Skip to main content

Hace solo un año en mi artículo “DESPOBLACIÓN RURAL”, planteaba una cuestión, en mi criterio de especial transcendencia, que sigue siendo uno de los temas más latentes y preocupantes de la situación social de nuestro país. Permítanme recordarla para centrar mi reflexión de hoy. “¿Ha provocado el progreso social y económico la quiebra generalizada de las sociedades rurales tradicionales?. ¿Debemos aceptar que el declive rural conlleva el empobrecimiento natural y cultural de sus habitantes?”. Y añado ahora, ¿cómo podemos frenar el proceso de desplazamiento que está sufriendo de forma progresiva la población rural  al que hoy conocemos como el proceso de “LA ESPAÑA VACIADA”?

Diversas, numerosas y sobradamente conocidas son las causas que han provocado esta situación, cuya complejidad por sí sola ya dificulta enormemente la obtención de los resultados deseados, como consecuencia de las medidas que se tratan de implementar para frenar el progresivo proceso migratorio, sin embargo, en mi criterio, esta complejidad se ve incrementada por otros aspectos que agravan aún más la situación y que, hasta el momento, no se han ponderado suficientemente. Me refiero concretamente al reemplazo generacional equilibrado que debería manifestarse de forma totalmente espontánea, pero que ha perdido buena parte de su fuerza básica y que puede agravar más el proceso migratorio en las zonas rurales.

Es verdad que nuestra provincia, hasta el momento, ha podido sortear un mayor efecto negativo de este proceso migratorio, gracias a la atomización de la propiedad del olivar, los programas de profundo contenido económico, tales como Ayudas al Desarrollo Sostenible al Sector Primario, Desarrollo Rural, la PAC o el PFEA, sin embargo es necesario no perder de vista cómo se va a realizar el relevo en los minifundios  olivareros por las nuevas generaciones, ya que parece muy tenue la atracción que estas explotaciones proyectan para ellas y, no solo, por su falta de rentabilidad agravada por los bajos precios del producto y los mayores costos del olivar tradicional, que ocupa la mayor parte del territorio productivo en nuestra provincia, sino también porque el nivel educacional que ostentan las nuevas generaciones es mucho más elevado que el de sus predecesores que sí aceptaron, los que lo hicieron, permanecer en sus pueblos gracias a esas explotaciones y a la carencia de niveles de estudios más elevados.

Resulta indiscutible que las políticas educacionales han contribuido a elevar el nivel social y económico de nuestro país y de manera especial en las zonas rurales, pero hay que reconocer que esta circunstancia incide también de forma muy clara en los procesos migratorios, en la despoblación del medio rural y en la dificultad del relevo generacional de las explotaciones agrícolas.

Es necesario, por tanto, que a las políticas encaminadas a ralentizar el proceso migratorio, señaladas anteriormente, se añadan otras que estimulen a las nuevas generaciones a considerar como una opción atractiva la posibilidad de proseguir al frente de las explotaciones agrícolas y, especialmente, potenciar canales de respaldo financiero y crediticio para la adquisición, mecanización e, incluso, ampliación, de las existentes.

Foto: Imagen difundida por laSexta del municipio jienense de Lupión, uno de los que se encuentran al borde de la despoblación.

 

Dejar un comentario