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Mañana, fiesta de San José, a la una de la tarde, el deán de la Catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, que lo es también de la de Baeza, va a recibir un reconocimiento de la monumental ciudad y en su nombre el Ayuntamiento.

A esa hora, con la asistencia de muchos baezanos, estamos seguros de ello, y de amigos del eclesiástico, se descubrirá en la Puerta de la Luna de la seo baezana, una placa que hace que a partir de ahora este bello rincón pase a llamarse Plaza del Deán Martínez Rojas.

Sin duda alguna un gesto de la Corporación que le honra, así como a su alcaldesa Lola Marín.

La Catedral es uno de los grandes orgullos de una ciudad tan especial como es Baeza, y el deán Martínez Rojas, desde que asumió su responsabilidad hace unos años, no ha hecho otra cosa que poner de su parte para incrementar la singularidad del monumento, y abrirlo para contribuir a su exaltación.

De alguna manera Martínez Rojas, con su enorme personalidad, es querido por el pueblo de Baeza que lo tiene como su “obispo” particular, ya que se trata de un sacerdote emblemático pero al tiempo cercano y accesible.

Me alegra mucho como amigo, por el que siento además gran respeto y admiración, este homenaje de la ciudad de Baeza al querido Fran en la seguridad de que el Ayuntamiento y los baezanos aciertan plenamente con esta honrosa distinción.

Modestamente, y en este caso como escudo de oro de Baeza, que hace unos años recibí de aquella Corporación, de manera unánime, junto con mi entrañable compañero Vicente Oya, me sumo muy complacido a este acto de justicia a un personaje notable de la Iglesia de Jaén que con su talante y con el amor a su trabajo se ha ganado el afecto y la consideración de la sociedad jienense.

 

El prestigio de un eclesiástico

 

(A propósito les dejo el artículo que dediqué a Francisco Juan Martínez Rojas el pasado mes de agosto, en la sección del Diario Jaén “Dardos con nombre propio” en el que hice un semblante de su persona)

 

Francisco Juan Martínez Rojas, un vilcheño ilustre, de 54 años de edad, es posiblemente en este momento el personaje eclesiástico más conocido, más mediático, más influyente y con mayor prestigio en la diócesis.

Ya lo ha sido pese a su juventud prácticamente todo en la Iglesia Diocesana y en la actualidad es deán presidente del Cabildo de la Catedral y Moderador de la Curia.

Su biografía marea de tanta sabiduría como atesora, tantos títulos y distinciones, entre ellos la Medalla de Andalucía. Personaje inteligente y culto donde los haya, es un excelente conversador, da igual que se hable de la última encíclica del Papa, de la actualidad política y social, de música, cine, o de cuestiones más mundanas como el último programa de Sálvame o la vida y milagros de la llamada princesa del pueblo, Belén Esteban, por poner un ejemplo.

Pero sobre todo es un sacerdote comprometido con su ministerio, del que muchos de sus colegas dicen y no es de extrañar, que figura en la lista de candidatos a obispo, así que entra dentro de lo normal que cualquier día nos lo quiten y Jaén quedaría un tanto huérfana, por mucho que entendamos que es lógico que corra el escalafón.

Es difícil encontrar una persona tan integrada en la sociedad de Jaén y tan reconocida. Francisco Juan Martínez Rojas, o simplemente Fran, como la mayoría lo conoce y lo trata, doctor en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana, autor de numerosos libros y de cientos de artículos en publicaciones muy diversas, es un apóstol difusor del rico patrimonio de la Iglesia andaluza y por ende jienense, con responsabilidad oficial en este ámbito donde es providencial su labor de apoyo a organismos e instituciones que buscan la declaración de la seo jienense como Patrimonio de la Humanidad.

El deán Martínez Rojas, un personaje indiscutible para la historia de la Iglesia local, es crítico con los que atentan contra la unidad en torno a la legítima aspiración: “Lo que pediría a los políticos –ha dicho-, que quizás es más difícil de entender que el misterio de la Santísima Trinidad, es que trabajen realmente por el bien del pueblo y se dejen de personalismos”.

Con una envidiable capacidad de trabajo, disfruta entre libros y cada verano se retira unas semanas para cargar las pilas en la Ciudad Eterna. Fran, siempre nos quedará Roma.

 

 

 

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