Por ANTONIO GARRIDO / En los últimos días toda España, también todos los jienenses, hemos conocido la obra y milagros económicos del exministro Cristóbal Montoro, expuesto a la crítica y ejerciéndola en primera instancia sus propios compañeros, aunque el PSOE ha encontrado munición para tratar de rebajar su propio caladero de corrupción, porque seguramente han pensado que “mal de muchos…”. Las acusaciones contra Montoro, que se extiende también a colaboradores de su Ministerio y a la propia Oficina creada por él, Equipo Económico, y al que presuntamente habría beneficiado de forma ilegal mientras estaba al frente de Hacienda, según se investiga. No paran de salir noticias conectadas con este delicado asunto y ponen al jienense entre las cuerdas, porque en este tipo de casos basta con tirar del hilo para que aparezcan consecuencias indeseables, a cual más sorprendente. Todo hace indicar que mientras Aznar estaba “trabajando en ello” y Rajoy se ocupaba de proceder a la lectura del “Marca”, especialmente en esta última etapa en la que el PP era un hervidero de casos que acabaron por propiciar la moción de censura, nuestro paisano se ocupaba presuntamente de “lo nuestro” y de “lo suyo”.
Al frente del Ministerio se hizo muy popular, no siempre para bien, porque algunas de las medidas adoptadas fueron controvertidas, pero fue el promotor de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, y del sistema de financiación mediante el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA). Igualmente, y esto es más polémico y se le sigue criticando todavía por ello, hizo posible la amnistía fiscal de 2012, que sería anulada parcialmente en 2017 por el Tribunal Constitucional, con el argumento de que incumplía el artículo 86 de la Constitución que prohíbe el uso de esta figura legislativa para sacar adelante medidas que afecten “de forma relevante o sustancial” a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos. La realidad es que en este momento Cristóbal Montoro pasa a formar parte, por el propio pronunciamiento del juez, de la geografía de la corrupción, aunque hay que tener prudencia y seguir esperando hasta que la misma autoridad judicial diga la última palabra. Sí nos preocupa que casi siempre el nombre de Jaén aparezca en más asuntos sucios de lo que debiera. De todas maneras, tanto el despacho creado por Montoro como él mismo han negado credibilidad a la instrucción, por entender que carece del «menor fundamento jurídico». Este es el panorama, pero es seguro que hay «caso Montoro» para rato.
El exministro de Hacienda y Administraciones Públicas en su última etapa ya en el Gobierno de Rajoy, Cristóbal Montoro Romero, es jienense, para más señas nació en Cambil el 28 de julio de 1950, va a cumplir por tanto 75 años el lunes próximo. De familia humilde, su padre regentaba un pequeño negocio y tenía claro que sus dos hijos tenían que estudiar. Trataron de buscar futuro en la capital jiennense, pero Gil Montoro, que así se llamaba el progenitor, se marchó a Madrid donde le dio trabajo un empresario vasco, que le ayudó asimismo a hacerse de su modesto primer piso. Las posibilidades de la capital de España hicieron que Cristóbal Montoro llegara con el tiempo a una cátedra de Hacienda Pública.
El jienense ha sido siempre más técnico que político y ha escalado puestos por la cultura del mérito y no como en otros casos de compañeros de cartera que lo han hecho por sus sonados apellidos o por provenir directamente de la aristocracia. Montoro por el contrario representa el éxito de un hijo de emigrante al que Aznar y Rajoy nombraron ministro en dos etapas distintas porque, según se dijo entonces, era “un señor de Jaén” que no tenía ninguna hipoteca. Pese a todo hizo carrera política desde el año 1990, y llegó a ministro en dos etapas, de 2000 a 2004 y de 2011 a 2018, con responsabilidades distintas en el ejecutivo y en el propio Partido Popular. Le tocó, como suele decirse, bailar con la más fea, y él se tomaba con cierto humor las críticas: “ya sabía a qué venía, no hay ignorancia exculpatoria”. Por lo que se refiere al Congreso fue diputado en cinco legislaturas, la primera en 1993.
Su vinculación política con Jaén fue un tanto Guadiana. Fue diputado por esta circunscripción de 2000 a 2004, antes y después lo fue por Madrid y en una ocasión por Sevilla, y en la mayor parte de esa etapa ejerció de ministro con Aznar. En esa legislatura de 2000 a 2004 estuvo más presente, después desapareció y en los años posteriores, desde las elecciones municipales de 2011, en que incluso cerró la lista por la capital, sus visitas han sido contadas, ya últimamente a nivel muy particular. Ni siquiera se dejó ver cuando cedió el Banco de España a la ciudad, hecho que tiene todo el mérito porque políticos socialistas lo anunciaron y nunca lo llegaron a cumplir. El exalcalde Fernández de Moya, que fue Secretario de Estado de Hacienda a sus órdenes, entre 2016 y 2018, se jactaba de tener una gran relación de amistad, habló varias veces de inminentes sorpresas, en un pleno municipal llegó a asustar a la oposición, sobre todo al PSOE, anunciando “una próxima visita que les va a desconcertar”, o algo parecido, no recuerdo bien la frase, pero ni llegó Montoro en persona convertido en rey mago para apagar el fuego económico de Jaén ni se produjo el tan demandado rescate para hacer que el Ayuntamiento fuera algo más gobernable desde el punto de vista económico.
Fernández de Moya se quejaba continuamente de que la alcaldesa socialista Carmen Peñalver le había dejado un Ayuntamiento en la más absoluta asfixia. El ministro parecía el salvavidas, pero el jiennense se hizo esperar, la sorpresa con la que amenazaba a los socialistas, también. Las visitas no llegaron a producirse y de medidas tampoco fueron adoptadas, a pesar de lo cual los populares, como un papagayo, siempre repitieron machaconamente la frase que más les gusta a algunos de sus dirigentes y a los de otros partidos, la “apuesta por Jaén”.
Bien es cierto que si los presupuestos del Ayuntamiento de Jaén para el año 2017, que ahora se recuerda continuamente que fueron los últimos aprobados, con Javier Márquez de alcalde y Manuel Bonilla como concejal de Hacienda, llegaron a buen puerto, es porque el ministro hizo una excepción con esta capital saltándose las reglas del juego que su mismo departamento había dispuesto para ayuntamientos en dificultad, como el propio Madrid. En aquel momento, como ocurre ahora, el Ayuntamiento de Jaén no podía pasar los filtros ya establecidos, teníamos y así seguimos la mayor deuda per cápita de España y pese a todo se nos concedió un plácet especialísimo, fue una concesión política, a pesar de que el concejal Bonilla hizo muy bien su trabajo en el marco del casi imposible encuadre presupuestario. No es casual que también nos quedemos sin cuentas para 2025 a pesar de los eufóricos políticos que nos han estado vendiendo la llegada al paraíso, y de pronto se han visto obligados a echar el freno de mano. Stop.
En cuanto al plan de pago a proveedores de la época no fue ningún favor especial, lo han tenido las administraciones que lo han demandado y, además, no es un regalo, ese plan, de cuya eficacia no vamos a tratar ahora, pero que le pregunten a los sufridos proveedores, supone un sacrificio considerable para un Ayuntamiento como el de Jaén en la más absoluta ruina. Sí recuerdo que en algún momento estuvo sobre la mesa, sin avanzarse lo más mínimo, la refinanciación de la deuda a muy largo plazo, que es lo que tenemos hoy, ni más ni menos, una estrategia que traslada la responsabilidad y las consecuencias de la elevadísima deuda municipal en algunas décadas, al menos hasta los años 50 o 60, es decir, hipotecamos el futuro de Jaén sin contemplaciones y los políticos transfieren todo el peso de la carga en los ciudadanos, que es lo que en realidad se ha hecho siempre mientras ellos y ellas se van de rositas.
En una de las últimas elecciones, las de 2011, sorprendió que Montoro encabezara la candidatura por Sevilla y algunos lo interpretaron como una clara afrenta a su tierra donde siempre fue bien acogido, especialmente entre la militancia de los populares. En los siguientes comicios volvió a descartarse de nuevo para encabezar Jaén, porque ya estaba el patio animado con Fernández de Moya y Puche, que debían tener sus pactos con permiso de Juanma Moreno, para evitar que hubiera otro sobresalto en forma de paracaidista. Pero hubiera sido lógico y natural que Montoro quisiera volver a encontrarse con sus orígenes. Tras Fernández de Moya el puesto fue para el sucesor en la presidencia, Juan Diego Requena, y excepcionalmente las dos veces que encabezó María Luisa del Moral, en ambos casos situaciones frustradas, la primera por la escasa duración de la legislatura, y en la segunda al ser rescatada por Juanma Moreno para ocupar un importante cargo en la Junta de Andalucía.
Este liberal confeso como siempre se ha declarado Cristóbal Montoro, que creía satisfechas sus ambiciones y estuvo durante años por su responsabilidad en el ojo del huracán, hoy vuelve a estarlo aunque por razones distintas. En su momento presumía de hacer oídos sordos, también en el Parlamento, a la dura crítica que se le hacía a su gestión y al hecho concreto de cobrar 1.800 euros mensuales por alojamiento cuando dispone de casa propia en Madrid, algo de todo punto censurable. De vez en cuando, Montoro, amante de la ópera y de Beethoven, que se jactaba de practicar la austeridad, sacaba los pies del plato en el Congreso, donde se hicieron famosas su locuacidad y vehemencia, y un singular sentido del humor que él entendía como una defensa, pero que provocaban fuertes polémicas y broncas. “No estoy para dar cariño”, fue siempre la justificación de sus excesos. Con razón decía Abraham Lincoln: “Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”.
Foto: Cristóbal Montoro. (EFE).
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