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Si Jaén (o Yayyán) es «cruce de caminos» (o de caravanas), podemos decir que la sociedad jiennense se encuentra actualmente en un encrucijada, en un posible cambio de paradigma, que bienvenido sea. La situación de la ciudad, de sus gentes, ha sufrido un empeoramiento progresivo en los últimos años, sin que ello haya ido acompañado de una contestación social significativa. Esta evidencia ha llevado habitualmente a explicaciones cercanas a los tópicos sobre la forma de ser jiennense, que tampoco son novedosas. Podríamos rastrear en la historia de la ciudad para observar algunas similitudes.

A mediados del siglo XIX, los movimientos populares emergieron con fuerza en nuestra ciudad, exigiendo el reconocimiento del pueblo como sujeto de la soberanía y su derecho a la participación política y al voto. El poeta Bernardo López, señalaría en su manifiesto político de 1870, que “si el pueblo con su entusiasmo, grandeza de alma y virtudes no se redime, la libertad tendrá que pasar por el mundo como un vapor, como una sombra, y sollozando volverá al regazo de esa libertad sin contorno…» Aquella experiencia republicana y popular, en la que se darían divisiones y personalismos varios, sería derrotada, imponiéndose una nueva restauración a cargo de las fuerzas reaccionarias y monárquicas. 

      En los años 30 del siglo XX, en plena crisis política y social, el pueblo de nuevo es protagonista de la historia de nuestro país y nuestra ciudad. Miguel Hernández, uno de los más grandes poetas de la historia cultural de nuestro país sería testigo y sujeto activo de la vida de Jaén.  “La pedregosa ciudad de Jaén, lunar y solar a un tiempo, vivía de espalda a la guerra de su pueblo (…) Jaén yacía indiferente a todo, durmiendo en un sueño blando de aceite local.” Pero también descubre la otra cara: “No creo que el fatalismo andaluz de que tanto se habla tenga origen en su naturaleza de reminiscencias árabes […] Ha sido una existencia muy arrastrada la suya hasta hoy. apenas salía del vientre de su madre cuando empezaba a probar el dolor. En cuanto ha sabido andar, ha sido arrojado al trabajo, brutal para el niño, de la tierra. El hambre le ha mordido a diario. Los palos han abundado sobre sus espaldas». El poeta sabía bien la vida tan dura que llevaban los campesinos desde niños y la represión a la que han sido sometidas las clases trabajadoras.

En la actualidad, una ciudad y una provincia relegadas y despreciadas tienen motivos más que suficientes para alzar la voz. Jaén es una ciudad abandonada, con una insostenible e insoportable desigualdad social y territorial, fruto de un modelo de privatizaciones, especulación y reparto de beneficios para unos pocos, de recortes y pérdida de oportunidades para la gente. La realidad no se le escapa más que los que deciden «adquirir» el corolario del «aquí no pasa nada». Sin embargo, plantear alternativas que no alcancen a descubrir los verdaderos motivos del problema no llevará a nada más que a repetir estos tristes episodios de nuestra historia. Por eso, es imprescindible un análisis sobre cómo hemos llegado aquí.

En primer lugar, la causa de fondo de la situación de la ciudad radica en un modelo que ha sido compartido por los dos partidos del bipartidismo, y actualmente por su socio naranja, que representan a los grupos económicos a los que han entregado el Ayuntamiento y la ciudad. Además, este modelo es sustentado por unas Administraciones Públicas que representan la fuerza política real de la ciudad, ya que la falta de inversión y financiación no es sólo una cuestión de poca sensibilidad u olvido sino un plan organizado para secuestrar a Jaén y a sus gentes.

Esto ha provocado una situación social que se resquebraja por momentos. No hace falta echar mano de los informes de Cáritas para comprobar cómo este modelo de ciudad ha fracasado para gran parte de la población y ha llevado al Ayuntamiento a una situación límite, incapaz de dar respuesta a las más mínimas necesidades de la ciudad y la mayoría de sus habitantes. Ninguna de las respuestas que se ponen encima de la mesa, el continuismo confiado a la «intervención exterior» del PP o la apuesta por la entrega a las administraciones provincial y autonómica del PSOE, tienen un carácter autónomo, democrático ni superador del estado de la ciudad. Porque se necesita un auténtico cambio de rumbo desde la propia capacidad de la ciudad para revertir la situación de Jaén, que ha llegado a una polarización en la que el 50% de la ciudad, más de 50.000 habitantes, los de sus barrios periféricos fundamentalmente, están en una situación grave de falta de recursos y de alternativas para sus vidas: trabajo, negocio, casa, recursos básicos, etc.

Hasta ahora la única explicación ante este abandono, con una aceptación mayoritaria, era el estado de ruina de las arcas municipales debido al despilfarro. Sin dejar de ser un motivo, se obviaba, intencionadamente por parte de algunos, la razón principal, que no es sino la escasa financiación pública de la ciudad, cuestión que también tiene unos responsables. Ya era hora de que se cuestionara esta verdad a medias, como parece ocurrir ahora cuando se reclaman las promesas y las necesidades de todos. Sin embargo, es necesario profundizar en las causas, ya que la falta de financiación no es sólo una cuestión de inversiones e infraestructuras, que siendo necesarias tampoco permitirían un desarrollo autónomo de Jaén. La deuda que se tiene con esta ciudad es la financiación constante que el Gobierno y la Junta hurtan a la ciudad.

Cristóbal Montoro y José Enrique Fernández de Moya, el Ministerio de Hacienda, «roban» a esta ciudad unos 255 millones de euros al año, el dinero que recaudan del bolsillo de los jiennenses y no invierten ni gastan en la ciudad, sino que la destinan a otros sitios o a otros intereses. Por su parte, la Junta de Andalucía mantiene una deuda histórica de compromisos de inversiones (patrimoniales, educativos, sanitarios, deportivos, culturales, etc.) con la ciudad que ni siquiera se compensa con el gasto en algunos de los servicios básicos a su cargo, y que más necesitan los jiennenses: educación, sanidad y creación de empleo. La Diputación recibe anualmente, al menos, 18 millones de euros destinados a actuaciones en la capital que tampoco se reflejan por ningún lado. Entre las tres, la deuda anual con la ciudad es de al menos 300 millones de euros.

Esta es la causa fundamental de la situación de Jaén y de su Ayuntamiento, y la responsabilidad es compartida por los representantes del PP y del PSOE en el Ayuntamiento, que actúan como delegados de sus partidos, siendo por tanto cómplices de este «robo» a la ciudad. El resultado es la presencia testimonial de Jaén en los Presupuestos Generales del Estado y en los de la Junta, fruto del acuerdo del PP y del PSOE por mantenernos en manos de otros poderes. Y ambos presupuestos han sido apoyados por Ciudadanos.

La culminación del modelo es la privatización de los recursos públicos. La falta de financiación es la excusa perfecta para privatizar hasta el más pequeño rincón de nuestra ciudad. Y ahí es donde intervienen los intereses privados de determinados grupos. Existe por tanto una estructura organizada, donde coexisten los poderes económicos, ciertos poderes mediáticos y políticos de la ciudad, que durante años han posibilitado el secuestro del Ayuntamiento y de su capacidad para mejorar la vida de la gente, esquilmando sus recursos. Este Ayuntamiento secuestrado, sin capacidad de decisión y sin autonomía para tomar decisiones, no es capaz de dirigir una ciudad en semejante estado de abandono.

Ahora, como decía, se empiezan a elevar voces reclamando la deuda que se tiene con Jaén, dejando de lado la cuestión de la deuda municipal, que no es más que la excusa que oculta esa enorme deuda social con la ciudad.

Sin embargo, resulta evidente que los que han sido culpables de la realidad que vive Jaén, los que se han beneficiado de la especulación y las privatizaciones, los que han participado del reparto del botín, no pueden ser los que ahora se arroguen el título de salvadores. Y debemos tenerlo muy en cuenta.  No podemos volver a ser engañados, divididos y derrotados por estas nuevas oligarquías y sus partidos desalmados. Ya lo fue el pueblo de Jaén en otras épocas. Ahora debemos aprender todas las lecciones y hacer que el pueblo sea el que gane y sea la vieja y la nueva “nobleza”, la oligarquía, la que pierda. También para redimir aquellos que dieron lo mejor que tenían e intentaron que el pueblo fuera el soberano.

Nuestra ciudad ha sido siempre pensada por otros y para otros. Ahora debemos repensarla nosotros mismos para garantizar la vida presente y futura nuestra y las de las generaciones futuras. Y para ello hay que señalar con claridad el fondo del problema y los responsables de haberlo mantenido. Hay que analizar más allá de lo superficial porque la única salida popular es convertir las privatizaciones, el reparto de beneficios entre unos pocos, y los recursos que se van de Jaén en medidas que ayuden a los de abajo, a trabajadores y parados, empresas y autónomos.

Jaén, abandonada a su suerte, ha quedado como una ciudad estancada y que no cumple con las necesidades de los que viven en ella ni de los que han tenido que dejarla para poder crearse un proyecto de vida. Y, por tanto, en esta situación y bajo este secuestro es incapaz de ofrecer salidas dignas a su gente.

La única alternativa pasa por la construcción un bloque de fuerzas que recupere el control y la autonomía de la ciudad, expulsando al conjunto de poderes locales y externos que la mantienen secuestrada. Ese bloque no es más que la alianza de todos los que han sido expulsados del reparto del saqueo y se han mantenido alejados de la toma de decisiones: comerciantes, trabajadores, pequeños empresarios, parados, autónomos, funcionarios precarios y sometidos, etc. La alternativa es apostar por un modelo económico que ponga en el centro a las personas y que reivindique la democracia en el terreno de la economía local, planteando una salida realista y radical al estado de la ciudad pero con la introducción progresiva de elementos de sustitución del modelo actual, apoyándose en las capacidades y recursos propios de la ciudad y sus gentes y avanzando en la creación de redes de actuación populares que vayan supliendo la incapacidad institucional para dar respuesta a las demandas y necesidades.

 

*Manuel Montejo López es el portavor del grupo Jaén en Común (JeC) en el Ayuntamiento de Jaén.

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