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Por ANTONIO GARRIDO / Tenemos mucho de lo que presumir en Jaén, pero el primer referente es sin duda nuestra Catedral de la Asunción. En el pregón de la feria de San Lucas, el 10 de octubre de 2003, hace mañana 22 años, que tuve el honor de pronunciar, sugerí que recuperar y alimentar nuestra identidad debía ser prioritario. Hablaba de la Catedral en concreto señalando que la deberíamos valorar y defender más ardorosamente. “Me he preguntado –decía- cómo sobre la Catedral de Jaén, el gran  orgullo de la ciudad, no se nos ha ocurrido, cómo no ha estado alguna vez en la mente de alguien, proponer a nuestro primer monumento o al conjunto que preside, como Patrimonio de la Humanidad”. No pretendo hablar “de mi libro”, pero sí asignarme la autoría de la iniciativa, surgió de esta manera y en el referido pregón, que por cierto está publicado. No nació de la cabeza de ningún político ni de ningún personaje singular. Me alegró que poco después se produjera una iniciativa municipal de la concejal doña Cristina Nestares y pensé que había llegado la hora del justo reconocimiento a nuestro principal monumento. Aún no he perdido la esperanza, 22 años después, en que alguna vez podamos conseguirlo, aunque también pienso que se ha perdido demasiado tiempo dejando enfriar el sentir ciudadano que fue ejemplar.

Hace algún tiempo, no en la actual Corporación ni desde hace años, se fueron creando comisiones desde la instancia municipal para activar una nueva propuesta a la Unesco en torno a nuestra Catedral. Que sepamos se hizo la foto y parece que no ha habido más novedades. Sí se conoce que la formulación de los criterios para la defensa de la petición descansa en gran medida en las conclusiones de los congresos promovidos por la Universidad de Jaén, que corrigen con argumentos de peso, opiniones de ICOMOS sobre algo tan importante y decisivo como que nuestra Catedral sirvió de modelo para la construcción de otras catedrales de España y América. Ahora hay que saludar con satisfacción que de una vez por todas se haya intervenido en el entorno, aunque no lo suficiente, y en consecuencia todo hace indicar que no ha llegado el momento propicio, de plantear una nueva solicitud, que, eso sí, debería estar concienzudamente elaborada.  

Recordamos que la Inversión Territorial Integrada (ITI), dedicaba una partida a mejorar el entorno de la Catedral. Precisamente fue una de las causas para que el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS, decidiera no aceptar, en 2014, exactamente el 6 de marzo de hace once años, la candidatura de la hermosa seo jienense para Patrimonio de la Humanidad. Si nos echaron atrás verdaderamente por esta causa, aunque luego han aludido a otras, que los congresos de la Universidad en sus conclusiones han podido rebatir, hemos de reconocer que nos lo merecimos, porque los ayuntamientos que trabajaron en torno a este clamor de Jaén hicieron cuatro cosas sueltas, por ejemplo la Plaza de Santa María, sobre la que hubo división de opiniones, y las críticas han crecido con el paso del tiempo, el caso es que no se hizo un plan propiamente dicho para actuar de manera contundente en salvaguardar el deteriorado entorno, que como bien sabemos es manifiestamente mejorable, por no decir que no está a la altura del magnífico templo, que es el centro del Jaén monumental y del corazón del casco histórico.

Nosotros tenemos la convicción de que reúne méritos más que sobrados para la declaración, pero hay que saber utilizar convenientemente los argumentos para responder a cada una de las objeciones que puedan poner los evaluadores. Y claro, que no tengamos la desgracia de que nos toque en su momento en suerte un tipo tan insensible como el representante que nos envió la Unesco, el arquitecto francés Pierre-Yves Caillault, que hizo un informe impreciso, de esto hace ya la tira de años, no escuchó a ninguno de los interlocutores que se pusieron a su disposición mientras estuvo en Jaén, y al final dio la sensación de que había estado en cualquier otro sitio menos en la Catedral de la Asunción y en la capital del Santo Reino.  

Qué importante es para una ciudad y para su gente tomar conciencia de lo que se tiene, tendríamos que dar valor a las muchísimas cosas que nos dan mérito y que reclaman nuestra atención. Entre todas ellas no cabe duda de que la Catedral es el monumento que reúne mayor grado de consenso. Los entendidos en arte, pero también las gentes sencillas que acuden a visitar al Santo Rostro o tantas veces lo hicieron a otro huésped de predilección, El Abuelo, y por supuesto las imágenes titulares de la emblemática Cofradía de la Buena Muerte, o quienes buscan sus archivos o los motivos arquitectónicos tan señalados, todos, cada uno en su idioma, saben de manera fehaciente o al menos lo intuyen, que la Catedral de Jaén es, con diferencia, el más sagrado valor de la identidad y la personalidad de un gran pueblo, Jaén. Todos sentimos un gran orgullo de nuestra catedral, de eso estoy seguro. Y el día que podamos celebrarlo será un día grande para la memoria histórica y la autoestima de esta ciudad.

En el empeño que data como decimos de hace 22 años, ha habido luces y sombras, se ha contado con la aportación de personas que han sumado en torno a este proyecto en tanto que otras no fueron más que un obstáculo en esta carrera hacia la Unesco. Cuando finalmente ya había un expediente elaborado y se pensaba que reunía todas las condiciones para resultar favorable, el Ayuntamiento, en la etapa de José Enrique Fernández de Moya como alcalde, se vio obligado a retirar la candidatura ante el informe negativo de los expertos, y desde entonces lo único que se ha hecho y que ha merecido la pena, son los congresos promovidos por iniciativa de la Universidad, que decidió salir al rescate de esta reivindicación de la ciudad, con el impulso del profesor Pedro Galera, que ha trabajado mucho en favor de esta causa, y con él destacados docentes muy afectos a la seo y con publicaciones muy certeras sobre ella. Pero ni se ha vuelto a plantear en serio la elaboración de un nuevo expediente, ni en realidad se ha mantenido el clamor popular en torno a este objetivo.

De modo que bien podemos decir que tras el paso de 22 años casi está todo por hacer, pero entrar en el club de la Unesco nos acarrearía grandes beneficios, como ya están disfrutando las ciudades monumentales de Úbeda y Baeza, que se han puesto en el escaparate y es un placer comprobar el cambio que han experimentado. Esto es lo que queremos para Jaén. Por eso es especialmente llamativo el silencio atronador que existe por el momento, de vez en cuando surge por la oportunidad o el oportunismo de recurrir a la Catedral o hacerse fotos delante de ella, pero nadie habla de expediente, algo que por cierto no se improvisa, con lo que tras esta espera, al más puro estilo Jaén, mucho me temo que vamos a prolongarla y eso que no se haya decidido arrojar la toalla, que sería una pena porque las conquistas hay que pelearlas y aquí se pasó en instantes de cierta euforia, en realidad bastante contenida, a una situación en la que parece que se da por hecho que la ilusión persiste pero en la realidad lo que hay es olvido e indiferencia.

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