ocasiones el prestamista puede requerir garantías adicionales en forma de avalistas. En cualquier caso, como hemos señalado, el requerimiento  de otras garantías es más común en operaciones de préstamo a medio o largo plazo. Habitualmente en el caso de una financiación mediante un préstamo que no exceda de un plazo de 6/8 años, destinada a la compra de bienes duraderos como un coche, u otro de igual índole, solo se exigen garantías personales o, en última instancia, el aval de un tercero, sin embargo, como es más corriente, si excede de este plazo, generalmente para compra de vivienda, la garantía será hipotecaria y el límite vendrá determinado por un tanto por ciento, habitualmente el 80%, sobre el valor de tasación del inmueble, si bien la devolución de ambas modalidades, se producirá de acuerdo con el calendario pactado al efecto entre el prestamista y el prestatario.

No menos importante es el tipo de interés que aplican los bancos a las operaciones de financiación. Si nos referimos a los créditos, dada la facilidad señalada anteriormente de libre disposición de límite de financiación concedido, suelen ser más altos que en los préstamos, no obstante, según la Agencia Moody’s el interés medio para préstamos de bienes duraderos es del 8.6%, tres o cuatro veces más que el medio para un hipotecario aunque, como norma, siempre habrá que calcular la TAE final (tasa anual equivalente) porque puede ser bastante superior si el interés es a tasa mensual, trimestral o anual, y si a su vez concurren el pago de comisiones u otros gastos adicionales.  

Por último, el mercado financiero ofrece una variedad de figuras  de financiación muy amplia, cuyas características generales más concluyentes hemos  detallado. Sin embargo por su particularidad y singularidad debemos hacer especial mención a la operativa que ofrecen las tarjetas de crédito, la modalidad de financiación más popular y rápida del mercado. Generalmente se expiden con un determinado límite, que se concede en base a la fiabilidad de reembolso reconocida al cliente, y que permite pagar compras sin efectivo, acumulando una financiación acumulada que, en condiciones normales, se adeuda en la cuenta del titular a fin de cada mes. Si bien, aunque existe la posibilidad de efectuar un pago parcial y aplazar el resto de la deuda a un tipo de interés pactado en el contrato, no parece que sea una fórmula aconsejable para financiarse debido a los altos niveles de interés que conlleva y a la posibilidad de que no mantener un control adecuado de los pagos, especialmente en las tarjetas revolving, pueda generar un stress financiero indeseado.   

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