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Algo tiene el agua cuando la bendicen. Algo tiene el Parador de Jaén para ser considerado para muchos como el mejor de la red (y mira que los hay bellísimos en todos los sentidos) y desde luego muchos méritos juntos tiene que reunir para que personalidades relevantes de todos los tiempos no tuvieran duda en elegirlo como lugar de estancia y reposo, tal como le sucedió al General Charles De Gaulle, entre los días 9 al 13 de junio de 1970, hace casi 41 años.

El Parador Nacional de Santa Catalina es uno de los grandes emblemas de Jaén. Desde su puesta en funcionamiento en la década de los sesenta del pasado siglo han pasado por él millares de personas que, por lo general, no han escatimado elogios para el establecimiento. La ciudad siempre ha estado unida a su principal establecimiento hotelero, y aunque sigue pendiente la asignatura de tratar de mejorar los accesos para propios y extraños,“subir” al Parador es uno de esos placeres que están al alcance de cualquiera. Además en bastantes etapas de la historia de este singular hotel se ha trabajado con especial sensibilidad a favor de la cercanía entre Parador y ciudad, algo en lo que ahora se actúa de una manera especial gracias al entusiasmo de su director, Manuel Vieites, que no para de promover iniciativas para seguir colocando al establecimiento no sólo en el primer lugar en la consideración popular de los jienenses, sino en los primeros lugares en la valoración de sus propios usuarios, vengan de donde vengan.

Por supuesto que no es una casualidad que este gran balcón desde el que se divisa toda la ciudad, que queda a sus pies, esté considerado como uno de los diez mejores hoteles-castillo de Europa. Los votos de millares de usuarios utilizando las redes sociales no pueden estar confundidos al identificarlo como un destino privilegiado. Me quedo con una definición de entre muchas de las cuales se le han otorgado: “La sensación de habitar una fortaleza, su enorme extensión y la posibilidad de poder hospedarse en ella sin necesidad de encontrarse con otros huéspedes”. Es decir, es igual de posible darse a conocer como guardar el anonimato, y por ambas opciones se han decantado muchos de los visitantes. El Parador de Jaén es historia y sigue haciéndola por su buen hacer y por las características que desde el principio le acompañan.

El exquisito establecimiento de la Red de Paradores de España es, además de un lujoso hotel, todo un monumento. No puede olvidarse que fue construido sobre los restos del viejo castillo árabe, en el que el arquitecto José Luis Picardo, como hiciera en otros lugares de parecidas condiciones, ejecutó una obra digna de reconocimiento. Tiene además la singularidad de parecer una prolongación del contiguo Castillo de Santa Catalina, que fue una construcción del siglo XIII, por mandato de Fernando III, y que está en perfecto estado de visita, incluso ha sido objeto de una reciente remodelación que conforman un conjunto de admirable belleza y desde el que se contempla no sólo la ciudad que no sería la misma sin esa majestuosidad que se eleva en sus alturas, sino que desde la atalaya se divisa una buena parte de la geografía provincial.

El Parador en sí mismo es un regalo para los sentidos: unas instalaciones que nos transportan a otro tiempo, aun cuando son compatibles con todas las comodidades actuales; un servicio esmeradísimo y por supuesto una gastronomía que sigue siendo una de sus grandes fortalezas. No tiene más que ventajas este hotel-castillo: un enclave de verdadero privilegio, pero a lo largo de su historia ha atesorado una serie de misterios y leyendas que le conceden un halo especial, que muchos turistas buscan específicamente cuando optan por este destino.

Mención aparte merece el hecho de que durante la mayor parte del año su capacidad se encuentre ocupada al máximo nivel. Y que la lista de personalidades destacadas en todos los ámbitos, el político, social, cultural, deportivo, etc., sea tan completa que podamos resumirla en que muchos y muchas de los más grandes de la historia, españoles o relacionados con nuestro país, han hecho un alto en la hospedería. Desde el General De Gaulle a Ava Gadner, desde los Reyes de España hasta el Nobel Severo Ochoa. Cientos y cientos de nombres que forman parte de su particular devenir. También ha sido el escenario de los principales acontecimientos ligados a la vida de la ciudad en distintos momentos de la historia más reciente, como se refleja de manera magistral en un libro del escritor jienense Juan Eslava, “El Mercedes del Obispo”.

Sin duda alguna la presencia del General Charles de Gaulle, por su duración y por el motivo de la estancia, han sido de lo más llamativo en la vida del Parador de Santa Catalina. A sus 79 años, el que había sido presidente del país galo debió pedir el parecer de Franco (otro general que dejó escrito que Jaén le quitaba el sueño) para venirse durante una temporada a recorrer España y escogió varios escenarios, entre ellos el de Jaén que tanto placer le produjo a juzgar por los comentarios que se publicaron en la época y por la contundencia de la frase que dejó grabada en el libro de oro. “Excelente estancia en Santa Catalina”. Aquí disfrutó de nuestro aceite de oliva virgen extra, dio algunos paseos por el cerro e hizo lo que en realidad le trajo a este lugar, escribir parte de sus memorias. El establecimiento hotelero redujo su servicio al ilustre huésped y se mantuvieron, dicen las crónicas, unas severas medidas de seguridad, pues aunque había dejado sus responsabilidades de estado hacía muy poco (fue presidente de la República gala entre los años 1958 y 1969), De Gaulle era un político de reconocimiento internacional que en aquel momento proyectó a Jaén a todo el mundo, en esos cinco días de 1970, entre el 9 y el 13, cuando la ciudad vivía sus fiestas de la Virgen de la Capilla, pero sin estar ajena al hecho histórico que tenía tan cerca. Lástima que el trabajo del General quedara inconcluso porque murió unos cuantos meses más tarde de abandonar su peregrinar por España. El Parador jienense hace bien en rememorar tan singular efeméride y de paso en poner en valor los méritos, muy numerosos por cierto, que ha ido acumulando a lo largo de varias décadas y que le han hecho ser en todo momento, y hoy aún más, como uno de los grandes orgullos de los que puede y debe presumir el antiguo Reino de Jaén, todo él historia y leyenda viva.

 

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