En el atardecer del poeta, corre el temblor de los versos. Su pasado es testigo de madrugadas de amor mirando al este.
Buscó el lugar de su exilio allá donde el paraíso tuvo cabida. Pues el viento de Jabalcuz aún guarda el misterio que los labios del corazón rezan. Y es en ese espacio de cuento, cuando la naturaleza despliega sus alas, donde un profundo eco de descontento exhala. Pues a la Humanidad le falta alma para abrazarse a la vida.
En ese infinito donde se refugia el hombre, halla su paz y la de los suyos. Un tributo al pasado y al olivo de su sangre que, cuando cae la noche, le abraza entre las sombras.
Desde el Portichuelo es la verdad dicha de frente, es el recuerdo que no quiere abandonar la memoria.
El poeta en sus adentros busca la voz de Dios para que no le atrape este mundo de injusticia.
Esconde en cada palabra el abrazo de su cuna y el espanto de sus miedos cada vez que anochece. Pero la belleza abre camino en las palabras del hombre, pues el amor le hizo poeta allá donde el paraíso tuvo cabida.
Desde el Portichuelo siempre oiremos su voz, implorando al mundo y rezando al infinito. Un cielo donde, en cada estación, el cielo se transforma en misterio y verso de la mano de un hombre bueno.
Mari Ángeles Solís, Jaén, julio de 2025
Sol
¿Qué siente el sol, cuando nos alumbra?
Quizá, el vacío de saber que siempre
vamos a buscar su sombra.
Y, sin embargo, nunca claudica.
Sale a ofrecernos su luz.
Mañana, hará lo mismo.
A propósito de escribir
¿Qué escribe y contra quién?
¿Escribe para él o contra él?
El hombre bueno escribe
para sobrevivir a la impostura,
para calmarse de los ataques
de los otros hombres lobos.
Su flor duerme.
La luz, y un poema
en la montaña.
Y la tristeza de no saber
el porqué.
Lluvia de enero
Ha llovido, hoy.
Con delicadeza, el agua
ha corrido entre las pozas
de los olivos, igual que la niña,
cuando busca el pecho
de la madre.
Hoy ha llovido, de forma
serena.
Hoy el agua nos ha dado
más tiempo de vida.



