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Por IGNACIO VILLAR MOLINA /

Al referirnos al comercio estamos definiendo la actividad económica que consiste en la transferencia e intercambio de bienes y servicios, entre personas o entre entidades, en cualquiera de sus modalidades: comercio exterior (importaciones y exportaciones), venta al por mayor, retail (minorista, ecommerce especializado, independiente…). El comercio ha desempeñado un papel fundamental en la actividad económica global; genera más empleo, mayores ingresos, mejores productos, menos inflación y más cooperación en lugar de confrontación, (salvo como ahora, cuando un país unilateralmente pretende aplicar un proteccionismo excesivo incrementando las restricciones mediante un aumento desmedido de los aranceles a la competencia extranjera para ayudar a la economía local). El comercio origina directa e indirectamente una cuarta parte de la economía y es responsable de al menos el 28% del empleo privado, todo ello sin contar el efecto arrastre sobre otras ramas de la actividad económica. Concretamente este sector, según el INE (Instituto Nacional de Estadística), representa el 12.5% del PIB (Producto Interior Bruto) a precios básicos (sin impuestos), y operaban 1.5 millones de empresas. Una de sus variedades, el comercio local, también titulado como minorista, en concreto constituye por sí sólo el 4.9% del PIB, y, según CEPYME (Confederación Económica de la Pequeña y Mediana Empresa), genera más empleo por euro invertido que las grandes empresas. Por otra parte, según el INE, la mitad de las empresas del sector minorista básicamente no tienen trabajadores asalariados y el 48% tiene sólo entre 1 y 10 remunerados. El comercio de proximidad o comercio local, es la práctica de acudir a los establecimientos sitos en el entorno más próximo, bien en nuestro barrio o en las calles comerciales de nuestra ciudad, y su existencia es de suma importancia para la economía, como ha quedado patente con las cifras señaladas anteriormente.

Sin embargo este tipo de comercio ha trazado en los últimos cinco años un recorrido de progresivo descenso, ya que más de 50.000 tiendas han desaparecido, cifra, que es aún más lamentable si nos atenemos a los datos de cierres desde 2000 que alcanzan 140.000, con una tendencia clara y en progresivo aumento, como confirman los informes de la Confederación del Comercio, que señala que cada día 38 comercios bajan las persianas definitivamente, lo que supone, en su criterio, una sangría que no cesa. La tendencia, lejos de moderarse, amenaza con vaciar calles y barrios enteros debilitando la economía local y rompiendo el tejido social que los comercios familiares han sostenido durante décadas; fuentes del sector señalan que esta situación no es coyuntural sino existencial, como demuestra la evolución de los datos de cese de actividad de los últimos 5 años. Muchas son las causas que han conducido al sector a este lamentable declive. Así, aspectos como el aumento de los costes de todo tipo, la falta de músculo financiero que mengua la capacidad de actualización de los locales y la adaptación digital necesaria, el incremento de impuestos y cuotas de la Seguridad Social, la falta de relevo generacional, las restricciones al acceso de vehículos al centro de las ciudades, el lastre a la competitividad con las grandes plataformas que implica un mayor coste por el menor volumen de las compras de artículos, la financiación y gestión de los inventarios, la falta de estructura que refuercen sus canales, y de forma más directa, la liberación de horarios, que ha situado al pequeño comercio en una situación de desventaja frente a las grandes cadenas y centros comerciales, cuya realidad económica dista mucho de los ajustados márgenes con que trabaja el comercio tradicional. 

Desde algunas instancias se han ofrecido tímidos planes de bonificaciones para la digitalización, regulación de precios de los alquileres de locales comerciales, y para la remodelación de los locales e instalaciones; de hecho en la primavera de 2024 se formuló el Plan integral, “Comercio Conectado”, de apoyo al comercio minorista en coordinación con las Cámaras de Comercio, pero, hasta ahora no se manifiesta una real constancia de su efectividad que pueda suponer un freno al deterioro existencial que vienen sufriendo con más rigor algunas de sus especialidades.  

Esta crisis del comercio de proximidad, aunque afecta a todas las variedades de su actividad, es más patente en sectores tales como librerías y papelerías, modas y complementos, perfumerías y cosmética, hostelería y equipamientos, deporte y ocio, alimentación especializada, aunque en este sector se está produciendo una contestación más efectiva…Es por eso por lo que cabe citar las ventajas que para el consumidor tiene hacer sus compras en el entorno de su residencia: ahorros importantes de tiempo y dinero al evitar desplazamientos a otros centros comerciales de mayor envergadura, consumo más reflexivo y práctico al evitar la euforia que transmiten las grandes cadenas con capacidad de fraccionar compras de cierto importe sin intereses, compra de productos producidos en el ámbito local y “casero”, incentiva la economía local, atención personalizada, ayuda a reciclar de forma adecuada, mejora el medio ambiente y rentabiliza el consumo sostenible, entre otras ventajas y beneficios.  

Es verdad que el  paradigma del consumo ha ido cambiando. La irrupción de grandes superficies supuso el desarrollo de una nueva  forma de consumir más vinculada a grandes marcas y a innumerables opciones situadas todas en un mismo escenario físico. La era de Internet supuso un vuelco definitivo en la forma tradicional de compra, así las compras online han experimentado un cambio fundamental: en 2006 apenas 1 de cada 10 españoles había realizado alguna compra online, según los últimos datos de 2024 del INE, actualmente 6 de cada 10 realiza compra online, de tal forma que entre 2019 y 2024 el volumen de compras online casi se ha duplicado. Por otro lado, el fenómeno de gigantes centros comerciales virtuales, market places o la irrupción de nuevos escenarios digitales, evidencian la transformación de los hábitos de los ciudadanos, por lo que el comercio electrónico ha provocado un impacto profundo en el comercio tradicional, lo que obliga a las empresas y comerciantes a rediseñar sus estrategias.

Frente a este escenario y el gran reto que suponen las nuevas formas de compra, cada vez se reivindica más el comercio de proximidad, por lo que los gobiernos deben intensificar las facilidades a este sector por ser una herramienta que favorece la economía local, la sostenibilidad y el medio ambiente. Por otro lado la evolución que se deriva de este primer cuarto de siglo es clara: “aunque el establecimiento físico seguirá siendo relevante para la mayoría de los consumidores, su función está  evolucionando: deja de ser un punto de venta para convertirse en un espacio de experiencia…Según este criterio la supervivencia del comercio minorista dependerá de la capacidad para optar a un modelo omnicanal que integre de forma efectiva los canales online y offline, que combinan presencia física y digital, como se advierte en “Economía 3”.

No obstante, ese profundo impacto provocado en el comercio tradicional está siendo neutralizado en algunos sectores, como es el caso de la alimentación, quizás activado por los nuevos hábitos de los ciudadanos. Una encuesta realizada recientemente, de la que informa Canal Sur, sobre los hábitos de compra de los ciudadanos andaluces, señala que llenamos menos la cesta de la compra pero acudimos más al comercio del barrio en detrimento de los hipermercados. De hecho la cuota de mercado de tiendas de proximidad ha subido un 40%, tendencia que incluye una mayor elección de los productos de marca blanca que actualmente supone un 46% del total de la compra.

IGNACIO VILLAR MOLINA.- SOCIO DE SECOT  JAÉN.- ECONOMISTA

Imagen: Una fotografía publicada hace un par de años por El Confidencial, con el siguiente pie: El centro de Jaén es deprimente.

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