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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /

Acabo de terminar el último libro de Antonio Muñoz Molina, «El Verano de Cervantes” y hace un mes acabé otro de Emilio Lara, «Los Colmillos del Cielo». Ambos son ensayos y ambos deberían de ser lectura obligatoria para una sociedad que cada vez se encuentra más perdida.
No creo que sea necesario hablar a estas alturas de la prosa de Muñoz Molina y de Emilio Lara. La belleza de su escritura se basa en la sapiencia de combinar las palabras como si fueran un conjunto de notas con las que logran la armonía perfecta de la que nace la sinfonía total. Los dos, devotos de Bach, saben cómo hacerlo. Y cómo se consigue todo esto, pues la respuesta es muy clara leyendo y leyendo.
Llevaba mucho tiempo sin adentrarme en el género del ensayo, quizá por ser una sima difícil de profundizar. Sin embargo, este verano he descendido, de nuevo, gozosamente a la cueva de Montesinos y he paseado por los paisajes idílicos de las misiones que los Jesuitas fundaron en el actual Uruguay.
Leer a estos dos grandes me ha sacado de mi profunda melancolía y de mi escepticismo hacia nuestra especie.
Antonio y Emilio, pido perdón por el tuteo, son la avanzadilla de un Jaén enorme en el que hay un talento literario sublime. Autores como Juande Valverde con su » Puente de las Indulgencias» o Antonio Reyes con «El verbo y la Carne» y Teresa Viedma con «El Asesino de la Puntilla» son otros que debemos de leer y admirar.
Ya estamos en septiembre y los poetas Mariángeles Solís, Pilar Esteban, José Gómez y Fernando Miras también querrán ser leídos. Sus últimas obras, seguramente no nos van a dejar indiferentes, nos van a dejar dichosos.
Jaén y su provincia es el santuario interior de las letras. No dejen de visitarlo.  

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