Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /
(Publicado en la revista Candil nº 174 julio-diciembre de 2024)
Escribir sobre la pintura de un amigo, de un maestro requiere un ejercicio de honestidad para no caer en el abismo de la pleitesía.
¿Pero qué ocurre si este buen hombre es uno de los pintores más afamados de nuestra tierra que se llama España?
Paco Carrillo es en pintura lo que, por ejemplo, Antonio Muñoz Molina es en literatura, por seguir con los paisanos ilustres de nuestra provincia.
La pintura, que tienen en la portada, es un retrato que evoca el género del realismo mágico. La confusión entre el cantaor y su duende. La mezcla de todos los cantores, que el artista lleva en su alma, origina esta pintura que resume la perfección la belleza del cante.
Hablar sobre la técnica utilizada sería un error por mi parte. De críticos y academicistas está el mundo muy bien cubierto. Y en esta querida ciudad los hay muy sobresalientes. Yo quiero buscar la poética de la pintura, su voz…

En este retrato lo que nos interesa es el poema que trasmite. La atmósfera tan alejada de lo terrenal en la que el cantaor busca su conexión íntima con el cielo. Pretendiendo unir a todas las voces del flamenco que lo hacen universal. En esta pintura vemos, por qué no, al demiurgo, vemos como dicen los gnósticos el principio del flamenco, el ser que universaliza el cante y los trasmite al género humano.
Este retrato que se titula “Por Martinetes¨ supone la fusión perfecta entre lo tangible, es decir, nuestro cantaor universal, y lo intangible, ese duende, el don que emociona, que no sabemos hallar. Pero que Carrillo, el viejo, con su pincel de mago, rescata (el duende) y lo pinta en el corazón, en el suspiro del cantaor que estamos viendo.
Sólo está al alcance de muy pocos pintores, el poder trasmitir en su obra un compendio de las artes, a mi entender, más importantes. A saber, y el orden no es una prelación, artes plásticas, arte poético y cante.
Carrillo, el viejo, maestro y humanista lo consigue con una plenitud que está fuera de toda duda. Como todo seguidor del Krausimo, en su obra encontramos la tolerancia, la libertad de creación, huyendo de los dogmas que tanto han perjudicado la libertad de las sociedades.
El flamenco es la respiración, el suspiro, la desazón, el desgarro, pero también, la emoción, la esperanza, la plenitud de los hombres y mujeres que lo convierten en arte, en una necesidad vital.
Y este sentimiento de vida, de pertenencia, de gloria, de hermandad, de amor…Carrillo, el viejo, lo ha mostrado en este retrato. ¿Existe acaso algo más hermoso?
Martín Lorenzo Paredes Aparicio
Foto: Paco Carrillo es en pintura lo que, por ejemplo, Antonio Muñoz Molina es en literatura, por seguir con los paisanos ilustres de nuestra provincia. (Arte en Jaén).



