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Si los efectos sanitarios del brote epidémico que está azotando el planeta son desoladores, sus consecuencias económicas pueden ser especialmente lamentables porque su expansión alcanza a buena parte de los sectores económicos y amenaza con un estrangulamiento de los mercados financieros, y puede generar una paralización de la actividad económica mundial. Si nos referimos a las bolsas, el mercado está blew up, (reventado), porque los soportes de los grandes índices han saltado por los aires y han inundado los parquets de inmensas dosis de pánico inversor, situación que solo tiene parangón con la crisis vivida en el 2008.   

Así los inversores huyen despavoridos en busca de un acomodo que les permita salvar los mermados “muebles” que aún resisten la ferocidad del aluvión de ventas para deshacer posiciones en los valores que tienen en cartera. Pero no son solo los pequeños ahorradores los que, bien directamente o a través de sus posiciones en fondos de inversión, han visto como el tsunami está arrasando sus ganancias y merma  buena parte de sus ahorros, sino los gestores de las compañías y entidades financieras más importantes que no encuentran contrapartida para monetizar sus posiciones, aunque sea a cualquier precio, mientras que solo hace unas semanas la porfía  consistía en adivinar el ritmo de la recuperación del mercado. En este contexto las bolsas del mundo han caído entre un 20% y un 36% desde que el miedo al impacto de la situación epidémica se instaló en los mercados a finales de febrero, como,  así mismo, están en el 93% de los Fondos de Inversión españoles.  

Tampoco han favorecido demasiado las decisiones del BCE que, en su reunión del pasado jueves, ha defraudado a los mercados que esperaban una mayor contundencia  en sus medidas ya que ha mantenido el nivel actual de los tipos de interés, cuando se esperaba un nuevo retoque bajista, limitándose a propiciar una mayor liquidez lanzando una ola adicional de compras de activos por valor de 120.000 MM de euros  hasta finales de año, que los expertos y analistas han considerado insuficiente.

La cuestión ahora es determinar cuál puede ser el escenario futuro en los próximos días, cuando la certeza a medio plazo es que la volatilidad seguirá dominando en los  parquets y en los mercados financieros. Mientras tanto, los inversores están buscando  para sus capitales un acomodo en el oro, deuda privada o en la deuda pública americana, a pesar del riesgo de cambio, que, hasta ahora, se mueve en terreno positivo, o, simplemente, mantenerse en liquidez a la espera de mejores tiempos. Quizás otras alternativas podrían ser los bienes físicos, pues, además del oro, el  ladrillo y los bienes rústicos pueden ser también opciones adecuadas.

En cualquier caso, todo dependerá de la duración de la crisis, sin embargo es necesario asegurar un entorno monetario suficientemente expansivo y ofrecer una respuesta fiscal, coordinada con la monetaria y adecuada a la crítica situación actual, que permita una mayor capacidad de consumo a los ciudadanos, ya que no es, únicamente, la falta de liquidez, por la que parece apostar nuevamente el BCE, la vía exclusiva para tratar de recuperar el enorme deterioro que está sufriendo la actividad económica.

 

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