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El precio de la luz sigue disparándose y copando las portadas de todos los medios de comunicación. El nuevo ministro de la energía, sin duda el de mayor lucidez, ha intentado explicar este aumento, pero ni ha sido valiente ni ha aportado soluciones reales. Nos ha dicho que el mercado se ha visto afectado por el efecto acumulativo de varias circunstancias, como el aumento de la demanda, la ola de frío, la subida de los precios de las materias primas energéticas en los mercados internacionales, empezando por el petróleo, y siguiendo por los otros dos combustibles fósiles, el gas y el carbón, el mayor coste de la generación hidráulica por la escasez de agua y la baja producción de los “molinillos” por falta de aire, así como la paralización de una cuarta parte del parque nuclear en Francia, que está haciendo que España tenga que exportar energía en vez de importar como era habitual, ya que una buena parte de la energía que utilizamos es nuclear, y se la compramos a Francia. El resultado de esta confluencia de elementos estructurales y coyunturales es que el recibo de la luz de un hogar medio durante este mes de enero superará los 90 €, según las estimaciones de Facua, y será el más caro de la historia. 

España tiene un porcentaje de renovables mayor que otros países, lo que hace que el uso de centrales de ciclo combinadas sea esporádico. Cuando bajan las temperaturas y hay escasez de agua o de viento, aumenta el consumo de electricidad. Ese incremento de demanda de energía, que no puede ser abastecido mediante renovables, tiene que producirse con centrales de ciclo combinadas, lo que encarece el precio. En este último año, el precio del crudo tipo Brent, de referencia en Europa, ha crecido un 90%. Aunque su peso en la matriz de generación eléctrica es nulo, sí está detrás de los precios de todos los demás productos, e incide con fuerza en el del gas, puesto que muchos de los contratos de abastecimiento de este segundo hidrocarburo están indexados a su precio. Y en el caso del gas, el incremento experimentado en el último año ha sido del 48%. Durante los últimos años la aportación del gas a la generación ha sido muy pequeña -alrededor del 10%-, pero es la tecnología que acostumbra a marcar el precio diario de casación. Finalmente, en el caso del carbón, ha subido un 104%. Aún así, la gran mayoría del mineral que queman nuestras centrales térmicas es importado porque sigue siendo más barato que el nacional, a pesar de Zapatero y su obsesión por financiar un carbón asturiano que nos sale más caro que si de oro se tratara y que hoy solo sirve para contaminar. 

Todo eso está bien Sr. Ministro, pero también hay que explicarle a los ciudadanos otros muchos motivos, entre ellos, que el precio mayorista de la electricidad tiene un peso cercano al 35% sobre el recibo final, un 40% corresponde a los peajes de acceso y cerca del 25% al IVA y al Impuesto de la Electricidad, y que estamos pagando en el recibo de la luz los caprichitos del Sr. Zapatero.    

La electricidad no es un lujo. Por eso el gobierno debe de contribuir de manera efectiva a moderar el coste de la energía, permitiendo más competencia y menos impuestos. La energía debería de considerarse como un bien de primera necesidad al igual que ocurre con los alimentos o las medicinas, y aplicarle un IVA superreducido del 4%. Esa bajada aliviaría la carga que soportan tanto los particulares como las compañías, lo que aumentaría considerablemente el bienestar de los ciudadanos y apuntalaría nuestra competitividad, si queremos seguir creciendo económicamente a nivel europeo. Hay demasiadas familias que no pueden pagarse la luz y el componente fiscal y otros costes pertenecientes a la excesiva regulación inciden en más de un 50% en el importe final de la factura.

Pero ni Rajoy, ni el ministro de la energía, preparado con creces para estos asuntos, se atreven a nombrar en ningún momento otra de las posibles soluciones al problema, la energía nuclear, la más barata y segura, tabú en nuestro país, gracias a la supina ignorancia de muchos verdiprogres que la han demonizado intencionadamente, pero que no ponen ningún reparo en que se la compremos a los franceses, en donde funcionan 19 centrales nucleares con un total de 58 reactores nucleares.

En Francia, el país de la Unión Europa más partidario de esta fuente de energía y donde el 76,34% de su electricidad es de origen nuclear, desde que apostaron por la energía nuclear en el año 1974, gozan de un importante nivel de independencia energética y casi el más bajo costo de la energía eléctrica en Europa. También cuentan con un nivel muy bajo de emisiones de CO2 per cápita de generación de energía eléctrica, ya que más del 90% de su electricidad es de origen nuclear o hidroeléctrico. En Francia no hay demasiados partidos que se planteen un cambio en el modelo energético nuclear. Hay que tener en cuenta que el 76% de la energía que genera Francia es producida por centrales nucleares, y de ahí el bajo coste, y en la actualidad están construyendo una nueva unidad de nueva generación. En Finlandia, el país ecológico por excelencia, el 33,74% de la electricidad proviene de los cuatro reactores que tiene en operación. Actualmente construye una nueva unidad y ya hay estudios que plantean la necesidad de una sexta. Por su parte, Reino Unido, que cuenta con 15 reactores y han decidido dar luz verde a la construcción de nuevas centrales nucleares con dos objetivos básicos: frenar las emisiones contaminantes y reducir la dependencia exterior.

Por ello, y por el conocimiento que pueda tener, que no es mucho, no entiendo a qué esperamos para apostar decididamente por la energía nuclear, que en la actualidad supone el 21,38 % de la electricidad que consumimos sin emitir CO2 y permite reducir la cantidad de energía generada a partir de combustibles fósiles (carbón y petróleo) y con ello, la cantidad de emisiones de gases contaminantes (CO2 y otros) a la atmósfera. Actualmente se consumen más combustibles fósiles de los que se producen, de modo que en un futuro no muy lejano estos recursos se agotarán o su precio subirá tanto que serán inaccesibles para la mayoría de la población. Además, la producción de energía eléctrica sería continua. Una central nuclear está generando energía eléctrica durante prácticamente un 90% de las horas del año, y esto reduce la volatilidad en los precios que hay en otros combustibles como el petróleo, lo que, en fin, favorece la planificación eléctrica. La energía nuclear no depende de aspectos naturales.

Con ella se solventaría la gran desventaja de las energías renovables, como en los casos de la energía solar o la energía eólica, en que las horas de sol o de viento no siempre coinciden con las horas de más demanda energética. La energía nuclear es una fuente energética que garantiza el abastecimiento eléctrico, frena las emisiones contaminantes, reduce la dependencia energética exterior y produce electricidad de forma constante con precios estables y predecibles. Así lo entienden cada vez más gobiernos de distintos signos que apuestan por el mantenimiento de las centrales nucleares en sus países y la construcción de nuevas plantas.

Pero sobre todo Sr. Ministro, la clave está en permitir aún más la competencia. Más competencia, menos impuestos y replantear nuestro pool energético, sin miedos a la izquierda. Autorizar que en España existan más empresas en el sector eléctrico reduciría sin duda el precio de la energía, bajar los impuestos y apostar por la energía nuclear como lo hacen los países avanzados energéticamente, como Francia, Estados Unidos, Rusia, Finlandia, Japón, Canadá, Corea del Sur, etc… Según el Organismo Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas, los datos de agosto de 2016 reflejan que hay 61 unidades en construcción en países como China, India, Rusia, Corea del Sur, Finlandia o Francia. Todos ellos, conscientes de los problemas energéticos y medioambientales, construyen nuevas plantas nucleares porque consideran que la energía nuclear es una fuente esencial para el presente y futuro de sus países.

De no hacerlo en España, solo podemos esperar a que haga aire, llueva, o que los franceses nos vendan más su energía nuclear. Desgraciadamente, este tema tiene en mi opinión un diagnóstico bastante claro pero una solución práctica muy complicada, sobre todo desde el punto de vista político, y en minoría parlamentaria mucho más. Al final, como siempre, los ciudadanos somos los grandes perjudicados.

 

Imagen: El Periódico de la Energía.

 

 

 

 

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