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El filósofo de la ciencia Thomas Kuhn adoptó la palabra paradigma[1] para referirse al conjunto de conocimientos y prácticas que definen a una ciencia normal durante un tiempo determinado. Por decirlo de una manera sencilla, el paradigma de una ciencia delimita los límites dentro de los cuales se admite un conocimiento dentro de esa ciencia, y qué es lo que queda fuera.

En el paradigma de una ciencia se recoge todo lo referente a la investigación en esa ciencia: los planteamientos teóricos básicos, lo que se debe investigar en esa disciplina, el tipo de métodos y metodologías legítimas, cómo debe diseñarse un experimento, cómo deben interpretarse los resultados, el desarrollo de textos científicos, etc. Es decir, un paradigma suele ser muy estricto a la hora de admitir los resultados científicos.

Pero un paradigma no es la verdad. Los paradigmas científicos se abandonan por otros, o se renuevan, conforme la ciencia avanza y sus descubrimientos no encajan en el paradigma consensuado de ese momento. Thomas Kuhn también describió este proceso de quitar un paradigma obsoleto y admitir otro más amplio. Un ejemplo de este cambio de paradigma fue cuando la física newtoniana tuvo que admitir los principios de la relatividad o de la mecánica cuántica.

Tal vez estemos siendo espectadores del inicio de una nueva fase de las descritas por Thomas Kuhn en su modelo de desarrollo científico, cuando se acumulan descubrimientos que no encajan bien con el paradigma establecido, y la ciencia normal pasa a la fase de ciencia en crisis, antesala de una revolución científica. Y lo cierto es que existen esos descubrimientos “rebeldes”, difíciles de encajar, que están dando lugar a propuestas alternativas, como el Manifiesto por una Ciencia Postmaterialista[2], suscrito por cientos de científicos.

Este Manifiesto surgió en 2013, con motivo de un encuentro sobre ciencia, espiritualidad y sociedad, celebrado en Canyon Ranch en Arizona (Estados Unidos), y sus redactores y colaboradores fueron Mario Beauregard[3], Gary E. Schwartz[4], Lisa Miller[5], Larry Dossey[6], Alexander Moreira-Almeida[7], Marilyn Schlitz[8], Rupert Sheldrake[9] y Charles Tart[10]. Todos ellos[11] con el objetivo de promover un cambio de paradigma científico más coherente con los innumerables nuevos descubrimientos y avances científicos que se están produciendo y que no encajan con el paradigma oficial actual.

La física materialista y el positivismo sentaron las bases del paradigma de la ciencia normal[12], que son estrictas: sólo existe la realidad material, objetiva, tangible. Otro rasgo es su carácter reduccionista, es decir, pretender conocer la realidad compleja a través del análisis de las partes, sin considerar que estas partes integradas en una unidad, dejen de ser la suma de las mismas para dar lugar a otra realidad diferente. De esta manera, las percepciones mentales o psicológicas son consecuencia de la actividad física del cerebro.

Este Manifiesto por una Ciencia Post-Materialista puso en marcha la web opensciences.org, dedicada a dar a conocer numerosas investigaciones científicas que desafían al monolítico paradigma actual, dentro de lo que se ha dado en llamar Campaña por una Ciencia Abierta. En la actualidad son cientos los científicos de diferentes países que han suscrito este Manifiesto, la página web citada se está convirtiendo en una excelente base bibliográfica para acceder a estas investigaciones que caen fuera del paradigma materialista.

La ciencia post-materialista plantea que existe una dimensión mental no material en estrecha relación con la realidad material, y por lo tanto es necesario ampliar el paradigma actual a otro que considere esa dimensión mental. El Manifiesto por una Ciencia Post-Materialista define a grandes rasgos cómo debería ser ese nuevo paradigma.

Y empieza señalando algunas características en las que ha caído la ciencia normal o convencional, que deben eliminarse para poder abordar el nuevo paradigma. La principal es despojar a la ciencia de dogmas y creencias, que han dado lugar al “materialismo científico”. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un dogma es un “punto esencial de una religión, una doctrina o un sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema”. Y esto es lo que ha acabado ocurriendo en la ciencia normal en relación al materialismo, que no puede cuestionarse.

Otro punto del Manifiesto incide en que el dogma del materialismo ha impregnado la mayor parte de la ciencia del siglo XX, haciendo creer a los investigadores que estaba basado en pruebas irrefutables y que es la única manera científica de ver la realidad. Pero, si la práctica científica se basa en la información obtenida por instrumentos de medida, ¿cómo puedo negar que exista una parte de la realidad que no es percibida por dichos aparatos?

No obstante es necesario reconocer que el materialismo científico ha cosechado grandes logros, como un alto grado de comprensión de la naturaleza y el universo o el desarrollo de una tecnología inigualada en la historia de la Humanidad.

Sin embargo, el carácter reduccionista y materialista de la ciencia normal también está obstaculizando y constriñendo el conocimiento científico de aspectos de la realidad humana como la espiritualidad o la mente, a la que no se oponen argumentos científicos, sino el dogma de que no existe ninguna realidad que no sea material. Todos los fenómenos relacionados con el espíritu o la mente, por muy complejos, completos e inefables que sean, son sólo “efectos virtuales” de la actividad química del cerebro, empobreciendo de esta manera la visión de nuestra propia realidad.

Llegados a este punto, los científicos que han firmado este Manifiesto reclaman que la práctica científica se libere de este dogmatismo, y se tenga la suficiente apertura mental como para poder desarrollar la metodología científica necesaria para investigar esta realidad no material, y poder integrar también estos descubrimientos en una visión más amplia del mundo.

Los descubrimientos que sustentan a la ciencia post-materialista son fundamentalmente de tres grupos: los relacionados con la mecánica cuántica, los denominados fenómenos psi y los vinculados a las experiencias cercanas a la muerte.

La mecánica cuántica ha cuestionado los fundamentos materiales del mundo, mostrando cómo lo que se suponía que eran las unidades de la materia, los átomos, realmente son vórtices de energía, sin masa, y sin posibilidad de que se pueda tener la certeza de su existencia en un lugar y tiempo definidos. Y lo que es más importante, en las experiencias de física cuántica, el experimentador influye en el experimento. La conciencia, el estado mental del científico, influye en el resultado del experimento. Hay investigaciones que llegan a esta conclusión, y desde la ciencia post-materialista se sugiere que el plano de la manifestación física no es el único componente de la realidad y que no puede entenderse del todo sin la participación del plano mental.

Existen también numerosas evidencias de la influencia de la actividad mental en el funcionamiento del organismo. En la actualidad hay en marcha numerosos programas de investigación llevados a cabo por científicos de primer nivel en centros reconocidos, que tratan de saber más acerca de esta influencia, que se produce en el sistema inmune, el endocrino, el cardiovascular. La epigenética está ilustrando cómo las creencias firmes, las técnicas de meditación o estados de ánimo relacionados con el estrés, pueden modificar la expresión génica. El efecto placebo, la autorregulación emocional y la psicoterapia pueden modificar la actividad del cerebro. En definitiva, se acumulan los descubrimientos que ponen de manifiesto la importancia de la actividad mental consciente como agentes causales en el funcionamiento del organismo.

Los científicos que han promovido el Manifiesto también inciden en los resultados de la investigación en fenómenos psi, es decir, aquellos que producen una transferencia de información, sin que intervengan los sentidos ordinarios o superando límites espacio-temporales, o bien la influencia mental sobre dispositivos físicos o seres vivos, o incluso la capacidad de sincronización simultánea de mentes separadas sin que intervenga una señal energética e independientemente de la distancia. La investigación de estos fenómenos psi desvela que son mucho más comunes de lo que pudiera sospecharse desde el prejuicio materialista, y lejos de ser anomalías son fenómenos que requieren una explicación.

Otro tipo de fenómenos que están siendo objeto de estudio y que no encuentran una explicación en el marco del actual paradigma materialista, son las denominadas experiencias cercanas a la muerte, producidas en personas que han sufrido un paro cardíaco que ha revertido. En estos casos, hay evidencias de actividad consciente, producidas durante una parada cardiorrespiratoria, basada en percepciones de realidades exteriores al sujeto que eran ciertas. En otros casos, también se producen experiencias espirituales profundas.  

Existen multitud de casos, en sujetos que han tenido el trasplante de un órgano de otra persona, en los que se producen experiencias psíquicas, como apetencias o rasgos del comportamiento, que coinciden con los que tenía el individuo donante. También hay investigaciones basadas en experimentos controlados de laboratorio con médiums[13], en los que se ha constatado la veracidad de los relatos acerca de sujetos difuntos, que no podían conocer previamente.

Los resultados de estas investigaciones apuntan en la dirección de que la mente puede existir de manera separada e independiente del cerebro. Sin embargo, la respuesta desde el materialismo científico es el menosprecio y la ignorancia más radicales. Tal y como se replica desde el Manifiesto, esta actitud no es científica, sino ideológica. El resultado de experiencias empíricas deben ser abordados desde la crítica científica, no desde el ámbito de las creencias personales, y si no pueden explicarse en el marco del paradigma actual, el buen hacer científico requiere cuestionarse el paradigma.

Las teorías materialistas no pueden explicar el conjunto de estos fenómenos, ni cómo se produce la mente desde el cerebro, y es necesario ampliar el paradigma. Hay que repetir que no se busca desechar todo el paradigma actual. Es evidente que en el ámbito de la realidad material se han conseguido explicaciones muy satisfactorias acerca del conocimiento de las leyes que rigen la materia, y el desarrollo tecnológico resultante es prueba de ello. No se trata por tanto, de anular el marco del conocimiento científico actual, sino más bien de ampliarlo, de tal manera que pueda explicar todo lo que ahora no encaja.

En este sentido, las propuestas de ampliación del paradigma, desde la visión de la ciencia post-materialista son, tal y como aparecen en el Manifiesto, las siguientes:

a)      “La mente representa un aspecto de la realidad tan primordial como el mundo físico…”

b)      “Existen interconexiones profundas entre la mente y el mundo físico.”

c)      “La mente (voluntad/intención) puede influir sobre el estado del mundo físico…”

d)      “Las mentes son aparentemente ilimitadas y pueden unirse de maneras que sugieren la existencia de Una Mente única…”

e)      “…La mente puede funcionar a través del cerebro pero no es producido por este.”

f)        “Los científicos no debieran temer investigar la espiritualidad y las experiencias espirituales porque representan un aspecto central de la existencia humana.”

El llegar a asumir las propuestas de la ciencia post-materialista plantea retos apasionantes, por ejemplo el desarrollo y validación de nuevas formas de metodología en la investigación científica, como la inclusión del método analógico o todas aquellas que posibiliten investigar lo subjetivo.

A juicio de los redactores de este Manifiesto, las consecuencias de un nuevo paradigma post-materialista pueden tener un gran alcance, singularmente en el ámbito de la dignidad humana, en la plasmación de valores como el respeto, la compasión y la paz, en la promoción de una conciencia ambiental integral y en una nueva comprensión de la salud y el bienestar.

De esta manera, si la ciencia asume como posible que el desarrollo de los valores morales y espirituales no son fruto de la imposición de las élites o de la superstición, sino que encajan en las posibilidades y características de la realidad mental, la propia dimensión del ser humano se agranda y puede encontrar senderos de desarrollo que dependan sólo de sí mismo. Me refiero al mundo interior de cada cual, susceptible de ser enriquecido con los instrumentos adecuados, y que proporcionaría un sentido a la vida, ajeno a las dependencias externas.

En los últimos siglos de la historia de Occidente, el desarrollo moral y espiritual del ser humano ha ido perdiendo relevancia frente al crecimiento económico y material. La posibilidad de encontrar la unidad en una ética atemporal y una espiritualidad universal, ha ido desapareciendo entre multitud de enfrentamientos fanáticos donde se esgrimen códigos morales parciales y dogmas religiosos intolerantes.

En los últimos siglos, el ámbito del conocimiento que ha destacado sobre los demás, hasta monopolizar la verdad, ha sido la investigación científica, llegando al punto de que todo saber que no es científico no merece ser relevante. Así, los valores morales y espirituales han quedado definitivamente arrumbados, y la necesidad de encontrar sentido ha quedado en manos del mercado, del consumo y de las ideologías del mejor postor.

Si hace siglos el conocimiento científico empezó a la sombra de las escuelas del saber humanístico y religioso, como las academias griegas o los templos egipcios, tal vez ahora la ciencia post-materialista pueda facilitar la posibilidad de un desarrollo interior sin complejos.

El reto es formidable y difícil de llevar a cabo porque desde la perspectiva del materialismo cuesta mucho trabajo asumir la verosimilitud de este tipo de fenómenos. Además hay toda una inercia mediática (a la que posiblemente no sean ajenos los intereses económicos) que periódicamente lanza campañas de persecución contra todo lo que se sale del paradigma, con la etiqueta estigmatizadora de “pseudo-ciencia” (que no obstante, también existen). Pero confiemos en que el propio progreso científico siga su curso y que acabe produciéndose el cambio de paradigma, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la Humanidad.

“El cambio de una ciencia materialista a una post-materialista puede ser de vital importancia para la evolución de la civilización humana. Puede ser más relevante que la transición del geocentrismo al heliocentrismo”[14]

 

[1] Thomas Kuhn (1972). La estructura de las revoluciones científicas.
[2] Mario Beauregard et al. (2014). Manifesto for a Post-Materialist Science. Revista Explore, vol. 10(5): 272-274. También se puede consultar y firmar el Manifiesto por una Ciencia Postmaterialista en http://opensciences.org/about/manifesto-for-a-post-materialist-science
[3] Mario Beauregard es neurocientífico de la Universidad de Arizona, autor de más de cien libros de neurociencia, psiquiatría y psicología. Ha realizado una gran contribución a la neurobiología de la emoción y experiencia mística. El World Media Net lo ha destacado como uno de los Cien pioneros del siglo XXI por sus investigaciones.
[4] Gary E. Schwartz es profesor de psicología y neurología de la Universidad de Arizona y director del Laboratorio para el Avance de la Conciencia y la Salud, autor de más de 450 artículos científicos.
[5] Lisa Miller es conocida como investigadora de la espiritualidad en psicología. Es profesora de psicología clínica y directora del Instituto Cuerpo-Mente y Espíritu de la Universidad de Columbia en Nueva York.
[6] Larry Dossey es médico, autor de una docena de libros y numerosos artículos sobre el poder de la espiritualidad en la curación.
[7] Alexander Moreira-Almeida es profesor de psiquiatría de la Universidad Federal de Juiz de Fora de Brasil y director del Centro de Investigación de Espiritualidad y Salud de Brasil, su trabajo ha ayudado a definir metodologías de investigación en el límite mente-cerebro.
[8] Marilyn Schlitz es antropóloga social y presidenta del Instituto de Ciencias Noéticas de California. Su investigación y extensas publicaciones se centran en la transformación personal y social, el pluralismo cultural, las capacidades humanas extendidas y la medicina cuerpo-mente.
[9] Rupert Sheldrake es biólogo, conocido por su hipótesis de la resonancia mórfica. Autor de cerca de cien artículos científicos y libros, tiene amplia experiencia de investigador en biología del desarrollo y fisiología, y ha sido el director del proyecto Perrott-Warrick dedicado a la investigación de las habilidades humanas y animales sin explicación.
[10] Charles Tart es profesor de psicología de la Universidad Davis de California y uno de los fundadores del campo de la psicología transpersonal, autor de más de 250 artículos científicos.
[11]  Creo que es relevante haber mencionado aspectos de la trayectoria profesional de cada uno de ellos, para poder ubicar en el contexto adecuado las fuentes de este Manifiesto.
[12] Según la terminología de Kuhn, la ciencia normal es la que se desarrolla dentro del paradigma establecido.
[13] Personas que aseguran que pueden comunicarse con otras que han muerto físicamente.
[14] Punto 18 del Manifiesto para una Ciencia Post-materialista.

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