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La Fundación Estrategias se ha reunido en los últimos días para hacer balance del II Plan Estratégico de la Provincia, y su presidente, que es el de la Diputación, Francisco Reyes, he visto que se ha mostrado “satisfecho” por los 400 millones que durante el pasado año han invertido las diferentes administraciones e instituciones que forman parte de este proyecto y están comprometidas con la provincia. Ya sé que para llegar a esa cifra, que me parece importante, se ha hecho un ‘totum revolutum’, en el sentido de que se ha cogido la calculadora y se ha hecho la suma de muchas aportaciones, desde la línea de microcréditos para emprendedores a la Autovía del Olivar, pasando por los planes de empleo, el Degusta Jaén, los planes de actuación turística de embalses o el Campus Científico-Técnico de Linares, por poner unos ejemplos, pero se aceptan los criterios con tal de que sean aportaciones para Jaén y que previamente hayan sido presentadas como objetivos. Finalmente con lo que hay que quedarse es con los resultados del II Plan  Estratégico, nada menos que 416 actuaciones distribuidas en 62 proyectos estructurales y que pretenden dar respuesta a 102 objetivos estratégicos.

Al principio de la existencia del Plan Estratégico reconozco que me mostré muy crítico con este proyecto, más que nada porque en Jaén estamos hartos de hacer diagnósticos y de perder el tiempo en marear la perdiz en lugar de actuar, de hecho se editó un libro al que llamé el “Libro gordo de Petete II”, al ser muy voluminoso, pero el tiempo y el buen trabajo desarrollado viene a demostrar que esta es una herramienta útil y que se hizo bien en crearla porque si mal están hoy las cosas, lo más probable es que estuvieran peor de haber faltado este instrumento de diagnóstico al servicio de la provincia, donde están la Diputación, la Universidad, todas las administraciones, y la implicación llega a centenares de personas a través de las diferentes estrategias que tienen que ver con las comunicaciones, convivencia y bienestar social, calidad ambiental, industria, Jaén como centro mundial del aceite de oliva, cultura y educación, innovación, y, por último, Jaén, paraíso interior.

Puede entenderse un poquito de complacencia con los resultados, pero el hecho cierto es que el Plan Estratégico, en su primera edición como en esta segunda, resultan eficaces, en la medida en que sirven para hacer el diagnóstico y comprometer las inversiones a los organismos que son responsables. Bien es verdad que hay más conclusiones que soluciones, porque las administraciones se lo piensan a la hora de invertir, pero el papel del Plan es el de ser como una especie de mosca cojonera para que las diferentes administraciones conozcan bien cuáles son sus deberes, y si no los hacen esta es otra historia. Con todo, en los últimos tres años se han impulsado y ejecutado 62 proyectos estratégicos y esto ya justifica plenamente la existencia de este Plan. No es una solución milagro, pero el tiempo la ha señalado como una favorable iniciativa, aunque a veces se estrellen de manera estrepitosa las hermosas teorías sobre nuestro porvenir, porque esto no es fácil, hay que trabajarlo.

Nada mejor que en este ámbito para saber sobre el diagnóstico de la provincia la implicación de las administraciones, y cómo algunas se escaquean de sus responsabilidades por lo que los avances no son los deseados, así por ejemplo nos sigue pareciendo que tanto la Administración central como la Junta se van aún de rositas cuando deberían liderar las inversiones, en definitiva hay muchos problemas aún vivos en Jaén, como el ritmo de tortuga en infraestructura de comunicaciones, las amenazas en el olivar con una PAC perjudicial, los pasos atrás en el ferrocarril o una inversión pública testimonial y nada más.

Nos consta que con el Plan hay un alarde de optimismo y de ganas de avanzar, pero está visto que sacar a Jaén del pozo en el que está requiere en efecto de una planificación estratégica, pero a la Diputación que verdaderamente está siendo una locomotora no le siguen el resto de administraciones, la Junta invierte mucho menos de lo que debería y no hay más que repasar la larga lista de cuestiones pendientes, y el Gobierno central está muy lejos de un compromiso estable con Jaén por mucho que traten de vender lo contrario en esta actitud tan autocomplaciente que distingue a la clase política.

Queda poco margen para el optimismo, los planes sin dinero para invertir son brindis al sol, y de todo no es culpable la dichosa crisis.

Mención aparte es cuando algunos partidos, especialmente en campaña, como hace ahora el PP, mete en el capítulo de inversiones productivas para la provincia, hasta las pensiones que el Estado aporta a los jubilados, lo cual me parece bastante lamentable porque lo que es de justicia lo presentan como una deferencia del gobierno de turno, da igual el que sea.  

Pues eso, los Planes Estratégicos se van imponiendo porque con ellos se puede hacer una fiable hoja de ruta. La propia capital jienense debería estar en disposición de rescatar el que se hizo no hace mucho para esta ciudad, a cargo de un equipo de la Universidad, porque no es aconsejable actuar a salto de mata, sobre todo cuando se puede señalar el camino y ayudar para que Jaén camine en la dirección adecuada. En definitiva, un Plan Estratégico no es la panacea pero hace el diagnóstico más fiable y enseña el camino para avanzar y señala asimismo tanto a los que se implican con el proyecto como a los que no quieren saber nada de él e incluso le ponen todas las trabas posibles.

Por último quiero felicitar tanto al profesor Antonio Martín Mesa, que fue el primer director de la Oficina Técnica del Plan, como a la profesora Inmaculada Herrador, que es la actual responsable, porque el trabajo que les ha tocado realizar ha sido y es impecable y en él se asientan en gran medida los éxitos obtenidos, en ellos y en las instituciones que desde el primer momento, como la Diputación o la Universidad, han considerado las conclusiones como compromisos de cabecera.

 

Foto:

Reunión de balance en torno al II Plan Estratégico de la Provincia de Jaén.

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