Skip to main content

Por ANTONIO GARRIDO / Es verdad que durante los dos últimos años, sobre todo, se ha ido sucediendo la mayoría de los reconocimientos de Jaén al arquitecto don Luis Berges Roldán, que en el momento en que cumplió cien años, el pasado mes de julio, recibió los máximos honores que puede otorgar una ciudad, su Medalla de Oro y el título de Hijo Predilecto. También se le ha homenajeado en recuerdo del Premio Europa Nostra por haber salvado los Baños Árabes de Jaén, que pasan por ser los mejor conservados de Europa, y diferentes colectivos se han ido sumando, algunos tarde, pero tiene el mismo valor, para rendir tributo a este insigne jienense, un profesional de la arquitectura que tenía su vida resuelta en Madrid cuando terminó su carrera, pero le tiraba más su tierra, los recuerdos de su infancia que le habían familiarizado con el patrimonio monumental y natural, desde los edificios artísticos a las antiguas caserías que poblaban el término, como la suya propia, que evoca con nostalgia. Decidió apostar por Jaén y ese acto de jaenerismo supuso para la ciudad grandes beneficios a lo largo de su dilatada carrera profesional, porque gracias a su empeño y a sus proyectos se han podido salvar de la ruina monumentos muy significativos que no hay que citar siquiera porque están en la mente de todos los jienenses.

Sin embargo el acto de la noche del miércoles en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que le entregó su Premio anual de 2025 a una personalidad relevante que pueda representar el espíritu de la Ilustración, fue especial, tanto por la sencillez como por la emotividad, su principal característica, y, sin dudarlo, por la propia personalidad del arquitecto Berges, que como él mismo dijo ante el micrófono con la erudición propia de un sabio con tantas vivencias a sus espaldas, y porque casi no ve y está “sordo como una tapia”, en sus propias palabras, deslumbrante, y eso que dijo que estaba “abochornado”, que hicieron reaccionar al público, no ha perdido su prodigiosa memoria, como nos demostró a la concurrencia, hilando un discurso un poco resumen de su vida, y lo hizo además de manera espontánea y siendo él mismo, genio y figura, a la hora de exaltar y también de mostrarse crítico con lo que sintió que debía hacerlo. En este sentido recordó una obra que tal vez no aparezca tanto en el imaginario colectivo, como fue la del edificio que alberga el Museo Provincial de Bellas Artes.

Don Luis no obvió un asunto al que siempre ha acompañado la polémica y es una historia sobre la que durante medio siglo ha aparecido como nebulosa. Él reconoció en esta intervención que ha visto desaparecer, con mucha pena, obras importantes, como el celebrado Cervantes, aquel magnífico teatro que en su versión el Ayuntamiento no quiso comprar y pasó a convertirse, gracias a un constructor cuyo nombre no quería ni pronunciar, en un edificio de pisos, lo que es hoy. No obstante, y a pesar de esas amargas experiencias del pasado agradeció haber tenido la suerte de que contaran con él tanto la Dirección General de Arquitectura como después la de Bellas Artes, así como instituciones locales como la Diputación, y se siente satisfecho de que parte de su trabajo haya consistido en “salvar lo que nos quedaba sin tocar”. Y a pesar de lo mucho que se ha recuperado, el arquitecto centenario sigue pensando que Jaén está necesitada de nuevos proyectos y que las autoridades a quienes afecta deberían ponerse de acuerdo, porque la ciudad lo pide a gritos.

También en este acto de homenaje se proyectó un vídeo en el que se resumen la vida y la obra del ilustre jienense, definido como respetuoso con el patrimonio y con un gran amor por su tierra, además de haber sido una mente privilegiada, lúcida y brillante. “La ciudad está en él y él está en la ciudad”, resume el contenido de esta exposición sobre la trayectoria del Premio de La Económica.

El director de la institución y amigo personal, José Ángel Marín, también tuvo un discurso entrañable, como gran conocedor del personaje, y recordó su infancia, en especial el verano del 36 que le cogió en una casa de campo de Valdepeñas y con su familia tuvieron que trasladarse a la capital  porque había estallado la contienda española, una circunstancia histórica que le marcaría, pero especialmente subrayó su profesionalidad como arquitecto y lo que llamó la poética de las vivencias. Además de tratarlo de “persona cabal” lo definió como “un hombre no especulativo, que no hace concesiones al sentimentalismo barato”, y a pesar de su trayectoria y su grandeza reconoció que se le ha tratado con sordina al que ha sido uno de los arquitectos más brillantes de la historia de Jaén en los siglos XX y XXI. También alabó su obra, tanto la protección del patrimonio como sus maravillosos dibujos, algunos recreados solo a través de la memoria, que constituyen el mejor legado de caserías y rincones del término, una verdadera joya, que además constituye, lo señaló el propio José Ángel Marín, una mirada respetuosa al pasado sin traicionar lo más mínimo a los ancestros.

Como es preceptivo se le hizo entrega al homenajeado del pergamino acreditativo y la escultura de Carlos III, del escultor Juan García Villar. Otra deuda de gratitud saldada en una institución tan representativa de la vida de la ciudad en los últimos 240 años que ha sido testigo y notario, también alzando su voz como figura en las actas de sus Juntas de Oficiales de todos los tiempos, de los grandes acontecimientos que han exaltado a Jaén y también, lamentablemente, de la agresión salvaje a edificios emblemáticos. Luis Berges suma su Premio al concedido en los últimos años, por este orden, a la Caja Rural de Jaén, el escritor Juan Eslava y la cantaora Carmen Linares. Jaén es una ciudad mejor gracias a personas como el homenajeado, nos ha dado satisfacciones y autoestima. A tal señor, tal honor.   

Dejar un comentario