Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /
Alberto, al final, se va a convertir en un paria. Va a renegar de occidente, debido a todos los desmanes que están realizando las fuerzas vivas y oscuras de este país y del resto del mundo. Cloacas aparte, además de fontaneros de lo oculto, titiriteros de los parlamentos y voceros de las redes antisociales, nuestro amigo, también, está triste porque la buena sociedad en general, la que antes de ser esclava de la ideología es rea de la honestidad, está apagada, callada, escondida… Sin fuerzas, sin ánimo para poder mostrar su descontento ante el estado actual de las cosas.
Y aquellos que lo intentan son señalados por los vigilantes de las redes. Valga esto para cualquier institución (organizaciones políticas, sindicales, asociaciones de vecinos, cofradías, comunidades de escalera, clubes de tenis o de pádel, de lectura …).
El derecho a opinar sobre situaciones que ocurren a la diestra o a la siniestra nos lo han quitado. Si hablamos de los azules somos comunistas (en este país no existe el comunismo), si la perorata se refiere a los del color rojo, nos llaman fascistas (en este país no existe el fascismo).
Alberto lleva sin escribir un poema desde hace, al menos, un lustro. Amante de la cultura judeo-cristiana, y evidentemente de la grecorromana, entiende que occidente ha dejado ir al fondo del océano de las miserias todos los valores de estas culturas que forjaron nuestra identidad.
No asume que los votantes de los rojos y azules no protesten por la corrupción que hay dentro de su partido. No da crédito a cómo, dentro de ellos, la democracia ha sido sustituida por la idolatría a un líder, por el culto a un ser supremo (valga la definición que hizo el gran Emilio Butragueño del señor Pérez).
Nuestro poeta favorito está a punto de ir a vivir a cualquier lugar de la sierra de Jaén, a cualquiera de sus simas y dejarse ir. Desea que el Señor lo recoja. Quiere preguntarle por qué sus hijos son incapaces de no condenar el mal, de no empatizar con el prójimo…
Los últimos acontecimientos mundiales van a ser su sentencia definitiva. El no condenar el genocidio en Gaza es espantoso. Se puede ser azul y valiente y protestar contra tal atrocidad, exigir que pare la guerra, demostrar que se cree en Dios.
El poeta, finalmente, ha decidido vivir en la sierra de Jabalcuz. Es incapaz de abandonar el término de su ciudad. Si el rumbo cambia, podrán encontrarlo fácilmente en algunas de sus cuevas.
Es hermoso vivir y morir, en la ciudad que te vio nacer.
Foto: Una imagen del paraje de Jabalcuz. (EFE/José Manuel Pedrosa).



