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VI.-Conformismo: Jaén ha perdido todos los trenes

A la hora de señalar fracasos objetivos de la política y de los políticos para con la provincia de Jaén uno de los ejemplos más elocuentes y al mismo tiempo más sangrantes lo constituye el hecho de que esta es una de las poquísimas provincias españolas que se quedó hace tiempo de espaldas al ferrocarril, literalmente. La sociedad provincial no movió un solo dedo, por supuesto tampoco se inquietó el conjunto de su debilitada musculatura política, para seguir con la secular tradición, hasta el punto de que en la década de los ochenta fueron desapareciendo servicios ferroviarios hasta condenarnos al ostracismo. Y todo por la vía preferente, la de los hechos consumados.

La estación de Linares-Baeza dejó de ser un referente del movimiento ferroviario nacional, una encrucijada que suponía un plus para nuestro territorio, y a las instalaciones de la capital, casi al mismo tiempo que se producía una fuerte inversión municipal que hemos estado pagando hasta hace poco, con la esperanza de darle rentabilidad y tener no digamos ya trenes AVE sino servicios dignos, con algún que otro Talgo, lo único que le queda es cerrar por liquidación porque mantiene escasos servicios que más que comunicar alejan, en régimen tercermundista, a una ciudad que aboga por ser igual que las demás, pero a la que se le niegan los recursos.

No existe ni una sola razón que justifique este desprecio al desarrollo ferroviario de la provincia, por lo que objetivamente se puede criticar la sumisión de nuestra clase política a los planteamientos de Renfe.  De poco sirvió la plataforma creada en el seno de la Cámara de Comercio, que finalmente no cuajó porque los dos grandes partidos nacionales han asumido posiciones diferentes según estuvieran gobernando o en la oposición. En unos casos, ambos dos, defendían o criticaban unos Presupuestos Generales siempre mezquinos para Jaén, o trataban de justificar lo injustificable de la presencia objetiva de esta provincia en los últimos lugares de renta y de estadísticas de desarrollo.

 

No tiene nombre

 

El lenguaje político y la realidad visible siempre han estado en permanente divorcio, no ha sido normal que se asumieran como tales los problemas grandes y pequeños. Lo del ferrocarril no tiene nombre, está en el debe desde muchas décadas atrás. Podemos preguntar desde los intereses que provocaron que la estación de Jaén se encuentre en Espeluy, y que sólo tienen respuesta en las historias caciquiles de antaño, pero que siguieron con el frustrado Baeza-Utiel, el también inexistente tren del aceite, y que ha seguido con la consumación de servicios de manera premeditada y sin la más mínima aparente oposición. Sólo ha habido una circunstancia excepcional, el tiempo en que la UCD logró un servicio directo con Madrid, a horas aceptables y con un servicio digno, que vino en llamarse ‘Platanito’, que desapareció con menos propaganda que cuando llegó.

Pero la experiencia vino a demostrar que en política querer es poder y que no se puede poner como escudo la falta de rentabilidad económica cuando no se ha dado la más mínima oportunidad de que el tren fuera un negocio provechoso y lo es socialmente. El AVE que pudo rozarnos tampoco se hizo nada por lograrlo aunque sólo fuera esgrimiendo la trayectoria de abandono histórico, ahora que estábamos en democracia, y así fuimos perdiendo tantos trenes que en realidad hoy los servicios son escasos y no nos vertebran con nada. Esta es la triste realidad, incontestable. Ahora nos han engatufado con la alta velocidad que aparte de ser un proyecto de largo me lo fiáis, a la hora de la verdad seguirá estableciendo diferencias entre la última de la fila, que es Jaén, y el resto.

Viajar desde Jaén a Madrid y a Sevilla, especialmente a Madrid, es un tormento que debería ponerse como penitencia a todos los políticos que viajan cómodamente en coches oficiales, para que ellos mismos valoren si lo que tenemos coincide con lo que desean para los ciudadanos y ciudadanas que les han votado. Está claro que aquel sugerente anuncio de ‘Papá, ven en tren’ no se hizo pensando en Jaén. Invitamos a cualquier político que tenga un mínimo interés a que solicite de Renfe el estado actual de los servicios con cada una de las capitales de provincia, para comprobar también por este medio que aún hay estadísticas que nos colocan en la antesala de la indigencia.

 

La culpa está repartida

 

Naturalmente hay una responsabilidad clara en la sociedad jienense, que ha preferido el lamento y la capacidad de aguante en vez de acostumbrarse a exigir. De vez en cuando se tiran pildorazos en este sentido al reconocer que el reequilibrio territorial obliga a invertir con más generosidad en Jaén. Pero es la bendita hora de que todo el mundo considera que es el momento, pero siempre parece que estamos en presente, y, claro, así vamos  aumentando distancias porque lo que se hace, porque hay cosas que se hacen y algunas hasta bien, no logran superar la pesada carga de desigualdad desde ‘in illo tempore’, y la leyenda de la discriminación positiva no ha fructificado.

Luego están los datos objetivos de tantos estudios (Cáritas, BBV, La Caixa, etc.) que proyectan una preocupante visión de la realidad, consecuencia de la evidente falta de una apuesta inversora. Ahí está el Plan Estratégico como un documento que siempre constituirá un referente en positivo, pero los diagnósticos están más que conocidos y aunque sea bueno tenerlos, aquí no hay más Plan productivo para Jaén que multiplicar las inversiones y colocar a la provincia en una posición de salida que no le permita ir como siempre ha ocurrido, sofocada con el agobio permanente de querer llegar y no poder lograrlo. Pero ahí quedaron experiencias como la Mesa por Jaén, ¿se acuerdan de aquella aventurilla respondona y de otras tantas asomadas para reivindicar que Jaén también existe? Al final ganan los que tienen el poder, y pierde siempre, al menos aquí es así, el cansancio, el sempìterno conformismo de nuestros pecados capitales.

 

¿Depresión o rebeldía?

 

No escribimos esta serie para entrar en depresión colectiva y que enfermemos todos, que sólo faltaría eso, lo que pretendemos es que no sigamos cruzados de brazos ante realidades tangibles, sobre todo cuando muchos políticos, tampoco todos, en vez de asumir, derivan responsabilidades porque no quieren bofetadas para Jaén en la propia cara de ellos. Por eso ya no hay ni campañas electorales ilusionantes, sólo se pelean con los adversarios y entre ellos mismos, y así vamos hasta el punto de que ya nos hemos metido en agosto de 2004 y con la impresión de que este año también lleva camino de no dejar una huella de avance.

Hay casos que producen impotencia, por ejemplo lo que sucede en Úbeda. Pues bien, si yo fuera ubetense de residencia estaría encolerizado por el cierre durante tantos años para su restauración de una iglesia tan emblemática como la de Santa María; y desde luego, en vez de poner hoy parches exigiría responsabilidades a quienes con su dejadez han provocado enormes perjuicios para la ciudad al dejar escapar a la veterana Academia de la Guardia Civil. Hay ejemplos de pueblos en los que unos cuantos alcaldes acabaron con las ansias de progreso, con el conformismo militante de su masa social. La ciudad, con mayúsculas, estuvo siempre por encima de sus dirigentes y de sus  vecinos. En fin, que esta provincia debe rechazar cualquier intento de maquillaje de la realidad. Si quien te quiere te hará llorar y a las palabras de amor les sienta bien un poco de exageración, que dijo el poeta, a Jaén no le vendría mal una dosis mayor de compromiso y digo más, de cívica rebeldía.

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