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La palabra “voluntariado” es la expresión moderna de algo tan antiguo como la propia Humanidad: el altruismo, la solidaridad, el entender como propios los problemas ajenos y por tanto poner en marcha una solución sin una contraprestación económica.

Si le quitamos el tufillo burocrático y organizativo que puede tener esta expresión, nos quedamos con toda una serie de actitudes frente al otro, que son un genuino logro evolutivo del ser humano. Desde hace cientos de miles de años se tienen evidencias de la ayuda mutua dentro de la sociedad. La solidaridad no es una posición ética, sino más aún, es todo un logro evolutivo del ser humano, que ha permitido configurar un modelo de sociedad que proporciona a sus componentes lo que necesitan para vivir una vida plena.

Por lo tanto, hablar de voluntariado es hacerlo de uno de los modos de acción característicos del ser humano. Desde el momento en que los seres humanos nos ayudamos mutuamente, estamos realizando lo que hoy identificamos como voluntariado.

La idea a desarrollar es sencilla: el voluntariado así entendido es el que puede promover un cambio, tanto en la sociedad como en el individuo.

Los protagonistas de esta relación son el individuo y la sociedad, en una relación bidireccional: el individuo ejerce una actividad de voluntariado que acaba repercutiendo a la sociedad en su conjunto, y la sociedad estimula y modula la acción del individuo. Esta repercusión actúa a dos niveles, cualitativo y cuantitativo.

Las áreas de acción del voluntariado son muy numerosas, tantas como áreas en las que es susceptible realizar una ayuda altruista, y este último aspecto es una de las claves para iniciar la reflexión: el voluntariado es motor del cambio porque es altruista, es decir, no depende de intereses económicos o de prejuicios culturales sino que depende de la libertad y la voluntad individual. Por tanto, llega a donde no llega el negocio o el prejuicio.

El cambio opera a diferentes niveles.

A nivel individual. Puesto que estamos en una Jornada con la juventud como protagonista, todo lo referido a este nivel tiene especial significación para la gente joven.

–Como puerta de entrada en el ámbito social. Un individuo no se integra realmente en el escenario social hasta que no lo hace suyo, es decir, hasta que no lo transforma con su acción y esto se consigue desde el voluntariado. Hay una diferencia entre vivir en la sociedad (me sirvo de lo social) y ser la sociedad (no solo me sirvo de lo social, sino que soy lo social porque transformo la sociedad). A nivel de la juventud este paso es crucial, porque supondría la oportunidad de integrarse en la sociedad cuando ya están saliendo del círculo familiar.

–Como vía de canalización del idealismo. El idealismo es la posibilidad de conectar con ideas atemporales, hacerlas propias e intentar plasmarlas; es un impulso generoso que necesita poder volcarse en proyectos concretos. Lejos de ser algo inútil, este idealismo puede ser muy útil para la persona y para la sociedad; para la persona porque permite situar metas y objetivos elevados que obligan a un desarrollo de todo el potencial en una permanente actitud de superación. El idealismo también es positivo para la sociedad porque permite mantener activas las posibilidades de renovación y desarrollo.

El idealismo puede plasmarse en proyectos concretos, pero también permite concebir vocaciones que pueden orientar toda la vida.

El idealismo permite mantener fresco el entusiasmo y la motivación, y el voluntariado obliga a un grado de concreción que evita la dispersión. El resultado es una persona muy motivada para alcanzar soluciones, pero también fuertemente realista.

–Como vía de transformación interior y desarrollo de valores. La acción de voluntariado, altruista e idealista, estimula que la persona vaya desarrollando todo el conjunto de valores humanos que tenemos, muchos de ellos en potencia. Sin saberlo, somos excelentes en infinidad de aptitudes, y el tipo de actividad que se desempeña en el voluntariado hace posible descubramos y desarrollemos estos valores.

Pero además, el voluntariado, especialmente el que se desarrolla en condiciones que no son agradables, cuando no claramente dramáticas o trágicas, requiere del voluntario/a que desempeñe su labor desde lo mejor de sí mismo para no verse afectado o arrastrado por las circunstancias dolorosas en las que trabaja.

Este auténtico desarrollo interior del conjunto de valores individuales, o lo mejor de uno mismo, como también puede denominarse, debe llevarse a cabo para realizar una buena actuación de voluntariado, pero también para evitar verse afectado por situaciones dolorosas.

En definitiva, a nivel personal, el voluntariado es motor de cambio porque da lugar a mejores individuos, mejores ciudadanos/as.

–A nivel social.

–Como vía de desarrollo social. Según lo visto en puntos anteriores, si el voluntariado propicia el desarrollo individual, dando lugar a mejores ciudadanos/as, la sociedad en su conjunto se ve fortalecida. La relación es directa y sencilla: una sociedad compuesta por ciudadanos preocupados únicamente de sí mismos es más frágil que una sociedad que contenga cada vez mayor número de personas preocupadas también por el bien común.

–Efecto específico de cada acción. Por último, el cambio más evidente que se produce es el específico de cada proyecto de voluntariado.

 Por estos motivos razonados, cualquier organización que se dedica al voluntariado, o lo que es igual, a ayudar a los demás, es una organización que está operando un cambio en el individuo y en la sociedad. Y la intensidad de ese cambio dependerá del grado de transformación individual y social que se produce. En la juventud, estos cambios son fundamentales, por lo que el voluntariado debería ser práctica frecuente entre la gente joven.

 

 

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